sensaciones y pensamientos


Escrituras



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27.9.15

sentires




eternidad de amores



Tiempos de mucha belleza, de corazones encendidos de entusiasmo, de sexos que saben elegir, de instintos que galopan el alma, de pensamientos que saben ser sangre, de miradas que aman ser penetrantes, de amores que adoran ser eternidad, de silencios que calman vientos, de paciencias que son amanecer de lo que se transforma, lo que renace, lo que corre con certeza, lo que se duerme con sonidos de lago violeta y se despierta, con truenos cálidos, en noches de eclipse.


Diego Oscar Ramos

23.10.14

Manifestaciones espontáneas


Espacios de ser



El alma se manifiesta. Y el cuerpo entero percibe la dimensión del amor, en cada poro del espíritu. Y cada célula del ánimo. 









Diego Oscar Ramos
(texto y dibujo)




De repente estamos dentro.


Y el color amarillo nos abraza, como una abuela de brazos fuertes y alma intensa.


Puede pasar en cualquier circunstancia. 

Pero es esta, la única, la eterna, la belleza de la presencia del alma, que llena todos los recovecos del sentir. 


Y nos transforma en sonrisa de niño, en entusiasmo de jugar un instante, que se manifiesta ahora, para gozar de una vida en colores cálidos y sanar vínculos, enlazar voluntades cantoras y manos amigas.

Y es así. De repente estamos adentro. 


Es una burbuja de paredes transparentes y acceso directo al cielo de mapas hermanos.


Somos parte de una escena que parece escrita con luces de fuego. Y sentidos de agua fresca.


La vivimos con paz de fluir y un andar galáctico. 


Agradecemos esto que nos está pasando, que podrá visitarse con respiración expandida, en futuros recuerdos de lo que supimos dejar ser, en tiempos de vida vivida, cuando todo lo que somos se convierte en puro ser que, por bendita gracia terrenal, apenas es.

 Y lo agradece.


3.9.14

Hipnotismos serenos




Abrazo de agua cerca
   

Un remanso de sensaciones, un hermanarse con la sensibilidad manifiesta del paisaje que nos abraza, con ímpetu calmo. Y un amor sin tiempo. 



Texto: Diego Oscar Ramos - Imagen: Emilio Costas



    Un árbol, un tiempo verde expandido en las manos, una tormenta de quietud en un abrazo, calentito y eterno. 

      Un cielo en los pies, una caminata serena, recuerdos que se arremolinan sin viento por sobre la mente, convertida en agua.

      Una tierra, un espacio rojo, que nos vuelve amigos de la vida, con todas sus pasiones, sus voces, sus sentidos.

      Una lejanía, un vacío de palabras, que es paisaje, amable y presente.

     Una memoria de lo que viene, una risa de gigante noble, un llamado del mar, con amor de padre, agitando emociones y certezas.

      Un cuerpo, un silencio de verdad sólida, una brisa salada que habla de lo que está siempre, como tesoro de contemplación que acaricia.

      Una piel, una delicia de brazos unidos, una paz de movimientos intensos, un baile de gotas curiosas,  una señal del sol sobre los ojos.

      Una consciencia, un baño de luz, una serenidad de átomos contentos, un orgasmo del alma, mojadísima y hermosa.   





4.6.14

Madrugada de voces


De este lado del tiempo

Sensaciones de agua abrazan un alma inquieta, que busca andar con pasos firmes y el corazón atento. 


Diego Oscar Ramos


Presencia real, en el centro del pecho, ahora que las rosas de tu jardín me hablan en un lenguaje de ojos húmedos y almas abrazadas a lo que es poderoso, porque solamente es, porque ya nació, porque está de este lado del tiempo.

Presencia real, en el agua de mis pensamientos, que van muchas veces en paralelo a lo que el cuerpo quiere como regocijo cotidiano, por lo que le manda cartas certificadas para llamar la atención de la mente y pedirle descanso.

Presencia real, en la certeza de las tormentas, que se abren espacio entre los dedos de los pies, para mojar de transparencia los pasos que daremos desde este mismo segundo en que las palabras acompañan el ímpetu del corazón atento.

Presencia real, en el espíritu empapado, que sueña con una integración gozosa de tierras, mares, desiertos y montañas, en un mapa vivo, de ser humano que baile los misterios con esperanza de calor solar, aún en la noche más oscura.

Presencia real, de la potencia de transformación, en las manos que acarician, en las ideas que se alinean al afecto, en las caminatas en silencio, escuchando la música del orden con que las cosas saben ser caos, para bendecirnos de armonía eterna.


10.3.14

Sensaciones


Andanzas de fuego 

Sentir, andar, percibir, soltar, imaginar, saber, construir, amar. Todo está pasando ahora, que el tiempo baila la risa del mundo. 


Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)


Es un misterioso misterio el que se expande en mis manos, con voz de soles estallando de amor de niño entusiasmado.

Es un silencio de amapolas el que me habla desde adentro del alma, extasiada como insecto ante la flor que lo llama en urgencia festiva, con promesa de polen y certeza de encuentro.

Es un intelecto renunciando al trono, el que se siente acariciado por un amanecer que nace con meditaciones eléctricas, que calman la velocidad del cardumen de pensamientos mojados. 

Es un goce de montaña amable, que acerca su cima a los pies que la celebran entregándose a la caminata porque sí, porque hay ganas, muchas, de tocar las nubes donde la paz abraza a quien la busca con pies decididos.

Es un fuego vociferante, que levanta vuelos para vestirse de ave enamorada y anunciar a los cielos que la unión es posible, que está llegando, que besará con deseo los pies de un planeta que lo llama.

Es un canto de luciérnagas en un día de lluvia, a la hora en que los mamíferos se acuestan para percibir el mundo de ojos cerrados y cuerpo abierto a los sonidos.

Es un andar de piernas fuertes, brazos acompasando la trayectoria segura y mirada expansiva, que disfruta de la lejanía y presagia hogares en el camino. 

Es una mañana que crece, que le habla a las células de este cuerpo, que se levanta, deja de escribir, ahora que dijo lo que sentía y que las palabras, todas, quieren ser movimiento. Y ya lo están siendo. 

18.1.14

Tiempos de ímpetu

Comunión de 
roce eléctrico

Las palabras bailan, de un lado a otro de los cuerpos, como adoración de lo que juntos encuentran, como signo de vida compartida.



Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



Es así como lo sentís, aunque te agarres la cabeza al pensar en lo que es en su inmensidad impalpable, esa sensación que te expande el pecho hasta que los árboles pierden su timidez para saludarte. 

Es así como lo vivís, porque las piernas se desesperan por tomar impulso y dar una ronda tremendamente sensual por la marea de miradas sin viento con que ella te celebra, cada vez que la adorás con ojos de alfombra voladora.

Es así como llorás de goce, cuando las manos del tiempo juntos, cáliz de laberinto soleado, los dejan de piel vociferante, en días de cielos violetas y caminos con cara de bicicleta.

Es así, lo intuís con ese calor que el alma conoce en inviernos de arroparse de puro placer, con los dedos de los pies buscando tocarse para inaugurar un decirse millones de cosas, en comunión de roce eléctrico.

Es así, como lo pensás ahora, que el corazón galopa senderos conscientes y las neuronas descansan en un catre de certezas gloriosas, que vinieron sin ser llamadas, como visita inesperada de una maravilla eterna.

Es así, como te lo repetís, en escalera de disfrute de palabras que van y vienen, del sótano a la terraza, para convertir lo que parecía disperso en un bloque de calidez que querés habitar para siempre.

Es así, como se manifiesta en su potencia arrasadoramente ordenadora, atrapando sentidos que pueden estar disponibles, pero precisan de esa atención de insecto enamorado de las flores para que se vuelva presencia real, con ímpetu de baile intenso. 


Es así, como lo dibujan los brazos en alto, en el cuarto repleto de gotas de música, invocando un leve caos, calentito y amigable, que enaltece con suavidad esos pasos de danza espontánea, signo de entusiasmo compartido.

  
Es así, te das cuenta, cuando sus dedos te hacen más hermoso y tu vientre la desnuda de miedos, con esa inmediatez de lo que actúa con la gracia de la naturaleza y la verdad de lo que brota sin espacios de duda, con la voz del instinto y las caricias de lo que se elige con el alma.   


22.10.13

Despertares

En nuestros brazos



Una música selvática inspira recuerdos que parecen venir de un lugar con espesura mágica y sensaciones de realidad expandida.


Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



       Me despierto en tus brazos, sin recordar cómo es que estuve en medio de ramas, peces y pájaros, antes de amar las caricias de mujer selvática que me regalás para que mire el mundo que se levanta a mi alrededor, festejar que sigo aquí, que puedo levantarme y que elijo estar abrazado a tu cuerpo.

       Cuándo fue que mis ojos se cerraron para bailar con gacelas brillantes no lo recuerdo ahora, que sólo llegan palabras de bronce, para imantar con flores esa mirada tuya, que me dicta sonidos que aprendí a reconocer como propios, justo cuando corrí sin pensamiento. Y escuché un rugido que me habla, desde mucho antes de que pudiera atender sus pedidos de fe, calma e instinto. 

       Todo esto lo hablo ahora, con el blanco de tus ojos, perdidos en el goce de un orgasmo que nos sostiene y nos pone nombres nuevos, para que saltemos por sobre muros que nada tiene para contarnos, ahora que los músculos fuertes nos llevan por camas voladoras. Y las alas del tiempo derriten miedos para que andemos libres, sueltos, poderosos, amantes. Esto que digo, que me es dicho, que siento tatuando memorias futuras en la carne, se vuelve imagen, que destrona reyes antiguos, dueños de un oro que encandilaba las ganas de salir a buscar dioses nuevos, en las palmas de los pies. 

         Somos caminata, lo percibo, en el ruido deseado, de agua que llama al viento, que se levanta por cielos secos, moja las sensaciones de quietud y hace crecer piernas andantes, que no preguntan dónde quedan los puentes. Porque el calor de un huracán cuidadoso trajo brazos que construyen sentidos sólidos y vientres que saben el código de los tambores, cuando piden verdades que crucen con certeza la espesura de esta floresta. La que dibujamos cuando nos amamos con ímpetu vegetal, gestando universos cercanos, con belleza de luz que se transforma en alimento y sabiduría de quietud elegida. 

       Podemos parecer estáticos en esta mirada enlazada, en este abrazo renovado por un despertar repentino, de suavidad inquieta, luego de atravesar espacios dentro de espacios, hablando con pumas violáceos, de ideas que aparecían de sólo moverme. Y me lo contaron todo, lo que los dos queríamos conocer, sobre el día en que las fieras dejaron de comer otros animales, para deslizarse por túneles de silencio que saciaban todo hambre. 

        Ahora que todo te lo cuento en este abrazo humano, puedo cuidarte para que busques secretos del agua, en cascadas eternas que encontrarás, al otro lado de tus ojos, mientras te canto himnos de protección. Y veo cómo llega tu sueño, despacio, hipnótico, entre mis brazos.


17.10.13

Ojos bien abiertos


Aceptar la certeza


Soñar despierto. Despertar del sueño. Tomar los tesoros que llegan con fluidez, ahora.






Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



El bienestar de lo que nace despierto, se me apareció, con la desnudez del asombro en las manos y me miró sin sonidos.

Qué hacer entonces, creo que creí, en forma de pregunta que guardé, como homenaje al silencio con que me bañé, para que mis ojos estuviesen bien abiertos.

El bienestar esperó con la calma de las palmeras bien tranquilas, esas que no invocan tempestades para divertirse, hasta que me tuvo cerca, levemente impaciente.

Qué decir entonces, siento que sentí, con el formato de la duda haciendo su aparición estelar, justo en la mañana de las certezas calientes.

El bienestar me agarró de las manos, aprovechando la distracción del estado dubitativo, para que quedara bajo el influjo hipnótico de sus ojos rojos.

Qué bondad que percibí, qué mareo comprometedor, qué descanso para la mente, llena de agua salada, sonidos de mar y un ardor suave de arena.

El bienestar apretó, con firmeza, sin una pizca de agresión, mis manos y me trajo con velocidad arremolinada al lugar donde el aire entraba a mis pulmones, con intención, sin pensamiento.

Qué abrazo que me ofrecí y acepté, en concordia absoluta con el corazón de todos los tiempos ya habitados, como pacto de amor, instintivo, nacido y criado con aliento apasionado.

El bienestar abrió sus brazos, trajo hacia mí todos los dones del mundo que sabían de mi alma, esperó a que amainaran los temblores con que mi cuerpo comprendió la ofrenda y apoyó sobre mi pecho mis propias manos, libres de toda duda. 




3.9.13

Sensaciones

Dulce espesor de lo real



Palabras de trueno, para desentumecer las percepciones dormidas. Y vivir en estado de caricia eléctrica. 


Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)


Están ya del otro lado, cruzaron el puente. Lo habían buscado, lo habían planeado, alguna vez, hace tanto, tal vez. Y están ahí, ahora, subidos a la torre de las sensaciones tibias, esas que atraviesan los sentidos, todos, como una hermosa brochette que los mantiene suspendidos en un plano celestial terrenal, dados vuelta, dejando que la vida les acaricie la panza, como perros contentos, entregados con confianza. 

Están abrazados al calor de un cuerpo que ya no se distancia ni se espeja, sólo se complementa, se integra, se desintegra, se rearma, se estremece, se convierte en carne de otra carne, en belleza que se mira con las manos en estado de firmeza y levedad, amando la electricidad que los dibuja con llamaradas susurrantes y recorre sus columnas vertebrales, vociferante.

Están escuchando la música de una ciudad que los cobija con la luz de un amanecer que es madera crujiente, fuego excitante en una salamandra noble, ojos que se recuestan dentro de la frente, para besar cada neurona, con potencia de juego y amor de planta selvática.

Están pedaleando en una oscuridad llena de estrellas, que los guía con sugerencias de recorrido, con leves palabras de aliento y un regalo de certeza que calienta las tripas y da fuerza a las piernas para andar la vida, con emoción de seguridad constante y entusiasmo de sorpresa continua.

Están sintiéndose, acompañándose, desentumeciéndose, amasándose con pericia de quien construye un mundo cálido, apenas con las ganas de que todo sea nutritivo, integral y verdadero. Y el alma dispuesta a que todo lo que se haya pensado como posibilidad, sea un hecho concreto, palpable, real.

Están vivos y el agua del tiempo los bendice con códigos nuevos, que se despliegan en sus voces, cuando despiden sonidos adorables, que bailan en el cielo, unidos al alimento vital que los niños saben ver, cuando refriegan sus ojos en intuición mágica y se entregan al hipnotismo de ver danzar el universo en su pantalla de párpados cerrados frente al sol.

Están ya del otro lado, cruzaron el puente. Y caminan, corren, juegan, con la seriedad de un monje erótico, que ríe a carcajadas y se llena de silencio, que salta los muros y aleja tempestades, para llevarlas donde deban ser fruto de algo diferente, que aquí ya aconteció, como goce de un instante, solar, donde los pechos se llenan de proteínica inconsciencia, para hacer la vida. Y amarse.


   

22.6.13

A tiempo



Está siendo


Un sueño nos despierta con dos o tres palabras que se repiten. Y una imagen que hace nacer un cardumen de sensaciones flotantes.



Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)


Un día será el día, en que todas las piedras que los niños arrojen al agua den más de un salto antes de hundirse, los ojos sorprendidos del baile pedruno sonreirán con entusiasmo y las manos que los acaricien les darán confianza eterna.

Un día será el día, en que cada hora apenas sea una hora, sin relojes observados con apuro que hagan que cada segundo sea una necesidad de pasar, de seguir pasando, de que por favor pase, para que un minuto en la vida de cualquiera sea una gracia y nunca más un padecimiento.

Un día será el día en que los hermanos estarán hermanados, los padres apadrerados y los abuelos abuelados, todos seguros de sentirse queridos desde el primer rayo del sol hasta que la luna se meta en los sueños, besando de blanco las mejillas adormecidas, ahora tibias.

Un día será el día, en que los pájaros harán nido en cada rama que los elija para ser parte de lo que vivan, cada tarde de sol sobre los árboles y toda mañana de lluvia sobre las hojas que se mueven, siempre, pero mucho menos cuando tienen que proteger a las criaturas que pronto volarán para ser cielo.

Un día será el día en que las lombrices irán, una a una, haciendo túneles por el asfalto de las ciudades, dibujando adoquines en cada calle, ofreciendo aire a los pies que caminan esos veranos que incendian los andares.

Un día será el día en que todas las palabras serán parto feliz, tranquilo, placentero, de conversaciones frescas, alimenticias, sabrosas, que llegarán al paladar como frutas maduras, en su punto justo, jugosas, apetitosas, bellas.

Un día será el día, en que ya no se hablará nunca más del futuro, de pasos que están adelante o conquistas que insuman mucho pensamiento y todos nos vestiremos de nubes, sin rayos, que navegan por fin la tierra, sutiles, resplandecientes, tranquilizadoras. Y eternamente presentes.  


2.2.13

Transformaciones

Sé que están bien 





Palabras que llegan, una a una, para transmutar en calma, lo que la vida enseña con dolores y partidas.


Diego Oscar Ramos 




Para mi madre y mi padre




Es ahora. Todo el tiempo se construye en este momento lleno de momentos, adentro de adentros, con todos los segundos que se amontonan en el salto que transforma una lágrima en sonrisa. 

Es ahora, cuando la vela que prenderé para rezar por el alma de mis padres ya está iluminando lo que siento, igualando en ese balanceo de la llama con el viento lo que está pasando por dentro, esa mezcla de certeza con dolor, de calma con turbulencia.

Es ahora, en este temblor de las tripas y en esta claridad que percibo en el centro de mi frente, que juegan solemnes algunos sentires, con risotada de duendes y delicadeza de ranas en un estanque de oro.

Es ahora, impactado por la potencia de lo que es como es, que me enfrento al silencio feroz de una casa con ausencias. Y al mismo tiempo sé que habrá paz, que nacerá de una transformación.

Es ahora, con el cuerpo bendecido por el agua, que miro a los ojos a la vida, le digo que estoy preparado, para que los caminos que sean para mí los llegue a recibir con gracia, determinación y alegría.

Es ahora, en este mismísimo segundo donde las palabras nacen, que junto en una bolsa resistente cada movimiento insensible que haya salido de mis pasos. Y lo arrojo con ojos colorados al sitio que la energía sabia que organiza las cosas destina a toda acción que haya causado dolor.

Es ahora, cuando la potencia de la partida devastadora de quienes me dieron vida ha dejado huellas en el alma dolorida, que le hablo a la fuerza que hace crecer las plantas. Y le agradezco todo lo aprendido, además de pedirle más de una tormenta que lave poco a poco las tristezas.

Es ahora, que pude acompañar con dulzura y firmeza el pasaje de quien me trajo al universo al otro plano, que quiero tener como regalo la atención más plena. Para andar siempre con un cuidado que sepa ser amigo de la aventura y compañero cariñoso de la sensibilidad más humana. 

Es ahora, que aprendo con urgencia los dones del estar muy presente en todo lo que pasa, que aprecio una calma que conozco desde niño y la siento como uno de los tesoros más poderosos que me han dado al nacer. Gracias entonces a mis padres, que se entregaron al impulso irracional y hermoso de traerme a la vida. Y pocos años después hicieron lo mismo con mi hermano. 

Y es ahora, cuando la magia y el sentido de la existencia se manifiestan aún en los instantes más dolorosos, que entrego esa parte del cerebro que se embriaga con preguntas interminables y me convierto en sensación impetuosa de vitalidad, para ser quien vine a ser. Y sentir mucho más, todo.   

26.7.12

Despertares


¡Por fin te encuentro!

Tiempos de palabras que entusiasman, con el cuerpo en el aire. Y el alma en la tierra.


Diego Oscar Ramos


Carta para el que soy. En un futuro que se abre en este instante de floración.


Hay un sonido que se expande desde el punto más central de la médula. Y una pureza que me espera en la puerta.


Carta para el que se ríe de noche, cuando ve faroles que se acarician con la neblina y dejan espacios de bonita confusión, en luces y sombras que se pliegan, sin temor al desvanecimiento.


Hay una paloma que se apoya en el borde del abismo, con alas limpias y el pico en alto. Mis ojos la miran, cerca del calor sedoso de saberme presente.


Carta para el que está siendo. En un ahora que tiene millones de células latiendo y una percepción del camino que nace para pies con zapatos despiertos. Y el alma lista.

17.11.11

Largarse a ser

Claridad en la lluvia




Escrituras que se mueven calmas sobre un papel nuevo, sin tiempos que navegar ni apuros que naufraguen la percepción de lo que siempre estuvo.





Diego Oscar Ramos






Todo se trata del amor, es cierto, lo dije muchas veces, pero que diferencia que es decir algo sin alma que hacerlo con los ojos llorosos por una emoción que nos habla desde hace años, pero que sólo ahora está siendo escuchada.

Todo se trata del amor, de la lluvia, del sol sobre la piel, de la limpieza de la tierra encima de los pies, de la belleza del agua sobre los ojos cada mañana de legañas perdidas.

Todo se trata del amor, de la confianza que sale del lugar donde nacimos, donde la historia se cubre de un lienzo donde pintamos desnudos y nadamos vestidos, sabiendo que la verdad es un óleo que descansa en la mirada del cuerpo retratado.

Todo se trata del amor, de las nubes llegando a la marca que hicimos en el cuaderno con hojas de colores furiosos y los árboles rezando su neblina suave, antes de que las palabras pidan recibir nuestras limosnas y los chicos cierren las pestañas porque el sol apareció sin avisar, cuando esperaban una tormenta.

Todo se trata del amor, es natural, escucho a la mujer que anida una paloma en sus manos y me mira con respeto y cariño, mientras los dedos de mis manos dibujan claridad en la lluvia que ya no está y mis piernas sacuden el viento que interrumpía tantos deseos antiguos de moverse de las baldozas frías. 

Todo se trata del amor, grita el cielo de adentro, donde los monjes naranjas ríen de atardeceres violetas y me invitan a comer una fruta que siempre estuvo al alcance de mi boca, que ahora sabe bien lo que quiere y la toma con alegría, mientras la luz viaja sin tiempo, por entre grutas sin misterios y ríos con memorias frescas del mar. 

16.3.11

Paisajes sagrados


Almas, jardines y espermatozoides



Un hospital puede ser el sitio donde sintonizar, inesperadamente un encuentro de almas.





Diego Oscar Ramos


(texto e imagen)



Estaba parado, en estado de pura atención esférica, con el alma en surround, algo inesperado para mi conciencia, encendida entonces por cuestiones que tenía que tener en cuenta para un examen médico: habría de mostrar datos cuantitativos de mi naturaleza hormonal. Tenía en claro todo eso, cuando escuché voces que me llamaban sin necesidad de hablar alto ni gesticular llamativamente.

Las tres mujeres, sentadas, hablaban como construyendo el mundo en su intercambio. Una de ellas estaba embarazada y todas esperaban su turno de ser atendidas por médicos que cuidan la reproducción de la especie humana. Y las palabras hablaban de cuidados de la criatura por venir, de adivinaciones sobre su sexualidad y de alimentos naturales. Hasta ahí todo esperable, contextual, coherente con el ambiente. 

Aún parado, con la atención entusiasmada, algo me dijo que algo más estaba aconteciendo, cuando las frases empezaron a gestar afirmaciones positivas que todos deberíamos enunciar y un diálogo de aromas de la nueva era le empezaba a dar al hospital público un clima más exótico, amplificado, como  un género musical que se viese transformado por sonidos de otras regiones del arte. 

Con todas estas melodías del pensamiento dando vueltas por un cerebro con ganas de tomarse vacaciones, fui dejando que las conversaciones de las mujeres llegaran a hablarme, aunque permaneciese parado, quieto, inmerso en eso que uno dice a veces que son las cosas de uno, lo que sólo nos pertenece a nosotros. Eso mismo que puede aislarnos de lo que nos amplifica la vida, que puede estar pasando bien cerca del cuerpo.

Calmando la tensión del adentro cuidadoso, dejé que las historias llegaran. Ahí supe de mujeres que oían y veían cosas, que muchas veces habían tenido miedo de lo que sabían antes de que pasara, que dormían con la luz prendida, que sabían de aconteceres del pasado y del futuro, que les llegaban cartas de sitios remotos en el tiempo y las abrían ya sin miedo ni dudas. Y era un placer sintonizar la naturalidad con la que ese universo de múltiples dimensiones, de premoniciones y santos, se presentaba en una mañana de hospital y espera, de hormonas e índices saludables. 

Guiado por esa sensación de naturalidad, que traía al cuerpo un confort de tierra conocida, me senté en el único lugar que quedaba libre. Sin actitud evidente de entrar en la conversación, pero con el ánimo dispuesto a ser parte de un ambiente cálido. La charla de alimentos sanificantes y mensajes cercanos siguió, hasta que el anuncio de que el embarazo traería una criatura sana llegó de una de las mujeres, como bendición, poco antes de que la madre de rostro sereno fuese llamada por los médicos. 


Una de las que quedaron, comenzó a hablar ya incluyéndome con su mirada en el círculo obvio del encuentro. Y aseguró que en ese mismo hospital, al que no había regresado desde hacía 23 años antes, los médicos la habían creído ya desprovista de vida, luego de que llegara con una hemorragia severa. Y estaba en camino a la sala donde los cuerpos fríos duermen una espera de reposo o son presa del estudio analítico, cuando una de sus manos se movió, para sorpresa y susto de los médicos que la habían atendido. 

Fui todo creencia cuando sus ojos me hablaron de un enorme jardín, de luminosidad, de presencias claras, de sensaciones beatíficas y un entusiasmo de puro ser cuando estuvo del otro lado. Y si bien todas podían ser imágenes conocidas, escuchadas tantas veces y hasta repetidas, lo que me estaba pasando tenía que ver con la música de su voz y la potencia sosegante de su mirada. La mujer me llevó en un segundo hermosamente interminable al Edén donde supo ser testigo de lo que vendrá, lo que ya vino, lo que siempre está viniendo a nosotros. Y fue en el transcurso de esa ensoñación despierta cuando la mujer que se animaba a regresar al sitio donde había encontrado un portal inesperado, fue llamada por médicos de una calidad humana que habían ayudado a vencer cualquier tipo de temores de vuelta.   

Ya siendo dos los que quedábamos en la sala de espera, fue la salud, el estado del hospital o la calidad de los profesionales, los temas que trajeron un aire cotidiano. Aunque cierto misticismo continuase vivo en las palabras que salían, con suavidad, de los cuerpos que habían visitado un paraíso verde, enorme. Ese lugar donde parece que todos podemos volver, si hacemos que cada segundo sea un portal para que nadie nos pueda considerar lejanos, fríos, desatentos, desorientados, alejados de lo más cálido del mundo que conocemos.


Todo esto se apareció con palabras precisas, melodiosas, nuevas, en algún momento que llegó antes, durante o después de que los médicos me llamaran, analizaran algunos números y hablaran de espermatozoides que veían con muchas ganas de vivir, ajenos a cualquier contaminación de bacterias portadoras de desanimo.  


Con entusiasmo de quien sabe que está siendo atento con su naturaleza animal, salí entonces de la consulta y miré al pasillo, queriendo retomar algunas palabras con las mujeres, para vestirme de turista agraciado del gran jardín de la calma. Ninguna de ellas estaba allí. Pero supe que siempre podría visitar ese espacio. Tal vez el mismo hospital fuese una de sus puertas. Y mis ganas de vivir una de las llaves.

1.2.11

Rituales cotidianos

Ceremonia solar


Sensaciones de calor y buenaventura, en un verano que inquieta, por suerte, las necesidades de encuentro con lo más sabroso de lo que somos.


Diego Oscar Ramos


La mañana surge en medio de la despedida de las tormentas.

Me despierto con la sonrisa de lo que nace atento, con las manos abiertas a las manzanas que se ofrecen a mi nacimiento. Una rosa llena de rocío marea a quien se atreve a perderse en su centro. Poco hay tan intenso como llegar hasta el fondo de su atracción, regarse de aromas húmedos. Y salir, bien despacio, para jugar a la realidad en los jardines del rey que todos somos.

La noche es una promesa que llegará como reflejo de otras flores que regalan sorpresas a exploradores que navegan su conciencia muda en otros continentes. Ahora es una espesura luminosa, una marejada de espuma salada, lo que se ofrece como melodía principal de esta celebración de lo propio.

Me reconozco en la caminata, en el despliegue de pasos calmos que saben el rumbo que la naturaleza dispone. Soy quien anda y quien reconoce que mueve los pies con certeza, aún sabiendo que lo que comanda los pensamientos tiene dudas en el catálogo de sus maravillas humanas. 

La luz es una llamada al desplazamiento, al desperezar incomodidades, para encolumnarse en las filas de seres que encuentran mucho más que lo que buscan, que se emocionan más de lo que planifican, que sienten tantísimo más que lo que razonan. 

Me sé caminante, dueño de un mapa que se va dibujando cada segundo que el sol se posa sobre sus átomos, rediseñando en su superficie rutas, ríos, ciudades, bosques, poblados, montañas, que me piden que los conozca, que salga de lo sabido. Para penetrar en lo que me mostrará gotas nuevas de mis aguaceros y carteles nuevos en mis colecciones de señales.

La sombra es la escalera escondida, que nos lleva del lado espejado, al rincón donde pocos se animan a observarse sin que los ojos participen de la aventura. Elevarse es llegar hasta el racimo más alto del árbol de moras, sin ponerse de puntas de pie, ni romper las ramas más cercanas o derramar el banquete que puede ser de muchos.

Me cocino a fuego lento, tranquilo, en la vereda soleada. Me empiezo a saborear, ya mismo, en los aromas de las especias viajeras, las que me tiro encima, sin preguntas ni medidas, para resaltar con alegría mis regiones más propicias a la fiesta. Cuando estoy listo, puedo percibirlo, sé que mis blanduras son un goce seguro para un universo listo para disfrutar tanto de mi carne como de mis ideas.

La mañana de verano acompaña la sensación de cambio. Y permanece fiel, en su caricia de temperatura, a todos los caminantes que la celebran. Siendo quienes son y andando por donde deben andar. Mientras el día los mire de frente y la noche los espere despierta. 



10.11.10

Percepciones solares

A viva voz


Una sintonía de imágenes nos mira a los ojos. Con armonías atemporales y voces de vuelo.






Diego Oscar Ramos



Pasó hace unos días, lo iba a escribir de inmediato, al tener las manos sobre la computadora, pero alguna obligación, esas ideas que muchas veces creemos más urgentes que darle inmediata voz a nuestras intuiciones ocupó su lugar, se interpuso, la dejé aparecer para cantar con voces menos afinadas que esta, que nace ahora, que viene nuevamente para que cantemos juntos.

En cualquier momento, uno se dice, ya lo hago, ya lo haré, ya será el instante ideal en que se den los alineamientos planetarios como para que lo que tengo que decirle al mundo sea expresado y los ángeles me abracen con alas de entusiasmo. Y entonces se cruza un pájaro con una rama para construir su nido y la mirada se distrae en lo que otro sí está haciendo para proporcionarse bienestar, mientras el impulso de salud se queda silbando bajito, viendo que aún siguen apareciendo distracciones para tomar definitivamente el camino amarillo.

Y entonces vuelvo al ahora, reveo las distracciones y me visto de gala para escribir lo que tengo que decir, festejando los mensajes recibidos también por el ave constructora, arrojo al fuego el látigo del juicio paralizante y me entrego a la sabiduría del tiempo caluroso. Estoy con las manos firmes, con los latidos sintonizando la emisión más halagadora para las almas contentas, que son felices sólo por danzar con nosotros, en este segundo en que armonizo las ideas y las sensaciones.

Fue así, hace unos días, ahora, que caminaba para cumplir con algunos pagos pendientes, movido por la certeza interna de que tenía que hacerlo en ese ya mismo con que salí volando para hacerlo, cuando sentí el llamado de una remera, en una vidriera. La imagen la había visto muchas veces, era la portada de A hard day´s night, de los Beatles, un disco que me hizo muy feliz en la adolescencia, cuando lo escuchaba una y otra vez, por la belleza de sus melodías y sus armonías vocales. Pero la foto era levemente diferente, en lugar de las decenas de pequeñas fotos de la cubierta original, eran sólo cuatro, como si la multiplicidad de ellos mismos que se ve en ese disco se hubiera calmado, integrado, en una porción precisa, de ellos cuatro, recortados los rostros para focalizarse en sus miradas, para entrar en lo que decían a mi ser en formación, o para escuchar mejor lo que hoy tienen para decirme. 

Mientras miraba sus ojos, dejando que el pensamiento me trajera la información de que se trataba de la tapa del disco que salió con la edición de la banda de sonido original de la película, con las orquestaciones de George Martín, la imagen que sobrevoló la escena del hombre en contemplación de una foto estampada en una tela fue la de la cubierta original, como si hubiese voluntad de contrastar impresiones y el adulto quisiese acercarse a su etapa adolescente para practicar un coral de una sola nota, que dijese en alta voz que lo que nos fue regalado como percepción de lo armónico está siempre vivo, sea lo que sea que nos haya pasado en la vida, sea como fuese lo que creímos y creamos de nosotros. 

Cuando tuve conmigo la realidad presente de las alegrías que resonaron entre esa música bella y mi propia alma viajera, conocedora de una belleza que trasciende la historia entera del arte, fue que lo vi, cuando recibí otro llamado que acepté gustoso, llevando los ojos de la vidriera a la remera de un adolescente, andando la historia con sonrisa de guitarra en la espalda y varios amigos musicales a su lado. La imagen estampada en el caminante, era la del disco original de A hard day´s night, aquella que viví a su edad en su versión de cassette, impresa en un espacio tal vez pequeño, pero suficiente para ver esos ojos, que ahora me dicen que levante la vista, que las armonías vocales son el reflejo de algo que está en mis manos, cuando construyen el mundo. Y lo cantan a viva voz, para que los pájaros vuelen, con la paz del nido ya hecho.



5.9.10

Certezas y misterios

Salir a la superficie

Desperezarse, percibir el suelo y dar el salto justo. 



Diego Oscar Ramos



    Siempre hay un lugar, un rincón donde los labios se abren, dejan que el aire guardado salga, para desempañar todas las ventanas cerradas. A veces es la música, es una melodía que entra por las plantas de los pies, para que la sangre empiece a circular con libertad y las sonrisas se muevan de su sitio quieto, para bailar sobre los techos.

    Cuando aparecen las melodías salvadoras, cuando las busco y cuando las encuentro, me trepo a la antena más alta de mis memorias nuevas y lanzo una nota que despierta pájaros desbandados. Espero unos pocos segundos, mientras el sol pinta toques suaves en los párpados cerrados, para que la aparición sea gozosa y nacida de certezas y misterios. Entonces, cuando abro los ojos, los veo pasar por encima de mis deseos, me dejo habitar por su velocidad y su calma, saludo su voluntad de reunión y bajo contento, sabiendo que habrá sabiduría en su búsqueda de comunidad y alegría en su individualidad agradecida de contraste.

   Ahora que estoy a la altura donde el horizonte muestra dónde van los sueños lúcidos, palpo todo lo que siento que define los movimientos que hice desde la primera vez que pude pararme, silencio reclamos de sitios no andados y me desperezo, con ganas. Expulso entonces todo el tóxico que a veces guardamos creyendo que lo sano es aburrido y camino sin pensar, atraído por perfumes que nacen del otro lado del mar, donde el sol se acuesta a dormir, cuando las aves aceptaron el don del vuelo grupal. 

    Siempre hay un lugar, una hora, un movimiento, lleno de una música que nos hace nuevos, que nos desatornilla desde adentro, confundiendo nuestras confusiones y dándonos una gracia andante, que crece y nos manifiesta como somos, antes de cualquier pacto con lo no se mueve, para convertirnos por fin en espejos fieles del ser que ya no pide permisos. Y no quiere mostrarse nada a sí mismo, apenas se come su cascarón, agradece el alimento provisto, percibe su fuerza y sale a la luz, para siempre.






17.4.10

Cuerpo y Lenguaje

Salir de la aridez


El lenguaje puede ser una caricia. Si lo dejamos. 




Diego Oscar Ramos (texto e imagen)


A veces se escapa, surge desde adentro, de las zonas oscuras donde la creencia en que todo lo que cause risa pueda ser bueno comete un desatino máximo, burlarse de alguien creyendo que el ingenio justifica cualquier tipo de herida. Y son dos formas en las que los pensamientos pueden dibujar explicaciones de por qué pasa algo que cuando acontece, trae más sinsabor que satisfacción genuina de un placer que sea sano. 

Y todo esto puede ser dicho mucho más simplemente, desplegando ahora sensaciones concretas, imágenes que pueden ser rápidamente compartidas, por quien disfrute de saber más de lo que pasa cuando emite palabras al aire. Vamos entonces, ya estamos hablando, esta emisión misma se puede transformar en aire si alguien la lee en voz alta o en electricidad si están sus neuronas preguntándose qué es lo que se está queriendo decir en esta espiral inquieta de frases, las que, una a una, suman letras, preparan espacios, limpian la ruta de la nieve espesa de lo incomprensible y se muestran. 

El lenguaje, dice con certeza este texto, puede acariciar, cuando se encamina a los oídos con gracia de belleza y empatía. O puede ser fuente de dolor, cuando lacera el alma de quien se ve involucrado en juegos de conceptos que suelen ser denominados como bromas, como chistes, como ironías, como ocurrencias. Decir esto no implica no haber pasado por muchas instancias, innumerables, donde la boca se abre para dejar salir un dardo hacia la sensibilidad ajena, con la esperanza de que haya una risa colectiva que vuelva las miradas grupales hacia esa fase que creemos a salvo de críticas, el cerebro. Así, cuando largamos frases que pretender dar gracia sin prevenirnos antes de que puedan estar hiriendo a un otro, nos abrazamos a construcciones de conceptos ingeniosos en lugar de expresar un afecto que sea prólogo genuino de un abrazo sincero, espontáneo, nacido de dos o más que están en confianza, en una red cariñosa de seres que no teman ser heridos por palabras pinchudas.

Y he aquí una primera aclaración que el texto mismo dicta al mirarse a sí mismo, curioso de estar siendo preciso y ordenado, con fines de ser fiel con lo que siente que es su misión en el universo de los textos espontáneos. Lo que dictan estas palabras a sus continuadoras es que el que lanza el veneno por su boca primero debe haberlo producido en su cuerpo, los contenidos surgen del aparato generador, tienen que ahondar en sensaciones propias para lograr la alquimia perversa de lo que se produce para lograr una burla. Y si la boca larga la daga, los labios deben de guardar mucho del filo para carcomer, poco a poco, las propias fibras perceptivas de belleza y armonía. El que se viste con telas irónicas, amanecerá desnudo de paz la mañana que menos lo espere. Y pocos puede haber a su alrededor que quieran taparlo, porque si fue construyendo sus grupos con esa vibración a cuestas, no será allí donde nazca tan fácilmente una voluntad rápida y sensible que traiga mantas reconfortantes al desnudo soldado del sarcasmo.

A veces se escapa, estas palabras no son jueces de la conducta ni se rasgan las vestiduras en estas noches donde el invierno ya se empieza a sentir en la piel. Lo que hablan estas ganas de decir con paz las cosas que pueden hacer que esta vivencia interna desaparezca, es eso, dejar una nota en la mesa del desayuno, para que la lea alguien que está ahí, que pudo sentir un apretón suave de manos o una caricia en la cabeza atestada de pensamientos sin rumbo. Lo que le dicen es, pueden darse calor entre ustedes, queridas neuronas, amarse de impulsos afectivos, antes que desabrigarse con esas construcciones mentales donde sean pocos los que se rían y muchos más los que quieran alejarse de ese cuerpo que emita bombardeos de palabras cuando se siente solo y no sabe como desarmar su malestar, para ser uno más en la ronda de seres sosegados, juntos, calentándose los pies alrededor del fuego de la cercanía. Por eso, porque el encuentro se desea, porque estas manos que  escriben pueden ser conjuro de armonía posible de encontrar, lanzo a los cielos un gesto de cariño por todos los seres que estamos en la tierra, para que de una vuelta por todos los rincones y atraviese los miedos a ser quienes somos. Porque todos nacimos para estar calmos, seguros, protegidos, por un calor feliz, que está bien cerca, ahora, alrededor, bien cerca. Salgamos a la historia, que tenemos muchas palabras suaves, potentes, creadoras, para abrir la puerta. Y salir a jugar.