sensaciones y pensamientos


Escrituras



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11.4.24

Palomas, perros y agua


Decidí despertar. Era levantarme, tal vez la palabra justa, la que describiría mi deseo de estar lúcido, pero a la vez aún dentro de esa atmófera del sueño que viví recién. Hay una luz, una neblina que era otra cosa, una especie de espesura, delgada y consistente, habitando todo ese espacio, que conocía, que descubro ahora que lo escribo, que reconstruyo, evoco y sueño. 

Estaba entrando en un lugar que fue mío, escribo ahora, cuando una parte del sitio de donde salen las palabras me dictaba la frase "casa de mi infancia", o "casa de mi mamá y mi papá", o solamente "la casa". Era el fondo de ese hogar de mucho tiempo. Y entraba como deslizándome, pero al mismo tiempo con los pies firmes, en la tierra. 

Veía un árbol, puede ser el ginkgo biloba que plantó alguna vez, con mi hermano, mi papá. Y que yo fotografié con placer estético y voluntad inmersa de diálogo con él, en un tiempo no tan lejano, poco después de que él y ella murieran, con pocos meses de distancia. 

En el árbol, delante, había una silla, vacía. Pero sólo para la primera vision. Porque junto con una sensacion de suave regocijo pude ver muchas palomas, que rodeaban ese espacio donde podía estar sentada mi mamá. No es que la viera, ni siquiera percibo la claridad de sentirla. Es más bien una certeza que intento desplegar ahora, la sensación de estar viviendo un despetar dentro del mismo sueño, una especie de revelación suave, que me hizo querer fotografiar una escena cargada de belleza, que era mucho más que todo lo que trato de decir con esa palabra. 

Las palomas hacían una especie de círculo en la silla, como habitando a drede, en su danza, el lugar donde podría caber un cuerpo, pero no cualquier cuerpo. Sabía (sé) que era mi mamá, era su presencia. Entonces no podía decírmelo con esta forma de seguridad con que ahora lo digo. Era algo perceptible, pero que no precisaba de que lo materializara en la conciencia de esta manera.

Cuando quise fotografiar esa danza voladora (que reconstruyo o invento ahora como un dibujo grupal de un 8 en el vacío lleno de una luminosidad espesa y calma) una paloma se me vino encima. Y me hizo trastabillar, sin que su gesto haya sido violento. Me tocó, me hizo caer. Pero mi cuerpo no se movió. Fue como si algo me hubiese atravesado, pero quedándose en el espacio de mi cuerpo, alojándose en el interior mismo de mi corporalidad, habitándome con fortaleza y decisión. Y constituyendo, una especie de aviso sin palabras, que expresaba una forma de total certeza, conceptual y etérea, de que eso no tenía que ser así, no iba a poder fotografiar nada. Pero no se trataba de ninguna reprimenda aleccionadora, no era un decir que estaba haciendo algo mal. Era un baño de solidez, una inundación de sentido natural, de verdad sólida y posible de extenderse a través de mi cuerpo.

Lo que vino, lo que fue, lo que traigo ahora como imagen y vivencia, fue estar sentado, en una silla, en el espacio vacío de una pileta sin agua. Era la piscina de esa casa, la que se construyó cerca de mis once años. Puedo recordar hasta hoy, también como un sueño, una especie de goce cálido el tiempo en que todo era ladrillos, cemento, lajas y un pozo enorme. Esa construcción había implicado un cambio en la vida de la familia, mi papá había conseguido un trabajo de mayor remuneración económica. Y esa pileta implicaba que las cosas empezaban a estar mejor. 

Desde la silla, en el espacio vacío de la pileta, podía ver las palomas, que iban y venían, pero algo pasaba también, que me hace pensar en agua y en la aparición de la palabra inundación hace unos minutos, en este mismo relato. Algún evento ligado al agua, a la sensación de agua moviéndose por detrás de mí, pasando por debajo de mis pies, pero sin verla, solo sintiendola y tal vez escuchando ese movimiento. Pienso ahora en el acto mismo de llenar esa pileta, que fue seguramente un evento en sí mismo, uno de esas situaciones que implican una observación y un deseo. Porque cuando era niño, dar inicio al llenado de agua era un acontecimiento. Tal vez la dejábamos llenarse toda una noche, pero ese recuerdo no llega con mucha presencia, sólo se aparece un anhelo de que aconteciera por fin el estado de completud, para vivir el arrojo feliz a sus fauces acuáticas.

Lo que vino después es borroso. No había agua, pero me sentía más cerca de la superficie, como si pudiese ver el pasto desde su misma altura, no desde el fondo de la pileta, pero tampoco es que me percibiese flotando. Y aparecían muchos perros, de todos lados, con regalo de calidez, con un cariño sonoro que no traía estridencia alguna que le diese aspectos no disfrutables a la experiencia. 

Y me encontré, de repente, hablando con los vecinos de siempre, en un tiempo que percibía como muy presente, era un ahora cercano a este lugar de la escritura misma de este sueño. Eran Alicia y Carlos, cerca de mi silla, más próxima ella. El estaba como rodeando la escena, pero también dentro. Algo hablabamos, o se daba alguna especie de gestualidad y palabras, construyendo en conjunto un reporte inmediato de lo que me había pasado y de lo que seguía pasando. En ese relato, inmaterial pero plagado de transmisiones inmediatas, estaban presentes las imágenes o sensaciones que ahora emito a través de las palabras "Palomas, perros y agua". 

No es que hablara de su presencia, ni que evocara a mi mamá en ese relato, pero mucho de todo eso que estaba vivo en esa flotación con los pies en el suelo se podía expresar en esa mímica danzada que nos hacía estar dentro de una sensación feliz de entendimiento. 

Las palabras llegaron cuando mire a Alicia a los ojos. y le pregunté si aún guardaba un sol de noche que había estado mucho tiempo en nuestra casa y que yo les había regalado en la etapa en que, con mi hermano, estábamos vaciándola de objetos. Debo de haber buscado una razón lógica que revistiese de necesidad práctica ese pedido, pero no sé si llegué a expresarla. Solo creo saber que llegué a hacer la pregunta, pero no se aparece tan clara la respuesta. Ya empezaba a desvanecerse el sueño y con el despertar llegó, paulatina, pero urgente, la voluntad de escribir lo que había pasado, en este sueño del que ahora dejo una huella, en este relato con palomas, agua y muchos perros. 

27.9.15

sentires




eternidad de amores



Tiempos de mucha belleza, de corazones encendidos de entusiasmo, de sexos que saben elegir, de instintos que galopan el alma, de pensamientos que saben ser sangre, de miradas que aman ser penetrantes, de amores que adoran ser eternidad, de silencios que calman vientos, de paciencias que son amanecer de lo que se transforma, lo que renace, lo que corre con certeza, lo que se duerme con sonidos de lago violeta y se despierta, con truenos cálidos, en noches de eclipse.


Diego Oscar Ramos

25.8.13

Visiones

Encuentros verdaderos



Hay misterios, hay verdades, hay secretos, hay preguntas, hay silencios, hay respuestas. Y en cada segundo podemos habitar y ser habitados por todo eso, sutil y majestuoso,  que se manifiesta en lo que fuimos, somos y seremos.



Diego Oscar Ramos 
(texto y dibujo)




Es algo que pasa cuando podemos despejar las capas que anteceden el contacto directo. Es más bien el camino entre las ganas de llegar a ese sitio y la sensación de tener las manos sobre la masa, con el amor que requiere cualquier manera de amasado. Y toda forma de encuentro.

Es eso que se abre cuando dos miradas se dejan de pensar, para transparentarse en el tacto de las pupilas, que danzan la memoria del ensanchamiento y la contracción, como vía directa, sin tumbos ni desvíos, hacia el goce de verse de pie. Y firmes ante vientos helados, que empiezan a calentarse sólo por acariciar la entereza de los que saben que quieren, que pueden y que deben estar ahí, afiebrados de movimientos leves, que hipnotizan a las nubes.

Es esto, que toco, que invento, que reconozco, que descubro, que dejo que me toque con piel de crayones derretidos sobre un papel con sabiduría de vacío, lleno de goces ante la materia viva que dibuja palabras y escribe soles desnudos, que navegan trayectorias iguales, cambiantes, eternas.

Es así, en este deambular de silencios míos, de temblores nuestros, de sonidos de todos, como penetro la distancia que se desvanece con mi afecto, para mirarle la cara a la esfinge, con seguridad, pero sin desafíos, porque los dos sabemos, ahora, que la valentía no requiere de pruebas y que todo lo que debía hacerse ya aconteció, en el mareo de siglos que antecedieron a este encuentro sin acertijos.

Es aquí, en el marco de un cuadro que se pinta con los dedos contentos, donde me ilustro con sonidos que excitan y calman, que conocen los ritmos con que la luna acaricia a los hombres que han hablado con el dragón que la habita y saben que santo es aquel que reconoce que hay fuego en su vientre y agua en sus manos.

Es a mí, en la línea que va de los pies a los astros que aman esta caminata sin inicio, a quien hablan las voces de un sueño que está siendo, donde caballos blancos, princesas inquietas, fieras solitarias, lanzas afiladas y verdades sólidas llegan juntos para abrazarme, bien fuerte, y decirme, con mi propia voz, que estamos listos.

  

23.6.13

Rituales nocturnos


Soltar la lengua


Hay momentos donde las preguntas se van a dormir, los padres de la razón se van de vacaciones y las palabras se abrazan, en desmesura cálida.



Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



Es así, lo siento en este momento, ni antes ni después, ni en alguna vez que hay que buscar en la gatera de las sensaciones, donde los maullidos del pensamiento perruno nos dicen que para encontrar algunos recuerdos hay que saber la contraseña, pero en el momento exacto en el cual nos la piden, porque no vale ir a buscarla en el papel donde alguna vez la anotamos para no olvidarla.

Es de noche, o más bien es madrugada, es alguna forma de anotaciones en la pared del temporal, son diseños nocturnos, con paquetes de sal arrojados al viento, como si los matrimonios que se han celebrado siguieran pidiendo elementos blancuzcos sobre las cabezas que ya no están así, como mirando al futuro, donde el arroz pueda confundirse con lo que sala la existencia.

Es silencio de negras, es un pentagrama vacío, en espera de guirnaldas estridentes que lo digan todo de una vez, sin pausas de espera a que el director vuelva a la sala, luego de sus salidas para fumarse la música que aún no trajo, para dejar a todos los instrumentistas con más aire del que sus bolsillos contienen para que su mano pueda entrar, cuando afuera hace frío, y las horas de ensayo terminaron.

Es sabido que nada se sabe, pero también se desconoce todo lo que está del lado absoluto del vacío, con tantos vasos de alcohol derramados en mesas de bares, cuando el mundo se podía desarmar en un soliloquio desesperado, mientras los cometas esperan que la idea precisa alumbre alguna mirada, que se transforme en caricia, para que el planeta salga disparado hacia fuera de la galaxia, en un periplo que tal vez tenga su linda lógica.

Es lluvia en los ojos, es invierno en la avenida, es calor en el grito feliz con que te abrazo esta temporada de vegetales arriba de la cocina, de fieras tranquilas, pastando la calma de un universo que ya no quiere carne animal en las mandíbulas humanas y una soledad de carnívoros vive acercándose al sol, para limpiarse el frío de las comidas últimas que coronaron su lejanía.

Es ahora que entiendo que cada idea se balancea sobre un mapa de raspones, todos juntos, en trayectoria de río caudaloso, rememorando caídas ciclísticas que son saber moverse en el hielo que una vez fue un lago, donde nadaban las monjas nudistas que celebraban su fe, desprovistas de hábitos antiguos.

Es que esta vez nada hay que desmentir a los testigos de los que armaron las valijas porque tenían que irse temprano, para despertar a los pájaros que arman bataholas en los árboles donde los ojos de los que quieren seguir durmiendo lanzan bombas de impaciencia. 

Es como si las palabras me dieran besos en las piernas, para que este minuto, las deje acolchonarse, juntitas, dándose calor, amándose de formas suaves, e invitándome a la fiesta de lo que no importa saber, para mirar al cielo y ofrecerse sin dudas a cuidar de todo, para soltar lo innecesario, antes de que el borde de las cosas se ponga cargoso y nos quiera hacer creer que lo que sentimos tiene nombre y lo que adoramos duerme abajo de la cama.


Es porque sí, nos fuimos a pasear, dejamos que la inconsciencia baile con las tías macanudas, para que lo justo sea necesario y la soledad una fruta abrillantada en el pan dulce que las deja mudas, al salirse del molde, para bailar en los salones navideños, en libertad de rito hecho cuando tiene que hacerse, sin almanaques ni rutinas que nieguen la magia, que te toca la punta de los dedos, para que te acuestes con ella. Y la multipliques. 


26.7.12

Despertares


¡Por fin te encuentro!

Tiempos de palabras que entusiasman, con el cuerpo en el aire. Y el alma en la tierra.


Diego Oscar Ramos


Carta para el que soy. En un futuro que se abre en este instante de floración.


Hay un sonido que se expande desde el punto más central de la médula. Y una pureza que me espera en la puerta.


Carta para el que se ríe de noche, cuando ve faroles que se acarician con la neblina y dejan espacios de bonita confusión, en luces y sombras que se pliegan, sin temor al desvanecimiento.


Hay una paloma que se apoya en el borde del abismo, con alas limpias y el pico en alto. Mis ojos la miran, cerca del calor sedoso de saberme presente.


Carta para el que está siendo. En un ahora que tiene millones de células latiendo y una percepción del camino que nace para pies con zapatos despiertos. Y el alma lista.

18.3.11

Rituales de agua

Abrazo de sal


Juntos, sintieron que las voces del mar los llamaban. Y aceptaron el bautismo húmedo.








Diego Oscar Ramos




En la mañana en que los anillos llegaron a su puerta, se levantó con las primeras gotas del sol. Se afeitó con todo el jabón que encontró, miró la última arruga en su alegría nueva y abrió los brazos.

Desnudó de roces viejos la camisa más amable, plantó semillas, como lo habían indicado en el local de los árboles fieles, antes de diseñar las entradas y salidas de un laberinto húmedo.

Todos los pasos coincidieron con la memoria de lo que llegó dictado, con mapas e ilustraciones, en los sueños con bruma dulce. Entonces sintió que era momento para dedicarse un minuto lúcido en su juego con espadas de agua.

Miró al cielo del mediodía tibio, mojó sus dedos en la hierba,  olió el ímpetu caluroso de los ánimos veraniegos. Y tomó la mano de la mujer de tules violetas.

Con signos de albahaca entre los dedos, dejó que el aroma a hierba fraterna dibujara un marco delicado. Y penetró suave en el idioma de los deseos femeninos.

Se conjugó al instante una protección perfumada, un conjuro de palabras de néctar y caricias de seda, bajo la sombra sabrosa de cientos de uvas frescas.

Cuando supieron que era el tiempo, alejaron nubes de tormenta con ojos de firmeza y caminaron hacia el mar, en silencio.

En los bordes del mundo, dejaron que la sal brillara en sus pies, miraron al cielo con ojos de pez y se arrodillaron juntos, entregando su orgullo a las aguas. 


1.2.11

Rituales cotidianos

Ceremonia solar


Sensaciones de calor y buenaventura, en un verano que inquieta, por suerte, las necesidades de encuentro con lo más sabroso de lo que somos.


Diego Oscar Ramos


La mañana surge en medio de la despedida de las tormentas.

Me despierto con la sonrisa de lo que nace atento, con las manos abiertas a las manzanas que se ofrecen a mi nacimiento. Una rosa llena de rocío marea a quien se atreve a perderse en su centro. Poco hay tan intenso como llegar hasta el fondo de su atracción, regarse de aromas húmedos. Y salir, bien despacio, para jugar a la realidad en los jardines del rey que todos somos.

La noche es una promesa que llegará como reflejo de otras flores que regalan sorpresas a exploradores que navegan su conciencia muda en otros continentes. Ahora es una espesura luminosa, una marejada de espuma salada, lo que se ofrece como melodía principal de esta celebración de lo propio.

Me reconozco en la caminata, en el despliegue de pasos calmos que saben el rumbo que la naturaleza dispone. Soy quien anda y quien reconoce que mueve los pies con certeza, aún sabiendo que lo que comanda los pensamientos tiene dudas en el catálogo de sus maravillas humanas. 

La luz es una llamada al desplazamiento, al desperezar incomodidades, para encolumnarse en las filas de seres que encuentran mucho más que lo que buscan, que se emocionan más de lo que planifican, que sienten tantísimo más que lo que razonan. 

Me sé caminante, dueño de un mapa que se va dibujando cada segundo que el sol se posa sobre sus átomos, rediseñando en su superficie rutas, ríos, ciudades, bosques, poblados, montañas, que me piden que los conozca, que salga de lo sabido. Para penetrar en lo que me mostrará gotas nuevas de mis aguaceros y carteles nuevos en mis colecciones de señales.

La sombra es la escalera escondida, que nos lleva del lado espejado, al rincón donde pocos se animan a observarse sin que los ojos participen de la aventura. Elevarse es llegar hasta el racimo más alto del árbol de moras, sin ponerse de puntas de pie, ni romper las ramas más cercanas o derramar el banquete que puede ser de muchos.

Me cocino a fuego lento, tranquilo, en la vereda soleada. Me empiezo a saborear, ya mismo, en los aromas de las especias viajeras, las que me tiro encima, sin preguntas ni medidas, para resaltar con alegría mis regiones más propicias a la fiesta. Cuando estoy listo, puedo percibirlo, sé que mis blanduras son un goce seguro para un universo listo para disfrutar tanto de mi carne como de mis ideas.

La mañana de verano acompaña la sensación de cambio. Y permanece fiel, en su caricia de temperatura, a todos los caminantes que la celebran. Siendo quienes son y andando por donde deben andar. Mientras el día los mire de frente y la noche los espere despierta. 



17.2.10

Encuentros y despedidas

Soltar amarras

Reencontrarnos con quienes somos. 










Diego Oscar Ramos - Dedicado a Rolando Toro Araneda.


Sentir que somos, que estamos, que nacimos muchas veces de nuevo, cuando pudimos vernos en la mirada emocionada de otros, en su plenitud de estar mirándonos con los ojos brillosos. 

Sentir que sentimos, que somos, ahora, que crecimos con cada momento en que soltamos amarras, para jugar como niños, con toda la armonía y la alegría que da saberse sonreír, en este mismo instante de la escritura, que deja de preguntarse por lo que puedan decir los que miran desde afuera y desde adentro del texto, porque lo más placentero es percibirse con el vientre, con las vísceras, con la potencia en vibración máxima de todo el cuerpo siendo uno, en un abrazo, en una danza de conexión real, contenta, inocente, seductora, amorosa, afectiva, integradora, con nosotros mismos siendo lo que somos, lo que está impreso en nuestra realidad, esa verdad que trasciende todas las razones por las que hayamos disuelto muchas veces nuestro pacto germinal con nuestro ser verdadero.

Sentir que hay seres eternos, que nos han ayudado con su haberse dejado ser, con su haber soltado amarras a tiempo, para crearse únicos, ellos mismos, los que vinieron al mundo para hacer algo que tenían que hacer, que no dudaron en concretar, que se entregaron a la misión de lo que los llamó con urgencia cariñosa para que su huella fuese un espejo sutil y fulgurante de lo que ellos mismos lograron sentir de lo que eran, de cómo eran y cómo habían podido reencontrarse con su fuente de verdad absoluta porque lo quisieron profundamente.

Sentir como máximo deseo, en este instante, de querer a un nivel infinito la integración con la alegría de desear, con el éxtasis de ser el sentimiento con las compuertas abiertas, como quien sale corriendo al encuentro de la gloria máxima de estar siendo, de estar compartiendo el encontrarse con cuerpos abiertos de mirada transparente, sentida, verdadera, amorosa.

Sentir que queremos despedir con el corazón abierto a todos los humanos más humanos que hemos conocido, que nos han regalado su estar enteros y su firmeza en este universo de goces y respuestas, de sabores y presencias, de multitudes y encuentros. 

Sentir que amamos agradecer a los que se quisieron amar para poder abrirse a lo humano con el alma suave, preparada para recibir el afecto de todos los que comienzan a disfrutar de reconocerse en la mullidez de lo fraterno, lo que le habla directamente a la sensación, presente, poderosa, de estar vivos, ahora.

  

19.11.09

Regalos y decisiones

Darle voz a la magia


Hay instantes de cielo, todo el tiempo, momentos de gracia leve, susurrante, que nos dan la máxima alegría. Y suelen hablarnos, cuando nos decidimos a lanzar señales, desde nuestra faz más luminosa. 




Diego Oscar Ramos




         Todo el tiempo es posible hacer magia. Hay siempre un segundo donde un acto puede variar todo el recorrido, como mover con precisión una ficha de dominó para que el dibujo final tenga la belleza de lo que se generó con fluidez y determinación. Algunos hablan de psicomagia, otros no le ponen palabras y algunos sólo tienen actos de fuerte presencia y decisión, como si la duda no hubiese sido ajustada como parámetro posible en su software básico. Otros tantos, más allá de todas las historias que nos hayan constituido como personas, hacemos de todo para bajarnos softwares alternativos que le den más swing a nuestras vidas, rogando porque la compatibilidad técnica sea un proceso que vaya cumpliéndose con la máxima armonía posible. Claro que en cualquiera de estos procesos de cambio, de adaptación, de incorporación de otras maneras de accionar, puede haber todo tipo de reacciones y lo que evaluamos, los carteles ruidosos que saltan a la pantalla del sentir, pueden alarmarnos, para pedirnos que nos quedemos con lo conocido, con el sistema operativo de siempre, para qué más ventanas, para qué mirar las cosas del mundo bajo otra plataforma. Ojo, mucha mirada del alma, mucho llamado de lo más profundo del ser para detectar la malicia impresa en esos llamados chirriantes a la quietud y el conformismo. Porque si bien hay que estar atento a todos los mensajes del cuerpo, la cabeza parece demorar más en percibir la introducción de programas que van siendo o serán positivos para la totalidad del sistema, haciendo que la performance global con la que interactuemos con las personas y las cosas tenga la belleza de lo que anda sin tropezarse ni hacerse muchas preguntas. Siempre admiré a los que actúan con energía y certeza, sobre todo aquellos que el tiempo me ha mostrado que lo hacían desde su lado más luminoso. Porque no es el caso de admirar a cualquier desbocado que arroje todos sus caballos sin mirar si en su camino destruye delicados tesoros. De por sí, toda efervescencia la siento como peligrosa y mala consejera, a nos ser que recordemos aquella hermosa sensación efervescente al poner sobres de Vitamina C en un vaso de agua. Todo lo demás, digo ahora con menos temor a la exageración que necesidad de sentar algunas bases fuertes, lo pongo en el lugar de lo innecesario, de la bravuconería existencial más que de la firmeza de carácter ya elogiada. Es que lo que tiene razón de ser no precisa de gritos o violencia para encontrar el lugar que la vida le dará con gracia si sabe escucharse, antes de dar sus pasos en el andarivel de lo que sucede. Digamos, repitamos, reconozcamos, que es muy difícil relacionar el goce con la rispidez, por más que hasta haya mucho arte humano basado en lo que raspa, en la enunciación de lo que deja sabores amargos y en toda una serie de bombas de estruendo basadas en la queja. Como desde esta pluma han salido unas cuantas explosiones verbales en distintas épocas, estas palabras saben lo que se siente estando en la plataforma de la insistencia febril en que los aconteceres se acomoden a la voluntad egoica del que espera que las cosas lleguen hacia él. Y así no funciona la vida, o es un camino que deparará pocas sonrisas. Para encaminarnos ahora mismo hacia otros pueblos del andar, soplemos sentidos acariciantes alrededor, miremos con alegría lo más alegre que se manifieste ante nuestras ganas más frescas de ser quienes somos, para antenarnos a la frecuencia donde todo acontece, donde la espera ni se percibe, porque la búsqueda de resultados inmediatos de algunas acciones mutó en movimientos continuos que partieron de una decisión de alineación, de hacer el amor en la cocina de los pasos sabios, de moverse con la música de la integración de lo que pudo estar separado, cuando primaba la búsqueda y los caminos parecían llamarnos por separado, acudiendo al mismo tiempo, con la única posibilidad de convertir nuestro ser en enjambre de exploradores, opción que puede habernos dado instantes de sorpresas, riesgos y tesoros. Bienaventurados los que supieron recorrerse con pasión, para juntarse en la senda de lo que unifica, lo que tiene un solo canto, más vibrante que monocorde, más armónico que apenas un poema de una sola palabra, más placentero que cualquier rincón de alteración profana de los sentidos. Todos tenemos un switch de lo sagrado, lo que aleja las dudas y nos transforma en andantes maravillosos de la aventura constante, escritores caminantes de una gloria hecha de signos coloridos, profetas seguros de lo que traemos en las alforjas. Hoy me hice un regalo, homenaje a mi propia voz y a todos los decires benditos que mis oídos recojan, para repartir sentidos luminosos, con cada pisada segura. Y alegre.   

7.11.09

Cartas y homenajes

Poeta sonoro


Palabras de homenaje, escritas en 1996 y presentadas aquí en una remezcla leve, para llegar al corazón del impulso básico de agradecimiento, por tanta fuente de placer y alegría.


Diego Oscar Ramos 


       Poeta sonoro, arquitecto de frágiles moradas de belleza, te escribo para hablar de otra forma, distinta a la de conversar con tus palabras y melodías que fuiste depositando en el tiempo, en ese portugués cuyo perfume aprendimos a querer en el susurro pensador de Vinicius, en el armónico timbre de João Gilberto, en la resonante gravedad de María Bethania o en los poderosos arrullos de Marisa Monte. Y desde siempre en tu voz, en tus canciones, en la sonoridad de las danzantes notas de tus escalas, de esos saltos entre agudos vertiginosos y esos tonos graves que golpean cavidades profundas de nuestra sensibilidad. Tu voz está ante la melancolía y cuando la alegría inunda el cuerpo. Escribo porque necesito devolverte algo, dar correspondencia a todos los momentos en que tus construcciones de armonía y ritmo ayudaron a estar bien o iluminar el ánimo. Hace poco, durante un reencuentro con un antiguo amigo, toda diferencia hecha por el tiempo pareció borrarse, cuando tu música sirvió de vínculo y compartíamos la sensación de que tus canciones hacían bien al espíritu. Y creo que en eso está todo, lo importante, lograr sentir que las almas pueden comunicarse, que "tudo é musical* y que en el centro de todo está la fuerza, el poder que puede latir en algo tan sencillo como una canción. Quiero agradecerte, brindarte mi saludo fraterno y mi homenaje, a ese corazón de poeta que nos lleva hacia fiestas inmensas y nos hermana en lanzar sentido en cada paso, en cada palabra escogida. Y doy gracias también, por tu espíritu inquieto y por la dulzura y la paz que tus melodías más intensas nos regalan. Poeta sonoro, gracias por entregarnos tu mirada, por llevarnos a los rincones que tu alma sensible explora, por saludarnos con los ritmos de tus ideas armónicas. Desde Buenos Aires un oído contento te saluda.




* Musical


Tudo é um
tudo é mil
tudo acaba

e nada tem fim
tudo bem

tudo mal
tudo azul

nada é assim
tudo discorda

em harmonia
universal
tudo é assim
musical
e no centro de tudo



eu e voce


(del disco UNS)

4.11.09

Ser y estar



Flotación

Ceremonia de soltar amarras, percibirse y renacer.

Diego Oscar Ramos 

Palabras de aliento, de suspensión de las incertidumbres, de flotación en un mar espeso, lleno de minerales que dejan la piel en amantazgo universal, en pausa de creencia de separación con todo lo que está por fuera y por dentro. 


Palabras de sorpresa, de creencia en todo lo que es todo, que es infinitamente igual a lo que es igual, lo que vendría a ser ese todo que fue nombrado y seguirá siéndolo, por los siglos de los siglos, mientras haya bocas que quieran pronunciar lo que nace de esta certidumbre de estar junto a lo que es, lo que se manifiesta, lo que está, desde siempre, hasta cuando aún no se había inventado el principio.


Palabras de respiración, de aire soplando, cálido, por las tuberías donde el alma danza  juguetonas trayectorias, haciendo que el fuelle de la vida cante, en su desplazamiento binario, abriendo y cerrando los canales por donde las cosas se mueven, viajan, cambian y se transforman en otras, tan diferentes, tan iguales, tan células, átomos, electrones de lo que sabe esconderse, para que podamos encontrarnos mientras lo buscamos.


Palabras de fe, de rodillas cómodas en plegaria necesaria para que todo pedido nazca del corazón y la mente limpia, del cuerpo atento a las señales de lo que nos observa mientras nos ponemos en posición de rezo, para acariciarnos con su presencia y concedernos paz, por el sólo hecho de sentirnos en conexión con fuerzas mucho más potentes que las vibraciones eléctricas que construyen los pensamientos de orgullo.


Palabras de caricia, de fuente de calma acuática, de sosiego solar, de caricia salada en un cuerpo relajado, suelto de dudas y lleno de signos de confianza, en lo que escucha de sus músculos, en lo que decide con inmediatez y en los desplazamientos donde va llevándose a sí mismo, seguro y paciente, señor de cada movimiento y espectador activo, de los rumbos para él señalados. 


Palabras de presencia, de solidez, de fortaleza llena de tesoros para compartir, para esparcir e intercambiar, construyendo mundos de ferias eternas, ambulantes, de encuentros fluidos y sentidos agradecidos, por la variedad y la belleza, que nacen de la voluntad de regocijo y movimiento. 


Palabras de fundación, de apertura de puertas y ventanas, de elevación de promesas, de anuncio de victorias y celebración de humildades, de mirada firme en los ojos hallados, al caminar, paso por paso, segundo por segundo, hacia el umbral, brillante y eterno, donde nos será dado, el honor del nacimiento. Una vez más. 

2.8.09

Gestos y eternidades

Antena húmeda
.
Un gesto puede abrir la llave del código de lo que existe.
.
Diego Oscar Ramos
.
Acabo de recordarte, te hago en la imagen que se apareció sin control, como en sueños arropados en miles de mantas, como en ronda de fotos que se abrazan en tarde de cine continuado.

Te miro entre las risas de las imágenes, te beso en la frente y gozo con tu dejarte querer, con la simpatía con que dejás entrar al mundo todo, entero, brillante, por la antena húmeda que se abre cuando sentís el afecto real.

Acabo de darme cuenta de la conexión, de que soy parte de esa corriente de intercambio vivo con todo lo que se mueve alrededor de un gesto de cariño, de verdad pura abrazando un tiempo que se desvanece cuando hacemos la conexión, cuando damos y recibimos un torrente de átomos felices por ser parte de algo que crece.

Me miro en un verano de bichitos de luz girando su intermitencia luminosa por sobre nuestros cuerpos, ofrendando una sincronización repentina que le da más fuerza a esa antena que construimos con nuestro gesto, atrayendo ahora toda la materia del mundo, el código entero de lo que existe, para celebrar la apuesta positiva.

Acabo de vernos, aquí mismo, en este invierno de soles encendidos y te traigo nuevamente, te acepto presente en cada instante en que hago fuego con ramas, cuando camino mirando las formas únicas en que la belleza se manifiesta, al abrazarme con las palabras para cantarme un feliz cumpleaños o cuando suelto las sogas para ser baile con paraguas, cantando inspirado por la lluvia.

Nos miro desde adentro del mirar que se hace con ojos atentos y sé que todo está naciendo. La mesa está puesta, el mantel es del más suave lino y los alimentos no paran de multiplicarse. Te tomo de las manos, acepto la ceremonia. Y digo que sí.