sensaciones y pensamientos


Escrituras



13.3.24

Paraíso conejo


         

    El plan era alimentar un conejo. Así lo había expresado explícitamente mi hijo. El mismo eligió la zanahoria precisa, grande. Nada de esa pequeñez que yo había elegido inicialmente. Fue lógica la forma en la que elegí la que encajaba perfectamente en una presunción, alimentada por indicios de vivencias previas. Sentí que alcanzaba con llevar esa zanahoria, mediana para mi percepción, pero minúscula para una mirada de entusiasmo total. Unas semanas antes, habíamos ido a una granja cercana, donde no tuvimos la suerte de ver un conejo. A esa casa llena de  gansos, patos, faisanes, gallinas, gallos, perros y, por lo menos, un conejo, solemos ir en épica de paseos inmemoriales, desde que Valentino tenía un año. 

    La última vez que pasamos, semanas atrás, que a sus cuatro años puede ser siglos y que a mi medio siglo puede parecer un episodio acontecido hace un rato. La memoria nos decía a los dos cosas diferentes, o puede ser que las conclusiones lo fueran. Mi sensación era que podía llegar a pasar lo mismo. Como solamente tenían un conejo, que solía estar en un sitio apartado de la casa, era fácil que tampoco ahora tuviésemos chance de que nos lo trajeran para verlo. Pero mi hijo mantenía un entusiasmo tal, que quiso que lleváramos la zanahora más grande, con la certeza de que podríamos alimentarlo. Le hice caso, pelé un poco superficialmente su cáscara y guardé el cuchillo en la mochila.  

    Al llegar a la granja, en medio de ladridos insistentes del comando perruno del lugar, llegué a divisar un hombre en una parte lejana  del espacio. Entre niveles altos de la voz y señas corporales precisas, la comunicación con el hombre dio como resultado la confirmación de que no había posibilidad de traer el conejo. Hasta me pareció comprender que ya no había conejo alguno en la casa. 

    Antes de llegar a este momento de dura revelación, habíamos pasado por un terreno alambrado, donde una yegua y su potrillo habían establecido bella charla con nosotros, que por un instante me hizo dudar en guardar la zanahoria para la indudable aparición del conejo. Mis palabras fueron claras, Si no aparece, podemos volver a darles la zanahorlia a la mamá y su cría. La negativa de mi hijo fue tajante, drástica y segura, regalándome un NO que me trajo entonces al centro mismo del presente y al objetivo real de la misión que habíamos emprendido. La zanahora era para alimentar un conejo.

    Al salir de la granja, la promesa cercana del mar, diluyó cualquier atisbo de frustración. También habíamos planeado juntar agua en unas botellas. El cumplimiento del objetivo se convirtió en un presente de más de una hora. En muchos momentos las nubes de lluvia cercana se corrieron, para que los rayos de sol le diesen un carácter muy atemporal a todo, luego de todo un día donde la nubladez fue signo climático que parecía querer ser total para toda la jornada. Aunque nunca nada parece final y definitivo cerca del mar, donde vivimos. Jugamos, de pantalones cortos y piernas en el agua del mar, juntada también en instantes de honor por cumplir la misión. Y de disfrute porque sí, porque estaba buenísimo estar ahí, con el sol dando esa alegría específica, tan solar, tan ella misma. 

    El goce de la aventura de andar entre piedras marítimas, algas y arena, dio energía extra a las piernas, que avanzaron un buen tramo, hasta una zona de acantilados, rocas enormes para prevenir derrumbes, gente pescando sin pensar en la erosión costera y un perro feliz, que compartía certero su agilidad. Pasaron varias vidas en esas andanzas, hasta que volvimos, tierra arriba, para comenzar con suavidad el regreso a casa. Fue momento entonces, del clásico UPA, luego de compartir un pan, que fue objeto de nutrición y punto de pasaje. Sin hambre, o con menos, el sueño se volvió potente, en el balanceo de la caminata. Y el cuerpo más pequeño, cobró ese peso extra que trae el soltarse al dormir en calma, con entrega absoluta. Hice unas cuadras así, recomponiendo el sistema a los cambios del peso. Y fue allí, cuando lo vi. 

    Estaba a pocos metros, con sus orejas larguísimas y su actitud, de tranquilidad astuta. Llamé a Valentino, con suavidad intensa. Y le dije que mirara lo que teníamos delante: un hermoso conejo, negro y marrón, sentado en una vereda.  Algo se acomodó en ese momento, en la mente, en el cuerpo, en el alma, como si un mensaje, sin palabras ni alegorías fijas, acariciase un punto interno donde la vida se siente como orden y sentido, certeza y silencio. Bajé a mi hijo, que habló entonces de su poder de sigilo. Llegó en varios pasos a esa palabra, fue probando leves variantes, hasta alcanzar con gracia su meta.Y con el sentido de esa palabra en su cuerpo, fue acercándose al conejo, que apenas se movió unos centímetros ante su presencia. Busqué entonces la zanahoria. Y corté unos pedazos pequeños. Se los dí a mi hijo, que los puso cerca al conejo. Arrojé también, con suavidad, algunos pedazos, pero el conejo apenas parecía interesado en ese alimento que los dibujos animados de mi infancia siempre indicaron como el más apreciado por estos animales. 

    Fuimos buscando estrategias. Y dejamos de buscarlas. El conejo estaba más interesado por el pasto. Me quedé sentado y disfruté de los movimientos que mi hijo hacía para lograr la cercanía imperturbable del conejo. En ese tiempo, que nada parecía a lo que creemos saber sobre su naturaleza, algo pasó. Algo me pasó: una especie de congelamiento cálido, donde me sentía observación y vivencia, vacío y temple.Valentino ya habia cruzado la calle, siguiendo al animal en leve huída. Estaba provisto de los pedazos de zanahoria que había dejado el conejo en la vereda, por timidez o instinto. Con disfrute de observación y total presncia, me quedé sentado, embriagado de una sensación de inmaterialidad que volvía todo más suave, más intenso, más colorido.

    Al rato, el conejo se alejó, hacia el fondo de una casa. Y fue signo de nueva bisagra en nuestro paseo. Caminamos con rumbo, casi definido, tendiente al regreso, pero también entregados a un andar sin cálculos. Anduvimos por calles precisas y entramos a un camino inesperado de monte. En las subidas y bajadas de ese andar, movimos unas ramas y nos dimos cuenta que estábamos bajando hacia la calle de la graja, cuya guardia perruna nos escoltó, apenas nos vio, hacia la salida de su territorio.Una cuadra después, volvimos al terreno cercado, que a Valentino le parecía una gran jaula, donde la madre y su hijo potrillo reverenciaron de inmediato nuestra presencia. Saqué entonces lo que quedaba de la zanahoria y la partí en varios pedazos, que les ofrecimos, contentos, colmados de una forma de satisfacción que parecía, también, tan suave, tan intensa, tan llena de colores vivos. 



4.9.16

Hermosas cotidianidades


HISTORIAS QUE LA 
MÚSICA HACE BROTAR


Salía con muchos instrumentos percusivos en bicicleta, como suelo hacer para ir a ensayos o performances diversas y se me acercó un hombre que trabaja en un lavadero de autos que está al lado de mi casa. Y al instante en que cargaba mi queridísimo zurdo, me dice que siempre me veía cargar instrumentos, me pregunta si era músico y a poco de contarle algunos detalles de mi presente sonoro, me cuenta su historia. 

Es peruano, hace dos años que está en el país y hacía 35 que había dejado de tocar la guitarra, "por cuestiones del trago". Ya me había pasado, hace muchos años, que un percusionista amigo, super talentoso, decidió dejar de tocar en un grupo que compartíamos, antes mismo de salir a tocar en vivo, porque quería ser firme con su decisión de dejar de tomar alcohol y pensaba que el ambiente nocturno podía llenarlo de tentaciones peligrosas para su iniciativa. 

Recordé de inmediato este episodio, también que fue mi amigo brasilero en etapa de limpieza del alcohol quien me presentó a una chica percusionista que terminó siendo una de las almas más hermosas que la vida me regaló conocer. Al instante de salir para el ensayo, si bien estaba cargadísimo, me sentía super liviano, con el eco de la sonrisa del amigo del lavadero de autos, hablando de su guitarra, sin melancolía ni arrepentimiento alguno, como quien habla de un amor que, aún en la distancia y la partida apasionada, le dio algo hermoso a su vida, que permanece vivo.

22.7.16

INTUICIONES

CUALIDAD VIBRATORIA

Arte, sexo, comunicación, conocimiento.


Hace días que se me aparece una y otra vez una unión de palabras: cualidad vibratoria. Y tiene tanto que ver con lo que puede pasar con una pintura, como lo que se percibe en una persona. Si estamos atentos a este elemento, comenzando con una cuidada y valiente autopercepción, estamos ante un potencial tester. Ver cómo están vibrando los colores de una imagen, si colaboran entre sí, si se potencian, si hablan entre sí, si se superponen, si dejan espacio para la potencia colectiva, si están pidiendo observación personalísima. Todo esto puede sentirse de manera intuitiva, también la manera en que vibra una persona que nos abraza, al tiempo que nos regala una preciosa información sobre nuestro estado. 

El cuerpo sabe la verdad de cada instante, no sólo en la mirada, que es un tester maravilloso, sino en toda la piel. El tema básico es desaprender muchas cosas, una de ellas es el creer sólo en la palabra, el poner al aparato pensante como el que nos da las guías más precisas. Y no es así, es sólo parte de un sistema, que integrado a la sensorialidad total, da claves de lo que estamos viviendo. En la sexualidad es lo mismo, se hablan cosas realmente absurdas, ponemos a la eficiencia en juego, eso es funesto, porque forma parte de los mandatos más horrorosos de esta civilización, los que nos han fragmentado como seres, los que nos hacen competir con los demás en lugar de compartir la belleza que traemos, única, cuyo brillo se expande al combinarse con el de los demás. 

No tiene el más mínimo sentido el buscar en la sexualidad un lugar de prueba de alguna forma de sabiduría amatoria, porque lo único que realmente llena el alma es cuando se establece un acto intenso de comunicación. Y ahí vuelve la cualidad vibratoria, es impresionante lo que puede llegar a sentirse, en cuerpo y alma abrazados de goce, cuando nos permitimos hacer del encuentro sexual una manera de enlazar con potencia esa sutileza enorme que nos habita. Puede ser llamado de tantra parte de esa búsqueda, pero siento que es algo mucho más grande, es la entrega real a la unión, total, primero con todo lo que somos, para comunicarnos con nuestra energía esencial. Y si eso empieza a acontecer, habrá certeza hermosa que comunicar al otro ser con el que compartimos un deseo increíble de contacto, con goce, afecto, cuidado y amor: seguramente la vibración más refinada y placentera.

Diego O. Ramos

20.7.16

Manifiesto urgente

REFUNDACIÓN DE LA HUMANIDAD

Por favor, basta de marketing, de reacciones estudiadas, de entrenamientos del comportamiento y estrategias de expresión.

Por favor, regreso gozoso a lo real, espontáneo, emergente, genuino. 

Viva el instinto afectivo, el disfrute del cuidado, el orgasmo espiritual de la comunicación real entre las personas. 

Estamos vivos, no necesitamos actuar, las poses son para los maniquíes. 

Dejemos para siempre a las ambiciones frustrantes y violentas del cálculo racional de beneficios. 

Y andemos con pasos nacidos del alma.

17.6.16

integración

Buen día. 

El inconsciente se abraza con el espíritu, en danza de apertura a lo que está. Más allá de todo saber. Y en medio de todo sentir.

reflexiones sensoriales

Apuntes sobre IMPROVISACIÓN

Hay un instante, donde el juego y la consciencia observadora se unen. Y a la vez se sueltan. Ese momento, de enorme gozo, puede dar a un instrumentista improvisador el placer de deslizarse por una narración sonora espontánea, con una certeza técnica y emocional de dimensiones tal vez extrasensoriales. 


La sensación de no habitualidad, seguramente, se deba a la relajación extrema del juego, que a la vez se manifiesta con un alto nivel de conciencia. Además, se da cierta forma intensa de composición en tiempo real donde, estemos trabajando solos o en grupo, sabemos lo que hay que hacer. Transitamos formas o intenciones, que parecieran provenir de una matriz que se nos presenta muy precisa y contundente.

pensamientos en bici

BICI . PAPÁ . CALMA


Pasó en un segundo que duró varios días. Iba en bici por Viamonte, en realidad comenzó a pasar apenas doblé por esa calle. Se me vino el recuerdo muy placentero, de tardes de paseo céntrico con mi papá y mi hermano, en vacaciones de invierno. Ahora al escribir se me viene la sensación de caminatas por Parque Lezama, como una especie de diálogo con el niño que una vez pasó por ahí y prendió la máquina de grabar situaciones disfrutables. Pero hablábamos de la calle Viamonte, ahí había un salón comedor de su obra social, en un subsuelo misterioso, donde tomábamos unos sabrosos cafés con leche con torta de ricota. 

Ya escribí sobre eso, hace unos años, porque esas tardes se consolidaron en mis recuerdos como tiempos compartidos con mi papá que me hacían muy bien. Lo que hoy complementó corporalmente ese viejo registro fue la sensación de que en ese momento mi papá estaba muy tranquilo, su estado corporal, me vino el recuerdo como en conexión directa con el niño pequeño que tenía la máquina perceptiva en modo captar lo más que pudiese. Y lo que se tradujo en mí fue ese estado especial de calma, que me hacía sentir muy unido a él en esas tardes de paseo, de una manera que no era tan habitual en lo cotidiano, en la casa, diariamente. 


Tal vez pudiese registrar otras formas de tensión que en el hogar se le venían al cuerpo, rigidizándonos a los dos. Es que la marca sensorial que recordé hoy, hace unas horas, fue un estado de mutua calma, donde el amor podía circular de manera mucho más fluida. No es que sólo pasara en esos paseos, pero algo de intensidad afectiva tenían que hizo que mi persona sintiera alguna forma de recomendación espontánea, vaya a saber desde qué centro observador interno, para guardar muy bien esa información de un modo (relajado y amoroso) de estar en la vida

14.5.16

Celebración

Celebración de lo íntimo, lo eterno, el soplo de huracán microscópico, la purga necesaria del tiempo ido.

Celebración del espacio sonoro, del diálogo intenso con lo que está presente y con lo que quiere manifestarse.

Celebración pequeña, solitaria, vociferante de planetas observando el abrazo necesario, y la palabra compartida.

Celebración silenciosa, arenosa, metafórica y concreta, amante de lo que se reúne por empatía y lo que se aleja por aventura.

Celebración de lo que es, lo que abre palacios humildes y expande la belleza de los detalles, en la expresión de lo indivisible.

Celebración de la certeza, que hace nacer mitologías, en la punta de los dedos y en el centro del átomo querido.

Celebración animal, amorosa, urgente, en los ojos de mis manos y las canciones de mis caricias.

2.5.16

APUNTES SOBRE ACTOS SIMBÓLICOS

Dejar el signo abierto a las lecturas múltiples. Vivir como acto de amor al diálogo que deja espacios para entendimientos mutantes. Saber que hay una clave, afectiva, en que el ser tenga una presencia potente en la emisión. Confiar en la permanencia viva, intensa, de la esencia, en todas las escuchas atentas del símbolo.

28.4.16

manifiesto espontáneo


Vivir el arte liberador, su potencia, en un ahora constante es enormemente más interesante que convertirse en historiador o adorador de etapas del arte en las que se lograron frutos emancipadores. Y buscar, una y otra vez, como podamos, como aprendamos, la manera en experimentar la alegría estética más intensa, me parece tanto más poderoso que apenas conformarnos en ser fanáticos de algunos artistas que sentimos que pudieron acceder a la genialidad de hacer lo que realmente querían hacer.

21.4.16

mapa y territorio

Símbolo: guía o mareo.

Una carta es una carta. Un dibujo es un dibujo. O todo lo que puede emanar de ellos, lo que pueda desatar de lo anudado, lo que pueda amplificar de lo no escuchado. Pero delante, al costado, alrededor, antes, después, en el inicio, está la vida misma. Y si el juego con los símbolos nos marea, podemos creer que la existencia es apenas el manejo de los elementos simbólicos, creyendo que sólo se trata de navegar con cierta destreza un mar de imágenes o sonidos que embriaguen los sentidos de otros seres. Pero antes que convertirse en sacerdote de un culto mesiánico, cuánto mejor crear un mundo donde todos los seres tengan una claridad del poder de ciertos mensajes cifrados, para conocer poéticamente la belleza paradisíaca del mundo como es, en su intensidad más abrumadora y afectiva. Y si esto parece muy lejano, alcanza con vivir la hermosura de un abrazo dado con el corazón abierto al misterio, antes que perderse en una glorificación fría de cualquier sistema religioso de observar la realidad. Podemos compartir algunas barcas simbólicas para andar sobre las aguas de lo desconocido, pero siempre atentos a que tenemos pies para correr felices por la tierra firme, de lo que simplemente es.

26.1.16

Confluencias

Acto de magia

Al escuchar por primera vez el disco Blackstar de David Bowie, tal fue la sensación de trance gozoso con su potencia sonora y su universo esotérico, que antes que analizarlo técnicamente, necesité dibujar el mundo misterioso hacia donde me llevaba.

Diego Oscar Ramos - Enero 2016.

Publicado originalmente en el blog Audio Profesional y Producción Musical , a cargo dela artista múltiple y aventurera vital Iris Etcheverry, que así presenta el texto: Esta sección pretende relatar las emociones que nos convergen cuando escuchamos música, cuando descubrimos y nos interpela un artista. Debido a la impronta que aun deja su partida hacia nuevos mundos de David Bowie y aun escuchando su música, su ultimo legado , llega a mis manos una serie de dibujos de Diego Ramos, músico, escritor, andariego y tantas cosas. Además les adjunto un relato que le pedí para acompasar nuestro viaje por los caminos del esoterismo bowienano.


Estoy escuchando el hipnótico Blackstar, el tema que da inicio y nombre al último disco de David Bowie. Una bola de sonido crece como hermosa provocación para la mente, un bajo machacante le habla a mi vientre y una voz de poderoso lirismo acaricia el lugar del cuerpo o del alma donde se vive lo poético. Es eso, para hablar de Bowie hay que dejarse poseer como en un ritual vudú, bailar con las palabras, rendirse a un trance que interrumpa el sentido con que se mueven o permanecen inmóviles las cosas. Bowie es y será un acto de magia que tiene muchas puertas para ingresar en su compresión, aunque tal vez una sola para vivirlo con totalidad. Eso es, apenas, una entrega absoluta a otros estados de conciencia a los que su voz, sobre todo, como una especie de amuleto sonoro, nos va conduciendo en la gran mayoría de sus discos.
Se ha hablado mucho de lo libertario que trajo su juego con la ambigüedad sexual, sobre todo cuando prácticamente dio forma con su estética a lo que se llamó glam rock, pero aún siendo verdad, hay que tener en cuenta algunos detalles. Y es que el hecho mismo de que esa fase estuviera representada por su personaje Ziggy Stardust, un ser tan impactante por su androginia como por su naturaleza extraterrena, da cuenta de esa habilidad suya por instalar en su obra un universo estético que les escapaba a cualquier descripción apenas como un arte desestabilizador del orden moral occidental judeocristiano. Tampoco su magia puede reducirse a su teatralidad, porque si fuese sólo por su histrionismo, podría comparárselo con artistas como Peter Gabriel, también afecto a las máscaras y los disfraces, esencialmente en su trabajo con Génesis pero Bowie es mucho más que el componente teatral.
Vuelvo a poner el foco en cierto carácter expansor de la conciencia, muy central en su obra, incluso hasta en los 80, donde su super hit Let´s dance le trajo un público masivo que abrió su creación hacia los estadios y le trajo tal vez las críticas más feroces. Fue justamente en esta fase donde supe de David Bowie, imantado por esas canciones que eran mucho más que bailables, porque algo en los sonidos elegidos y sobre todo en la épica forma de cantar, lo ponían en un lugar sumamente diferente al de grupos de moda por entonces, como Durán Durán o Tears for fears. Es que no era sólo cantar en agudos increíbles o con un carácter sumamente expresivo. Te podía ayudar a bailar, pero en su apropiación del sonido funk pop había una operación estética que convertía esas canciones, como diría el gran Caetano Veloso sobre su trabajo en el mismo período de tiempo, una especie de conversación personal con esos géneros. Nunca apenas una renuncia al arte aparentemente serio para convertirse en una repetidora insulsa de sonoridades de moda. Por el contrario, siempre estuvo presente un cierto misterio personal, que hasta en ese presente ultra danzable podía olerse, como signo de una personalidad que ya ha transitado unos cuantos caminos de exploración personal, incluyendo desde una pasión temporal por drogas duras como la cocaína a la investigación en diversas filosofías esotéricas.  Es ese camino del que ha habitado abismos y ha podido salir antes de ser devorado por las fieras que protegen los secretos del lado salvaje, ese que también conoció y al que le cantó su amigo Lou Reed, el que se respira en todo lo que ha grabado Bowie. Y aunque eso no quiere decir que todos sus discos sean disfrutables o trascendentes, hay creadores a los que siempre dan ganas de prestar atención.
En ese sentido, luego de un disco de regreso, The Next day en 2013,  que no había imantado con escucha pasional mi sensorialidad, pero sí habían llamado mi atención sobre la aparición explícita de simbología esotérica en algunos de sus videos, la llegada de Blackstar me atrajo desde días antes de su salida oficial. Fui literalmente capturado por el trance al que invoca el track inicial, desde el momento en que se difundió su clip indudablemente esotérico. De eso ya se ha escrito y se seguirá escribiendo, pero lo que me pasó al tener ya conmigo las siete canciones, un día antes de que se editara oficialmente, fue como revivir mi primer contacto con su música. Tenía ocho años, mis padres me habían regalado un grabador y una caja con cintas de audio, en una selección variadísima que incluía el disco Heroes, una de sus grabaciones claves, para muchos el centro de su viaje más refinado y potente. Con los paisajes más oníricos, cinematográficos, como el tema Neuköln, me iba literalmente de viaje, ingresando a una  dimensión que, más que servir de escape de la realidad, expandía preciosamente los sentidos.
Con la escucha atenta y a la vez relajada de Blackstar, como no me había pasado nuevamente con ningún otro disco suyo a ese nivel, algo hipnótico me llamó con fuerza. Y la mejor manera de hablar con ese impulso sonoro, antes que desplegar la máquina analítica para ver cómo había combinado climas cercanos al free jazz con rítmicas asociables al hip hop menos ortodoxo, fue ponerme a dibujar. Así, de cada canción fue naciendo una imagen, que respondía a lo que sentía con la música en sí antes que alguna asociación directa con las letras. Y fueron las voces, increíblemente procesadas junto a su productor histórico Tony Visconti, las que me causaron un éxtasis inmediato. Fue muy placentero jugar un diálogo libre con esos sonidos. De muchas formas, hacerlo fue también lanzar un link hacia el niño que descubría imágenes increíbles con la música más celebrada de Bowie. Y que hoy sonríe, agradecido de que me siga entregando con pasión a esas músicas con alma viajera que regalan puertas a muchas dimensiones. Y amplifican lo que sabemos de la vida. Y también de la muerte.

Diego Oscar Ramos

En orden de aparición, los dibujos nacidos a partir de improvisaciones hechas dejando sonando cada uno de los temas, individualmente, en repeat, en los casos en que llevaba más tiempo terminar la imagen.


01 - Blackstar



2 - 'Tis a Pity She Was a Whore




3- Lazarus




4 - Sue (Or in a Season of Crime)



5 - Girl Loves Me



6- Dollar Days


7 - I Can't Give Everything Away




15.1.16

PAPEL ENCONTRADO

Ermitaños y profetas

El abrazo y el desierto

Aunque sea un animal de naturaleza social y afectiva, el hombre parece necesitar del pasaje por el vacío absoluto para sentir en totalidad - con su cuerpo,  su mente y su alma - la vastedad que lo rodea y da forma a su vida. Los paisajes desérticos, cuna esencial de nuestras grandes religiones, pueden ser una vía de transformación y purificación o apenas un sitio, físico o mental, donde perderse.   

Diego Oscar Ramos (2003)


Pensar y sentir. El animal humano tiene la capacidad de analizar las experiencias que le acontecen y de poder construir universos en su mente, órgano que le ha sabido dar identidad como animal que, además de sentir, piensa. Pero nada puede ser pensado de la forma en que es sentido. Ni siquiera lo que se siente y después se lo piensa, ocupando espacio en pensar lo que ya aconteció antes que procurar sensaciones nuevas. Un pensamiento puede provocar una sensación corporal o una emoción y hasta generar cierto espesor de materia en la mente. Pero la sensación nunca puede ser igual al pensamiento de lo sentido, ni siquiera mediante el intento de reconstruir mentalmente sensaciones ya experimentadas. La sensación es comunicación del cuerpo con el afuera, el pensamiento es clausura del contacto y apertura al interior. 

Silenciar las voces. Se habla de un hombre en soledad cuando está sin compañía de otro hombre. Pero ¿sólo eso es la soledad? ¿O es que se puede no estar solo si se está en relación con otras especies que no sean humanos? Más aún, si los cuerpos son entidades abiertas en relación de interconexión en constante intercambio, ¿la soledad sería una situación delimitada a la ausencia de contacto con otro ser de la misma especie? Y, además, ¿el estar en compañía se mide por el compartir formas de vínculo imposibles de establecer con otras entidades vivas que no sean humanas?

Saberse animal. Si el estar en compañía se define por vincularse con otro de la misma especie, puede compartirse un espacio físico con otro ser humano sin que necesariamente se cumplan vías de contacto que no podrían darse con seres de otra especie. Se puede estar en una habitación con otra persona sin hablarle ni mirarlo, ignorando su presencia, algo que un animal no haría, porque no pone frenos a sus sensaciones con el pensamiento. Por esta actitud abierta al mundo que tiene el animal, que no especula ni finge, pueden entenderse ideas como las de la famosa frase: “cuanto más conozco al hombre más quiero a mi perro”. Estas palabras muestran un rechazo filosófico a la creencia de que sólo puede estarse en completud con otro humano, claro que pueden haber surgido de un filósofo tan mordaz como incapaz de salir de sí para ir al encuentro puro con otro ser también deseoso de sentir. Algo que no le aconteció al que dijo que “es mejor estar solo que mal acompañado”, ingenio popular que aunque aporte una verdad parcial no regala claves de convivencia sana para no desear la ausencia de contacto humano.

Buscar el aislamiento. Los ermitaños buscan en el aislamiento un contacto directo con fuerzas naturales, internas y externas a su ser. La clave del alejarse del contacto con otros seres de la misma especie parece ser la necesidad de lograr una purificación personal de las formas de percibir y sentir. Si bien no todos los ermitaños propugnan un misticismo que pretenda mejorar los vínculos entre seres humanos, hasta las religiones que basan su doctrina en el concepto de amor incondicional hacia todo ser humano han tenido figuras centrales que debieron pasar por el desierto. Solo así accedieron, vivencialmente, a la idea de ver y sentir la afectividad como necesidad vital de cada ser, para vivir sano, alegre y feliz. 

Vivir el desierto. Todos los grandes profetas han tenido su temporada desértica, sus vacaciones sensoriales y de contacto con otros seres. Como si en el paisaje de arena el contacto con ciertas formas vivas fuera menor, como si los sentidos se enfrentaran con un vacío necesario para renovar la manera de usar la mente, los sentidos y el espíritu. Y es el sentido de la vista el que primero se ve despojado de variedad de estímulos, aunque no haya poco que observar en los paisajes de la arena o la nieve, de la sal o del hielo. Nada es lo mismo que antes, ni siquiera el pensamiento, cuando se tiene un contacto prolongado con esas geografías áridas.

Escuchar el vacío. El hombre en soledad vive el vacío de contacto: nadie le habla, nadie lo mira, nadie lo toca, nadie lo escucha. Ningún humano al menos. Su vacío es de humanidad. El hombre en la soledad de la arena se habla a sí mismo, se escucha, presiente las voces y las palabras que repite sin que le pertenezcan del todo. En su ayuno de alimento y percepciones habituales, en su aislamiento del contacto fluido con la vida como le ha sido dada, vivencia una ruptura. Todo en él grita un gesto silencioso de retirada del mundo de los hombres.

Salir del aislamiento. El ermitaño abandona su abandono y con él pasa a ser profeta de lo que vendrá a partir del desierto superado. Siente con menos preguntas lo que llegó a su vacío como completud necesaria. Nada hay dentro suyo que aún cante alabanzas a una identidad conformada en un mar de reflejos ajenos. El es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será, todo lo nuevo que estará mudando de colores, eternamente.

Anunciar la mutación. Caminar de regreso es la necesidad de creer en la posibilidad del retorno, aunque no haya en realidad una vuelta atrás en el fluir de lo que acontece eternamente. Las líneas copulan con los círculos de lo que va y viene. La poética del encuentro gozoso renueva siempre a los seres y espacios que interceptan sus trayectorias. El que regresa es siempre otro distinto, lo que se anuncia es la mutación, lo que ha dejado de ser, lo que no tiene retorno. Lo mismo sería la repetición forzada de lo que ha dejado de ser. Lo imprevisto, en cambio, es siempre un presente del destino. 

Entrar en contacto. El hombre nuevo huele árboles y vientos, escucha todas las voces que hablan en superposición placentera y respetuosa. Entra en contacto con todo lo que llega a su encuentro, no sólo sus manos lo ayudan a tocar un mundo más brillante. Todo es vastedad próxima, accesible, musical, donde encuentra, a su paso calmo, seres como él a los que percibe con todo el cuerpo. Eleva su voz al cielo y grita con dulzura tres palabras: “siento, luego existo”. Algunos lo escuchan, otros lo ignoran y unos cuantos lo abrazan, riendo juntos; sanos, alegres y felices. 


12.10.15

Papeles encontrados



Fragilidade nua

Vivir en verticalidad
Esquecer o horizonte
Ser hombre mujer
Mulher homem
Ser matriz
Raíz fértil
Ser sorpresa cálida
Sombre sonriente
Fragilidade nua

Vivir en fertilidad
Olvidar el horizonte
Penetrar el instante
La verdad sólida
Que se abre
Vital
En el vértice
De los tiempos.

Ser rasguido vivo
Vontade melódica
De cuerpo transparente

Ser mulher homem
Vegetal de carne vibrante

Ser matriz
Veloz
Inmóvil
Calma
Firme

Ser olho virgem
Memoria precisa
Mirada abierta
Ser homem mulher
Planta

Ser rugido
De árbol inquieto
Ser danza inmóvil

Ser neblina
Molécula errante
De agua doce

Ser sorriso
novo
eterno

ser alarido
pálpebra grácil
vértice viajero

ser humano
desnudo
ágil
mutante
despierto
ser hombre mujer
matriz feroz
ser eu
agora

diego oscar ramos

mayo 2000
Salvador - Bahia



27.9.15

sentires




eternidad de amores



Tiempos de mucha belleza, de corazones encendidos de entusiasmo, de sexos que saben elegir, de instintos que galopan el alma, de pensamientos que saben ser sangre, de miradas que aman ser penetrantes, de amores que adoran ser eternidad, de silencios que calman vientos, de paciencias que son amanecer de lo que se transforma, lo que renace, lo que corre con certeza, lo que se duerme con sonidos de lago violeta y se despierta, con truenos cálidos, en noches de eclipse.


Diego Oscar Ramos

10.3.15

Devaneos


Todo blanco


Hace mucho, un rato apenas del cosmos, me devanaba los sesos pensando en los bordes inexistentes del universo. Y la nada se aparecía.

Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)

        Primero era la imagen de una goma blanca, de esas de la escuela, no la que era mitad roja y mitad azul, una para borrar lápiz y otra para borrar tinta. No, era una goma toda blanca, rectangular, blanquísima, sin una gota de mugre, nada de nada. Eso: nada de nada.

         Estaba recostado sobre una pared, en la terraza de mi casa. Entonces era mi casa, no pensaba en la casa de mis padres, eso era mi casa, era el mundo. Y la imagen de la goma blanca, aparecía cuando pensaba en todo. O en la nada que aparece cuando se quiere pensar en todo. Estaba debajo del tanque de agua. Y se me venía la imagen de una enorme goma de borrar, como la que tenía en la cartuchera, pero mucho más grande, más que toda la casa, el jardín, el barrio, la ciudad, el país que podía percibir por el mapa de la escuela. Y era una goma que borraba todo, que crecía, para arriba, para abajo, para los costados, para adelante y para atrás, cuando trataba de pensar en el infinito. Porque dejaba que la mente empezara a viajar por el espacio, pasaban estrellas, planetas, galaxias, constelaciones, todo lo que podía haber visto en las enciclopedias científicas, pero nadie había explicado como podía existir algo que no tiene bordes. 

        Estaba acostado sobre una pared, debajo del tanque de agua, tratando de pensar en lo que había más allá de todos los límites del universo. Y la respiración se aceleraba, cuando las imágenes no aparecían, cuando la goma de borrar dejaba de tener dimensiones, porque la sensación de no poder entender algo que no tiene bordes generaba un estallido neuronal, un orgasmo mudo de incomprensión que ponía todo en blanco. Y la goma se convertía en hoja lisa, porque había borrado su volumen. Todo era esa superficie sin bordes, sin abajo, ni arriba, sin atrás ni adelante, sin nada de nada. Sin todo. 




11.1.15

Expresiones húmedas


Amor de andantes

Emociones que trazan caminos de vida entusiasta, se aparecen en una mañana levemente melancólica, para desandar las distancias y acercar los vínculos más amados a un espacio atemporal. Y sanador.


Diego Oscar Ramos(texto e imagen)




Te hablo a través de velos que se deshacen en el aire, se vuelven fuego, lenguas de viento caliente sobre tu cuerpo.



Te miro desde adentro de tu vagina, caminando entre terremotos de cualquier melancolía, por sobre las paredes húmedas de mi felicidad sin símbolos.



Te siento cercana a mis pupilas, encendidas con manos renovadas, pacientes de tus silencios, embriagadas de historias que tejemos, pedaleando tormentas de arena, contentísimos.



Te huelo las sensaciones de pacificación intuitiva, la sabiduría de ojos que miran desde un paraíso de tiempo vivido, la calma de un alma que me regala bailes acuáticos, memorables.



Te traigo al presente de lo que se reconstruye, constantemente, con barro de miel en los dedos, y la alegría sutil del andante, que reconoce a otro por sus piernas vociferantes. Y el respeto natural por los destinos propios, susurrados en noches de andanzas compartidas.



Te celebro, compañera de placeres vitales, llantos de preguntas sobre el tiempo, abrazos emotivos sobre árboles llenos de frutas, risotadas refrescantes en la casas de dragones tiernos,



Te agradezco, aventurera movediza, dibujante de seres amados, cocinera de verdades sensibles, por todo lo que descubro, cuando te escribo, y me acaricio con esa parte de tu ser que se queda siempre conmigo, despertándome.




28.10.14

MEDITACIONES

Mantra amoroso


Algunas palabras, transformadas en sonido rítmico, hipnótico, musical, pueden dar salud. Y ser fuente de encuentro.






Diego Oscar Ramos
(texto y pintura) 



calma

aumento de la percepción

hallar lo que sobra en nuestra escultura personal

soltarlo

cueste la resistencia que cueste

agradecer haber percibido la resistencia

poner luz en ese lugar

llorar si el cuerpo lo propone

mirar alrededor de la herida

llevar una escalera

ver desde más arriba la situación

rodear con suavidad la escena

en desplazamientos espirales

susurrar voces de amor comprensivo, esclarecedor, verdadero

al niño, al adolescente, al adulto, al anciano, al alma que somos

darle caricias a todos los que fuimos y soplar aire fresco, limpio de tristeza

al que ya empezamos a ser

al reconocernos, nuevos, eternos, sanos, amados

merecedores de vida continuamente en el lado de la presencia amorosa

entera, continua, sin escapes de nosotros mismos

con seguridad de lo que nos hace bien

con certeza de zonas de acción 

o mejor con alegría de estar ciento por ciento en el lugar que vayamos estando

para transmitir entusiasmo de estar vivos

respirar como nueva caricia

mirarse a los ojos, en lo primero que veamos al abrirlos

abrazar la mirada cariñosa que nos devuelve el mundo, ahora

despertar

continuar el viaje

y seguir andando

enteros.