sensaciones y pensamientos


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26.1.16

Confluencias

Acto de magia

Al escuchar por primera vez el disco Blackstar de David Bowie, tal fue la sensación de trance gozoso con su potencia sonora y su universo esotérico, que antes que analizarlo técnicamente, necesité dibujar el mundo misterioso hacia donde me llevaba.

Diego Oscar Ramos - Enero 2016.

Publicado originalmente en el blog Audio Profesional y Producción Musical , a cargo dela artista múltiple y aventurera vital Iris Etcheverry, que así presenta el texto: Esta sección pretende relatar las emociones que nos convergen cuando escuchamos música, cuando descubrimos y nos interpela un artista. Debido a la impronta que aun deja su partida hacia nuevos mundos de David Bowie y aun escuchando su música, su ultimo legado , llega a mis manos una serie de dibujos de Diego Ramos, músico, escritor, andariego y tantas cosas. Además les adjunto un relato que le pedí para acompasar nuestro viaje por los caminos del esoterismo bowienano.


Estoy escuchando el hipnótico Blackstar, el tema que da inicio y nombre al último disco de David Bowie. Una bola de sonido crece como hermosa provocación para la mente, un bajo machacante le habla a mi vientre y una voz de poderoso lirismo acaricia el lugar del cuerpo o del alma donde se vive lo poético. Es eso, para hablar de Bowie hay que dejarse poseer como en un ritual vudú, bailar con las palabras, rendirse a un trance que interrumpa el sentido con que se mueven o permanecen inmóviles las cosas. Bowie es y será un acto de magia que tiene muchas puertas para ingresar en su compresión, aunque tal vez una sola para vivirlo con totalidad. Eso es, apenas, una entrega absoluta a otros estados de conciencia a los que su voz, sobre todo, como una especie de amuleto sonoro, nos va conduciendo en la gran mayoría de sus discos.
Se ha hablado mucho de lo libertario que trajo su juego con la ambigüedad sexual, sobre todo cuando prácticamente dio forma con su estética a lo que se llamó glam rock, pero aún siendo verdad, hay que tener en cuenta algunos detalles. Y es que el hecho mismo de que esa fase estuviera representada por su personaje Ziggy Stardust, un ser tan impactante por su androginia como por su naturaleza extraterrena, da cuenta de esa habilidad suya por instalar en su obra un universo estético que les escapaba a cualquier descripción apenas como un arte desestabilizador del orden moral occidental judeocristiano. Tampoco su magia puede reducirse a su teatralidad, porque si fuese sólo por su histrionismo, podría comparárselo con artistas como Peter Gabriel, también afecto a las máscaras y los disfraces, esencialmente en su trabajo con Génesis pero Bowie es mucho más que el componente teatral.
Vuelvo a poner el foco en cierto carácter expansor de la conciencia, muy central en su obra, incluso hasta en los 80, donde su super hit Let´s dance le trajo un público masivo que abrió su creación hacia los estadios y le trajo tal vez las críticas más feroces. Fue justamente en esta fase donde supe de David Bowie, imantado por esas canciones que eran mucho más que bailables, porque algo en los sonidos elegidos y sobre todo en la épica forma de cantar, lo ponían en un lugar sumamente diferente al de grupos de moda por entonces, como Durán Durán o Tears for fears. Es que no era sólo cantar en agudos increíbles o con un carácter sumamente expresivo. Te podía ayudar a bailar, pero en su apropiación del sonido funk pop había una operación estética que convertía esas canciones, como diría el gran Caetano Veloso sobre su trabajo en el mismo período de tiempo, una especie de conversación personal con esos géneros. Nunca apenas una renuncia al arte aparentemente serio para convertirse en una repetidora insulsa de sonoridades de moda. Por el contrario, siempre estuvo presente un cierto misterio personal, que hasta en ese presente ultra danzable podía olerse, como signo de una personalidad que ya ha transitado unos cuantos caminos de exploración personal, incluyendo desde una pasión temporal por drogas duras como la cocaína a la investigación en diversas filosofías esotéricas.  Es ese camino del que ha habitado abismos y ha podido salir antes de ser devorado por las fieras que protegen los secretos del lado salvaje, ese que también conoció y al que le cantó su amigo Lou Reed, el que se respira en todo lo que ha grabado Bowie. Y aunque eso no quiere decir que todos sus discos sean disfrutables o trascendentes, hay creadores a los que siempre dan ganas de prestar atención.
En ese sentido, luego de un disco de regreso, The Next day en 2013,  que no había imantado con escucha pasional mi sensorialidad, pero sí habían llamado mi atención sobre la aparición explícita de simbología esotérica en algunos de sus videos, la llegada de Blackstar me atrajo desde días antes de su salida oficial. Fui literalmente capturado por el trance al que invoca el track inicial, desde el momento en que se difundió su clip indudablemente esotérico. De eso ya se ha escrito y se seguirá escribiendo, pero lo que me pasó al tener ya conmigo las siete canciones, un día antes de que se editara oficialmente, fue como revivir mi primer contacto con su música. Tenía ocho años, mis padres me habían regalado un grabador y una caja con cintas de audio, en una selección variadísima que incluía el disco Heroes, una de sus grabaciones claves, para muchos el centro de su viaje más refinado y potente. Con los paisajes más oníricos, cinematográficos, como el tema Neuköln, me iba literalmente de viaje, ingresando a una  dimensión que, más que servir de escape de la realidad, expandía preciosamente los sentidos.
Con la escucha atenta y a la vez relajada de Blackstar, como no me había pasado nuevamente con ningún otro disco suyo a ese nivel, algo hipnótico me llamó con fuerza. Y la mejor manera de hablar con ese impulso sonoro, antes que desplegar la máquina analítica para ver cómo había combinado climas cercanos al free jazz con rítmicas asociables al hip hop menos ortodoxo, fue ponerme a dibujar. Así, de cada canción fue naciendo una imagen, que respondía a lo que sentía con la música en sí antes que alguna asociación directa con las letras. Y fueron las voces, increíblemente procesadas junto a su productor histórico Tony Visconti, las que me causaron un éxtasis inmediato. Fue muy placentero jugar un diálogo libre con esos sonidos. De muchas formas, hacerlo fue también lanzar un link hacia el niño que descubría imágenes increíbles con la música más celebrada de Bowie. Y que hoy sonríe, agradecido de que me siga entregando con pasión a esas músicas con alma viajera que regalan puertas a muchas dimensiones. Y amplifican lo que sabemos de la vida. Y también de la muerte.

Diego Oscar Ramos

En orden de aparición, los dibujos nacidos a partir de improvisaciones hechas dejando sonando cada uno de los temas, individualmente, en repeat, en los casos en que llevaba más tiempo terminar la imagen.


01 - Blackstar



2 - 'Tis a Pity She Was a Whore




3- Lazarus




4 - Sue (Or in a Season of Crime)



5 - Girl Loves Me



6- Dollar Days


7 - I Can't Give Everything Away




1.5.10

Arte y gratitud

Tempo, tempo, tempo

Sensaciones de eternidad y agradecimiento, por la belleza y el don de verdad regalado en tantas canciones de Caetano Veloso, escritas a horas de su primer recital al aire libre en Buenos Aires.

Diego Oscar Ramos (texto y foto)

   Hace muchos años que tu voz me habla, directamente, como una fuente de sensaciones que llegan, que nacen, que van y vienen. Desde la primera vez que realmente presté atención a ese don de la naturaleza que se da en algunas tantas de tus canciones, cuando más directamente pareces estar alineado, como en un riel por donde tu mente, tu sensibilidad, tus intenciones y tu expresión van unidas, provocando un remolino de aguas amables en quien te escucha cantar.
   Hace muchos años que tu voz nos habla, a muchos, haciendo que sintamos un tatuaje interno, una marca precisa en el corazón que se sabe llamado a hacerse presente en la vida, para ser mejores seres humanos, buscando andar sobre los rieles de la integración, para dejar que la cabeza sea apenas una herramienta de nuestra caminata segura, por lugares que nos hagan bien, que nos ofrezcan bendiciones constantes, disponibles, observables, eternas.
   Hace muchos años, podría contarlos, pero son tantos y tan pocos, que han pasado a estar en un almanaque mutante, que hace que pueda marcar etapas de mi vida, movedizas, cambiantes, a partir del diálogo que se iba estableciendo con esas canciones, de esos discos, de esos momentos tuyos donde las transformaciones, los estilos, los experimentos, estaban siempre como haciendo una ronda alrededor de un centro inobjetable, certísimo, que se da en esa hermandad de la voz que canta con calma con un cerebro que emite pensamientos vertiginosos, constantes.
   Hace años que te vengo escuchando, leyendo, cantando, con un placer que ha sabido crecer en todos los momentos en que no hay acuerdo tan directo entre algunas de tus exploraciones musicales y las expectativas de goce que crecen en uno con los seres a los que les abrimos líneas naturales de comunicación. Porque siempre, sea cual sea la forma que le estés dando a tus impulsos creativos, seguramente habrá un instante de los discos o los conciertos donde pueda percibir mis propias maneras de sentir todas las maravillas que nos ofrece la vida a través del placer con que traduzco en mí algunas vibraciones de tu voz y la manera en que lográs que lo que la rodea nazca como prolongación de tus intenciones, ya sea tu propia guitarra, una orquesta o sonidos grabados de la ciudad que se conviertan sin rebeldía alguna en habitantes de tu música.
   Hace años que siento que, sea donde sea que vayan mis búsquedas, mis determinaciones, mis caminos de expresión o mi propio cuerpo andante, guardaré y soltaré todo lo que aprendí de la vida y de mi mismo a través de tantas de tus canciones, las que me hablaron de la posibilidad humana de estar en comunicación con los espíritus danzantes de la belleza, las que me susurraron que la magia de las cosas está en un oído que se entrega a las percepciones que le son dadas como un don, las que me mostraron que hay tanta verdad en cantar las palabras que nacieron de un impulso interno como aquellas que tomamos como nuestras por habernos apasionado por una forma del decir que podría haber crecido de nuestra humanidad sorprendida.
   Hace años que tengo certeza que el tiempo nos acaricia, con sus formas hipnóticas de  hacernos ver que todo cambia y todo permanece, que las paradojas son sal en la que nunca se transformarán los cuerpos de los que miran hacia el centro de sí mismos, para dar saltos por arriba de los laberintos y abrazarse al mundo que nos quiere vivos, brillantes y serenos. Porque siento que las canciones pueden ser la plataforma donde podemos dar unos cuantos saltos, festejo aquí mismo la existencia de aquellas tantas músicas tuyas, que te han hecho saltar también, para mirar todo desde alturas increíbles, sin perder nunca el sentido único, poderoso, de estar en la Tierra.





12.2.10

Cuerpo presente

Paraíso sin bordes



Ceremonias sonoras.





Diego Oscar Ramos




Siempre que aparecen algunos sonidos, mi cuerpo dice sí, se siente afectuoso, sediento de felicidad en las células, abierto al viento tibio de la verdad, atento a los aromas de lo que habla en tiempo presente.

Ahora que las melodías seducen a la temporalidad que conversa con el principio y con el final, lo que les dice es que lo único real es la permanencia, que no hay canción que termine, que lo que parece silencioso está resonando en otro lugar, para que otras almas transiten los misterios del tiempo.

Siempre que reencuentro algunos sonidos, mi piel lanza señales hacia adentro, charla con los órganos para sentirse parte de un todo que las voces seductoras saben dar una visibilidad sonora, cuando despiertan nuestras vísceras.

Ahora soy esas voces, las escucho cantando sus vértices, dibujando con mis pasos los picos de sus movimientos en el espacio, saltando entre los dobleces de sus formas cambiantes.


Siempre que te escucho, sea donde sea que aparezcas, presto sentidos a lo que digas, a lo que expreses en el instante en que las sensaciones se transforman en mensaje calmo, en sentimientos de presencia.

Ahora estoy, soy mis oídos, soy la frescura del idioma universal, le hablo a mis espectadores más fieles, a cada átomo que se alinea en mi cuerpo, para moverse con alegría cuando llegan sonidos apreciados por el cuerpo todo.

Siempre que busco esos sonidos que alinean mis sentimientos, algo estalla en el aire, con un brillo de aeropuerto en un desierto blanco. Con la magia de un atardecer que copule con el mediodía, para dar un salto absoluto, sin principio ni final, hacia el centro de un paraíso sin bordes.


7.11.09

Cartas y homenajes

Poeta sonoro


Palabras de homenaje, escritas en 1996 y presentadas aquí en una remezcla leve, para llegar al corazón del impulso básico de agradecimiento, por tanta fuente de placer y alegría.


Diego Oscar Ramos 


       Poeta sonoro, arquitecto de frágiles moradas de belleza, te escribo para hablar de otra forma, distinta a la de conversar con tus palabras y melodías que fuiste depositando en el tiempo, en ese portugués cuyo perfume aprendimos a querer en el susurro pensador de Vinicius, en el armónico timbre de João Gilberto, en la resonante gravedad de María Bethania o en los poderosos arrullos de Marisa Monte. Y desde siempre en tu voz, en tus canciones, en la sonoridad de las danzantes notas de tus escalas, de esos saltos entre agudos vertiginosos y esos tonos graves que golpean cavidades profundas de nuestra sensibilidad. Tu voz está ante la melancolía y cuando la alegría inunda el cuerpo. Escribo porque necesito devolverte algo, dar correspondencia a todos los momentos en que tus construcciones de armonía y ritmo ayudaron a estar bien o iluminar el ánimo. Hace poco, durante un reencuentro con un antiguo amigo, toda diferencia hecha por el tiempo pareció borrarse, cuando tu música sirvió de vínculo y compartíamos la sensación de que tus canciones hacían bien al espíritu. Y creo que en eso está todo, lo importante, lograr sentir que las almas pueden comunicarse, que "tudo é musical* y que en el centro de todo está la fuerza, el poder que puede latir en algo tan sencillo como una canción. Quiero agradecerte, brindarte mi saludo fraterno y mi homenaje, a ese corazón de poeta que nos lleva hacia fiestas inmensas y nos hermana en lanzar sentido en cada paso, en cada palabra escogida. Y doy gracias también, por tu espíritu inquieto y por la dulzura y la paz que tus melodías más intensas nos regalan. Poeta sonoro, gracias por entregarnos tu mirada, por llevarnos a los rincones que tu alma sensible explora, por saludarnos con los ritmos de tus ideas armónicas. Desde Buenos Aires un oído contento te saluda.




* Musical


Tudo é um
tudo é mil
tudo acaba

e nada tem fim
tudo bem

tudo mal
tudo azul

nada é assim
tudo discorda

em harmonia
universal
tudo é assim
musical
e no centro de tudo



eu e voce


(del disco UNS)

30.10.09

Música y ánimo

Alegría atemporal *

 Con el cuerpo lleno de alegría musical, la memoria es estimulada en una madrugada de cine clásico televisado. 





Diego Oscar Ramos  




You must remember this.  

Pasan las épocas, las modas, las costumbres, los lenguajes, las jergas juveniles, las mañas, las pulsaciones, los peinados, las escrituras, los hits, las novelas, las glorias, las certezas, los certámenes de belleza, y los seres siguen engrandeciendo la hermosura del mundo y la alegría, siempre posible de hacer presente, ensancha  con ímpetu penetrante el ojo cariñoso con que hacemos el universo. 

A kiss is still a kiss.

La música logra llegar a las entrañas de lo que somos, alejando cada vez más cualquier palabra de tía cansada de nuestro ser más potente, ese que baila con ganas, acercándose al centro de lo que nos da placer, al danzar nuestro ADN, con el cuerpo palpitando feliz de neuronas alineadas para ser carnaval.

A sigh is just a sigh.

Pasan los días, los años, los otoños, los siglos, las estaciones de subte, mientras un solo de saxo puede desentrañar los planos convergentes, risueños, juguetones, con que la existencia teje entramados de perfección observable a nivel espacial, desde los satélites contadores de historias  y también desde la poesía con la que algunas sinapsis lanzan vibraciones carcajeantes sobre cada centímetro de piel. Cuando somos movimiento.

The fundamental things apply. As times go by.


(*) Escrito posteriormente al recital del músico bahiano Carlinhos Brown en Buenos Aires, de octubre 2009.



4.10.09

Voces humanas



Germinación de siglos


Recuerdos musicales como don de respeto ante la partida de un ícono cultural americano.




Diego Oscar Ramos


Mercedes Sosa en Argentina era el disco que acompañó el clima de regreso a la democracia y también el fin de mi escuela primaria. Recuerdo que se escuchaba mucho en la casa de la infancia, en esa época mis cintas propias eran otras, era Thriller, era Pipas de la paz, era Lionel Ritchie, era Culture Club, eran los primeros esbozos de mis escuchas intensas de Los Beatles, también era En transito, de Serrat, que era el que escuchaban los grandes, pero a mi me gustaban esas canciones, algunas más que otras. Lo cierto es que entonces se dejaba el cassette entero, de un lado y del otro, no había mp3 ni control remoto del equipo, había que adelatar adivinando el pasaje de un tema al otro, algunos equipos tenían el identificador de silencio, pero lastimaban la cinta, así que la costumbre era dejar el transcurrir entero del cassette. Y hoy podría traer toda esa época si dejo las secuencias enteras de esos temas de Serrat y los de Mercedes. Con esos dos discos, se podía respirar en el aire que había algo nuevo, quizás era la democracia, quizás era la adolescencia que se venía, quizás era el prestarle otro estado de atención a todo, a la música, a las canciones de letras que decían cosas que dejaban a los grandes con cierta felicidad o satisfacción de escuchar esas palabras, todas juntas, esas y no otras. 
Quizás era darse cuenta que la voz humana podía transformar la realidad o que los ánimos se modificaban cuando se cantaban algunas verdades silenciadas. Lo potente, para mí,  aparecía cuando lo que se cantaba iba de la mano con un placer de los sonidos. Ahí me acuerdo mucho de esa voz profunda,  abrazadora, cantando "...Arenosa, arenosita..." . Me encantaba lo que pasaba en toda la casa cuando aparecía esa canción, eran ganas de dar vuelta alredededor de la pileta, era entrar en estado de entusiasmo, era sentir en el cuerpo la alegría de una planta creciendo, era sentir el sol después de semanas de frío. Por todo eso, por la vida intensa que dejó impresa en muchas canciones, es que hoy me siento contento de que haya existido una mujer que supo darle su cuerpo a la tierra, para cantar una germinación de siglos, de la que todos nosotros nos hemos alimentado en algún momento. Gracias Mercedes!




5.9.09

Iluminaciones

Sweet dreams

Escenas musicales de la vida onírica.

Diego Oscar Ramos
....
Puedo sentir el aroma de la melodía, la escena entera, las nubes iluminadas desde atrás de las montañas, con reflectores de una luz tan blanca que dibujaba los bordes. Puedo verme viendo todo desde arriba de una montaña, compartiendo una mesa servida, en la cima, con el calor de un verano sin nieve ni viento que volvieran una gesta lo que se daba con el más corporal de los placeres. La melodía apareció completa, con la letra en un inglés más preciso en su captura sonora de los arreglos corales de la canción original que en el sentido de su letra. Sentados, todos viendo los reflectores en las nubes por sobre un valle, al frente de nuestro paraíso nocturno, fue entonces que empecé a cantar: Sweet dreams are made of this, who am I to disagree, I travel the world and the seven seas, everybody´s looking for something. Había una belleza sobrenatural en la manera en que podía reconstruir la canción entera de Eurythmics con mi voz, estaban todos los sonidos y las miradas respondían con  alegría  la maravilla que se construía en el acuerdo sensorial. Sentía que todos podíamos vivir esa totalidad de sonidos que se reproducían entre sí, copulando de felicidad por estar siendo escuchados sin disonancias o pensamientos que quisieran darle otras lecturas a un evento que nacía del más puro acuerdo. La canción brotaba, gota a gota, con entusiasmo. Y alcanzaba con mantener en contacto  nuestras miradas como para que los instrumentos mantuvieran su hechizo de presencia, renaciendo cada uno de mis ganas de cantar esa melodía que me había dado modernidad y goce sensorial en los primeros bailes del final de mi infancia. Claro que desde entonces también habían pasado muchas nubes poco iluminadas por sobre los pensamientos y no todas las montañas habían parecido escenario accesible para vivir ceremonias de grupo, pero todos los interrogantes quedaban afuera con nuestra canción de las alturas, lo mismo que toda ironía que la letra original quisiera reflejar en la pantalla de sueños brillantes. Entonces sólo veíamos las nubes iluminadas desde la ciudad vecina y nos uníamos a los festejos, siendo música, alrededor de una mesa servida para homenagearnos.  

24.8.09

Melodías y confluencias


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Yendo de Brasil al living
......
Arreglos melódicos similares generan puentes sonoros.
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Diego Oscar Ramos
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Causalidades, confluencias, inconciente colectivo o combinaciones simultáneas de cualquiera de estos factores, sea cual sea la explicación posible del parecido, lo concreto es que es notable cómo se parecen los arreglos de cuerdas de esta versión de 1981 y en vivo del tema Lorraine por los brasileros Jorge Ben y Tim Maia con el clásico argentino Yendo de la cama al living, de Charly García. 

       Un detalle para abonarse a las teorías de la captura antenada de melodías esparcidas en el éter, es que en esa época, los primeros años de la década del 80, García estaba por sacar el disco que llevaría el mismo título que la canción, su primer disco solista oficial.Y también viajaba asiduamente a Brasil, méritos del clima, el paisaje inspirador que él mismo había adorado para dar nacimiento a su grupo Serú Girán o la necesidad de estar un buen tiempo con Zoca, en tierras locales de la que era su novia por entonces.Quizás la antena ultra sensible de Charly estuvo dando vueltas por ahí en la época en que el tema de Jorge Ben sonaba en aires brasileros, aunque es interesante aclarar que la versión de estudio del mismo tema no tiene por cierto estas similitudes. Sin aventurarnos a más explicaciones de lo que sólo acontece, dejemos entonces el misterio para historiadores, musicólogos o hasta mediums del arte popular. Y disfrutemos mejor de la coincidencia, bailando hermanados la sincronía.

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26.6.09

Partidas y recuerdos

Regreso a Neverland
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Homenaje a Michael Jackson, la mente abierta de la infancia y la sabiduría de mover el cuerpo con alegría.
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Diego Oscar Ramos
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Es como si se hubiera ido alguien cercano. Sé que puede ser un lugar común decirlo, algo que escuchamos cada vez que se va de la vida alguien famoso. Y sé que para hablar de esto doy vueltas, como un disco, evito el último tema, retraso la cinta del casette, pongo el repeat en el Winamp para que sigan sonando los temas que quería escuchar a los 12 años, en el final de mi infancia. En ese punto de pasaje donde los puentes no son del todo claros, donde parece que las cosas siguen siendo iguales, pero van abriéndose puertas que uno no sabe bien cómo pasó, dónde estaban las llaves, quién las había dado o cómo es que no teníamos todas las claves para entender lo que vendría. Quizás Michael Jackson tampoco haya entendido lo que era dejar de ser niño y en su moonwalking, el paso que parecía dar hacia atrás sin que nos dejara percibir los movimientos de sus pies, estuviera haciendo con el cuerpo un signo de pregunta de lo que para él era ser grande y también una expresión de deseo de no salir del sueño de Neverland, el País de Nunca Jamás de Peter Pan.
Y Michael gritaba ese deseo con swing absoluto, con todo el brillo en su guante único y ese poder sintético con el que el pop puede movilizar cientos de sentidos en pocos gestos y sin demasiada complejidad musical. Lo mismo siento, aunque parezca lejano el vínculo, con Beethoven y Mozart, quizás más complejos en su discurso, que también tenían magia pop, esa posibilidad de transmisión directa de sentimientos. Y a mis doce años recién cumplidos, cuando mi mundo conocido parecía dar una vuelta hacia otras tierras, recibía de Michael Jackson el regalo de un mensaje sin palabras, sin preguntas, sin dudas. No digo que él no las tuviera. Pero su discurso corporal de los años de Thriller – que pronto trajeron a ese presente los ecos de Off the wall y sus años como niño prodigio con The Jackson Five – generaba un placer de descubrimiento del ritmo y de atracción frente al poder expresarlo con el cuerpo. Qué goce había también en sentir por primera vez lo que era un ídolo global, una posibilidad humana que antes, los de mi generación, es probable que no supiéramos bien lo que era. Y vivimos también un deslumbramiento irracional al ver que él se movía como nadie que hubiésemos visto antes.

Y me parece haber escuchado que también los grandes decían que no habían visto nunca nadie bailar así, fue seguro en la televisión, en aquel viejo programa “Michael Jackson y sus amigos”, que empezaba a reemplazar los domingos a la noche al reinado anterior de “Disneylandia” como último programa del fin de semana, dejándonos con algo nuevo para comentar al otro día. Y acá había otro suceso, empezábamos a hablar de música y comenzábamos a saber lo que eran los videoclips, un género que tenía su auge inicial en esos días. Por entonces tuve además mi primer noche de pub, viendo videos junto a un compañero de escuela, en una salida ultra adulta para mis 12, para ver un documental sobre el clip de Thriller. Era un espectáculo en ese momento, si fue un tema esperar a que terminaran de pasar canciones de un grupo nuevo entonces, como Durán Durán, con canciones épicas como Hungry like a wolf, que sonaba bien, pero no era Michael. Era él quien nos movía todo el cuerpo con ese disco que uno quería escuchar todo el día, un álbum que trajo mucha más música a muchas vidas. A la mía, ahora que siento a la música brasilera como una de las fuentes más poderosas de alegría corporal, le dio en Wanna be startin something la primera escucha de una cuica, el instrumento más carácterístico del samba, ese que parece un animal gimiendo. Y también en ese tema, al final, un coro tribal bien africano. Y en todo el disco había una buena síntesis entre el soul, el rythm & blues, el funk, la disco music, algo de break, solos de guitarra típicos del heavy pop norteamericano y una voz que también sabía bailar. Todo eso lo puedo analizar ahora, entonces era sólo tener ganas de dejar correr el cassette desde el principio hasta que terminara, con esas ganas que daba de moverse.
Lo escucho ahora y puedo reconstruir olores, sabores, lugares de esa época, dándome cuenta que en esas músicas se guarda una llave. Las canciones que uno vivió con intensidad, en etapas donde ni siquiera podía filtrarlas con ideas de estéticas o jerarquías de calidades musicales, tienen un link sin password hacia instantes de purísima verdad. Nos sacan del laberinto que pudimos haber construido por encima de lo que era más verdadero en nosotros y nos ayudan a dar un salto hacia arriba, como hacía el Barón de Muntchausen agarrándose de la cabeza para autoimpulsarse y escapar de los riesgos donde lo metía su deseo de aventura. Y algo parecido pasaba en “El mago de Oz” – historia que en clave Motown había filmado un Michael Jackson adolescente junto a su amada Diana Ross – cuando Dorothy, luego que de un huracán la depositara en una tierra misteriosa, creía que la clave para poder regresar se la iba a dar un ser mágico que encontraría al final de un sendero amarillo. Pero todo lo que tuvo que hacer era dar ciertos movimientos con sus pies, calzados en unos zapatos que deberían tener tanta magia como sus movimientos y su propia voluntad de regreso. Quizás Michael, que nos hechizaba muy fácilmente con sus pies, nunca supo cómo salir con gracia de sus laberintos, ni pudo dar un salto bien por arriba de lo que le causaba dolor.
¿Qué será lo que se mueve adentro cuando no podemos hablar del todo de la muerte cuando le toca a un artista que alguna vez sentimos como muy cercano? Dije alguna vez, porque debo confesar que al empezar la adolescencia supe borrar la cinta de Thriller, menos el tema The girl is mine, ese dúo deliciosamente kitsch que hacía con Paul Mc Cartney.


 Justo ahí comenzaría para mí un acercamiento a la música de Mc Cartney, primero con el disco Pipes of peace - donde cantaba dos canciones con Jackson – y después directo con toda la obra de los mismísimos Beatles, que poco a poco me hicieron alejar de los caminos dorados de Michael Jackson, aunque nunca del todo. Y con el tiempo, la vida me fue mostrando algunas puertas con secretos resguardados por esfinges. Uno de los saberes fue que un gran placer se genera cuando el pensamiento no es molestia para el cuerpo sino su colaborador, sobre todo con el cuerpo que desea ser movimiento. Como homenaje a esa certeza, dejo de escribir para escuchar Billie Jean en mi computadora y me lleno de sonrisa por poder haber cruzado el portal que hace que sienta tanto placer con esta versión bailable como con la delicada bossa que sobre ella esculpió un músico explorador como Caetano Veloso en 1986. Unos pocos años después, en la entrada de los 90, el baiano versionaría también el tema Black or white, releyendo sutilezas melódicas en la obra de Jackson, quien ya estaba andando un camino de transformaciones cada vez más perturbadoras para los chicos que nos habíamos sentido magnetizados por sus movimientos felices. En muchas etapas, incluso ya muchos años después de aquel impacto preadolescente, pude redescubrir la belleza y sabiduría de bailar el mundo. Desde entonces glorifiqué muchas de esas canciones que había borrado del cassette de Thriller y unas cuántas más de Off the wall, los discos suyos que más he disfrutado. Y en este instante, cuando todas mis palabras quieren hablar de la vida antes que de cualquier partida, puedo sentirme tranquilo, feliz de haber descubierto a tiempo lo más poderoso y sano que para habitaba en ese genio que bailaba alegre. Y en ese niño, hipnotizado de movimiento.




8.3.09

Músicas y astrales

La legión del círculo

Foto: Luciano Varela
Crónica de un concierto especial de La Bomba de Tiempo en el microestadio de Argentinos Juniors. O de cómo la potencia percusiva y la creatividad del grupo se potencian con algunos invitados que aportan carisma y melodía. Además de la vieja y querida canción popular.

Diego Oscar Ramos - 2009
...
Fotos: Luciano Varela & Damián Losada

I

Se habla de la energía de los lugares, de las personas, de las situaciones, de las músicas. Es una frase ya bastante común, que a nadie da vergüenza usar, a no ser que sienta encima el eco del uso excesivo de la palabra energía, cada día más presente en nuestro lenguaje, quizás como eco de la nueva era o apenas por su posible utilidad para concentrar significados dispersos. Si encontramos un concepto rápido y efectivo, las cosas cambian, como cuando aparece una sonrisa verdadera que ilumina un rostro y da señales claras del ánimo de una persona. O como una postura corporal, que nos dice de inmediato cómo la está pasando alguien en un lugar. En Brasil, especialmente en Salvador, es muy usado el término astral, como un comodín del lenguaje adecuado para describir un carácter general en el nivel más sutil y a la vez más explícito, si se está atento a todas las señales. Aquellas que emiten las cosas y los cuerpos, como seres emisores y receptores de signos vibracionales, si se me permite el uso de otro concepto tan usado hoy que hasta cariñosamente se habla de la vibra de las cosas. Estamos en comunicación con todo lo que circula alrededor, personas y objetos, más cuando las lentes hacia lo más chico de lo chico nos muestra que todo tiene movimiento, hasta la materia más íntima de la piedra que creemos más aparentemente quieta. Eso hasta que su movimiento interno, nos llame, la tomemos y arrojemos al agua - ¿alguna vez quieta? - de un lago. Hasta hipnotizarnos con las ondas zigzagueantes y expansivas que nacen de esa zambullida veloz y convencernos con belleza de que todo se mueve. La música también conversa con nuestra agua interna. Y no tiene necesidad de arrojarnos ninguna piedra para que nos movamos, alcanza con acariciarnos con gracia.

II
Foto: Damián Losada
Algo pasó de distinto, pero muy distinto, a nivel del astral total del concierto del grupo de percusión La Bomba de Tiempo el sábado 7 de marzo de 2009 en el Microestadio de Argentinos Juniors cuando se combinaron con sus capacidades musicales con las formas de tocar y de ser de Rubén Rada y Mintcho Garrammone, haciendo que una especie de soga suave hubiera ido pasando de repente entre las miles de personas para asegurarlas en un disfrute global. Y algo concretísimo pasó cuando las melodías
que salían de la voz cantante de Rada eran captadas por Mintcho en su guitarra baiana, completando un plano melódico que llenaba otras piezas del rompecabezas musical. Sin la necesidad de un téster de energía grupal, con todo lo abstracto que puede haber en esta idea de la que todos hablamos, sí hubo una recarga del astral. Seguramente apuntando a ese lugar al que pueden llevar las canciones que tienen historia en la memoria popular, el uruguayo optó en un momento por la efectividad de su canción más emblemática. Y cantó tanto la letra – “Tocá che negro Rada, tocá canta la hinchada, tocá y cantá tranquilo, que acá no pasa nada”… – como los pasajes instrumentales, con un swing que en él tiene olor a ADN. Mientras el combo percusivo, comandado en ese momento por Santiago Vásquez, iba acomodando su juego de intensidades a la estructura canción que se iba formando, el baile multitudinario comenzó a armarse con ese goce que da ponerle más queso rallado a un buen plato de pastas. Los condimentos se terminaron de agregar cuando apareció más tarde Gustavo Cordera, cantante de la Bersuit, junto a otros músicos del grupo, para cantar una canción energética reflexiva político metafísica, seguramente un reflejo de ese lugar donde el pelado ha elegido estar en este momento. Escucharlo juntar en el tema inédito la explosión del capitalismo con el final de un amor donde no se estaba atento a la necesidad del otro antes de dar, tendía un puente de sentidos nuevos al placer de largar endorfinas agitando la osamenta.


III

Foto: Luciano Varela

Si cada invitado de estos tres años de La Bomba de Tiempo ha aportado su astral a este ritual de movimiento y encuentro humano que no existía en Buenos Aires con esa regularidad y organización, esta noche la combinación de fuerzas musicales llevó a momentos de palpable emoción colectiva. Y todos crecen cuando aparecen otros niveles de señales. Porque pocas veces suena mejor el seleccionado de percusionistas que cuando permite zonas de continuidad a sus construcciones hechas por la composición en vivo de quien lleve la batuta en ese momento. Claro que esa dirección está influenciada por una energía - ¿será que puede usarse otra palabra? – del mismo grupo y del público. Y el crecimiento de la cantidad de público que fue volviendo un lugar pequeño al playón del Konex debe de gustar seguramente de los cambios abruptos de rítmicas y de los recursos técnicos que hacen que La bomba suene como si hubiese una mezcla hecha por consola y hasta contando con efectos electrónicos propios de una rave. Todo muy conocido para el que se haya dejado llevar por todo lo contagiante que tiene en sí la estructura de disminuciones y elevaciones del pulso rítmico de la música electrónica. Por eso ir a bailar con ellos no es lo mismo que ver cuerdas de tambores en San Telmo, a pesar de que haya en la historia musical de cada integrante de la creación de Santiago Vásquez mucho saber de rítmicas populares universales. Quizás el plus de modernidad que posee La Bomba de Tiempo tenga que ver precisamente con no estar ligada a ninguna tradición musical en particular, con la mezcla de elementos diversos y su sistema novedoso de señas que permite la creación de composiciones en vivo. El resultado, como el de cualquier actividad repentista - más que nunca vinculada al estado general del emisor de las señales directrices – tiene las virtudes de lo que se está cociendo en el momento, la frescura del desarrollo en un presente absoluto y la capacidad técnica de ordenar con precisión quirúrgica los desarrollos de una idea musical. Pero también puede hacer extrañar lo que acontece cuando una creación espontánea es colectiva, como puede pasar en algunas improvisaciones de música popular, donde escuchar las necesidades y señales del otro, como bien cantó Cordera, pueden dar momentos de diálogo y encuentro.

IV

Foto: Luciano Varela

El círculo da sensación de completud, como si al recorrer todos los puntos de un recorrido fuésemos conociendo un poco más de nuestras propias formas de ser al mirar el paisaje cambiante. Y si en algo aportó el astral de los invitados de La Bomba de Tiempo en ese cierre de sus primeros tres años de existencia, fue una emisión de melodías y sentidos claros, de caminatas rítmicas menos rupturistas que el habitual andar bombero y una señal evidente de amor por el formato canción. Combinado con la potencia percusiva, hubo momentos de gran alegría, como sentirse acariciado en totalidad. En algunos puntos, los juegos de cambios rapidísimos en los percusionistas aún adentro de zonas sin fuga de las melodías invitadas, podía compararse con la convivencia que se da en cómo percibimos en relación a cómo describe el mundo la física clásica y la descripción de los micro mundos propia de los quánticos, que aseguran que lo más pequeño, lo que está como por debajo de lo que logramos percibir, tiene andanzas que responden a otros relojes y parámetros. Eso podía sentirse con los movimientos rápidos de los percusionistas cuando aún la frase de las canciones propuestas seguía inmune el ciclo preciso para llegar de la parte A hacia la B. Si lo que logramos percibir es lo que más puede alimentarnos la afectividad, las sonrisas globales ante algunas palabras del cantante de Bersuit o ante las humoradas de Rada aportaron un plus de goce evidente, una elevación notable en el astral del concierto. Sobre todo cuando, como también dirían en Bahía, los miembros de La bomba pudieron asegurar la onda de lo que estaba aconteciendo. Ya sea al improvisar ritmos poderosos sobre las canciones reconocidas por la gente o al sostener una cierta cantidad de tiempo algunas estructuras rítmicas populares – como la mismísima cumbia, aún polémica para algunos músicos – que iban siendo propuestas por los invitados. Cuando hubo diálogo total, cuando los tiempos de continuidad de las señales musicales ayudaban al procesamiento corporal, en ese ciclo de reconocimiento y respuesta al estímulo mediante el baile, La Bomba de Tiempo dibujó regiones placenteras donde andar descalzo y con ropa cómoda. Para disfrutar de la vida, sin necesidad de estar siempre en transe.

La Bomba con Mintcho en el Konex - Enero 2008