sensaciones y pensamientos


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11.1.15

Expresiones húmedas


Amor de andantes

Emociones que trazan caminos de vida entusiasta, se aparecen en una mañana levemente melancólica, para desandar las distancias y acercar los vínculos más amados a un espacio atemporal. Y sanador.


Diego Oscar Ramos(texto e imagen)




Te hablo a través de velos que se deshacen en el aire, se vuelven fuego, lenguas de viento caliente sobre tu cuerpo.



Te miro desde adentro de tu vagina, caminando entre terremotos de cualquier melancolía, por sobre las paredes húmedas de mi felicidad sin símbolos.



Te siento cercana a mis pupilas, encendidas con manos renovadas, pacientes de tus silencios, embriagadas de historias que tejemos, pedaleando tormentas de arena, contentísimos.



Te huelo las sensaciones de pacificación intuitiva, la sabiduría de ojos que miran desde un paraíso de tiempo vivido, la calma de un alma que me regala bailes acuáticos, memorables.



Te traigo al presente de lo que se reconstruye, constantemente, con barro de miel en los dedos, y la alegría sutil del andante, que reconoce a otro por sus piernas vociferantes. Y el respeto natural por los destinos propios, susurrados en noches de andanzas compartidas.



Te celebro, compañera de placeres vitales, llantos de preguntas sobre el tiempo, abrazos emotivos sobre árboles llenos de frutas, risotadas refrescantes en la casas de dragones tiernos,



Te agradezco, aventurera movediza, dibujante de seres amados, cocinera de verdades sensibles, por todo lo que descubro, cuando te escribo, y me acaricio con esa parte de tu ser que se queda siempre conmigo, despertándome.




23.10.14

Manifestaciones espontáneas


Espacios de ser



El alma se manifiesta. Y el cuerpo entero percibe la dimensión del amor, en cada poro del espíritu. Y cada célula del ánimo. 









Diego Oscar Ramos
(texto y dibujo)




De repente estamos dentro.


Y el color amarillo nos abraza, como una abuela de brazos fuertes y alma intensa.


Puede pasar en cualquier circunstancia. 

Pero es esta, la única, la eterna, la belleza de la presencia del alma, que llena todos los recovecos del sentir. 


Y nos transforma en sonrisa de niño, en entusiasmo de jugar un instante, que se manifiesta ahora, para gozar de una vida en colores cálidos y sanar vínculos, enlazar voluntades cantoras y manos amigas.

Y es así. De repente estamos adentro. 


Es una burbuja de paredes transparentes y acceso directo al cielo de mapas hermanos.


Somos parte de una escena que parece escrita con luces de fuego. Y sentidos de agua fresca.


La vivimos con paz de fluir y un andar galáctico. 


Agradecemos esto que nos está pasando, que podrá visitarse con respiración expandida, en futuros recuerdos de lo que supimos dejar ser, en tiempos de vida vivida, cuando todo lo que somos se convierte en puro ser que, por bendita gracia terrenal, apenas es.

 Y lo agradece.


18.1.14

Tiempos de ímpetu

Comunión de 
roce eléctrico

Las palabras bailan, de un lado a otro de los cuerpos, como adoración de lo que juntos encuentran, como signo de vida compartida.



Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



Es así como lo sentís, aunque te agarres la cabeza al pensar en lo que es en su inmensidad impalpable, esa sensación que te expande el pecho hasta que los árboles pierden su timidez para saludarte. 

Es así como lo vivís, porque las piernas se desesperan por tomar impulso y dar una ronda tremendamente sensual por la marea de miradas sin viento con que ella te celebra, cada vez que la adorás con ojos de alfombra voladora.

Es así como llorás de goce, cuando las manos del tiempo juntos, cáliz de laberinto soleado, los dejan de piel vociferante, en días de cielos violetas y caminos con cara de bicicleta.

Es así, lo intuís con ese calor que el alma conoce en inviernos de arroparse de puro placer, con los dedos de los pies buscando tocarse para inaugurar un decirse millones de cosas, en comunión de roce eléctrico.

Es así, como lo pensás ahora, que el corazón galopa senderos conscientes y las neuronas descansan en un catre de certezas gloriosas, que vinieron sin ser llamadas, como visita inesperada de una maravilla eterna.

Es así, como te lo repetís, en escalera de disfrute de palabras que van y vienen, del sótano a la terraza, para convertir lo que parecía disperso en un bloque de calidez que querés habitar para siempre.

Es así, como se manifiesta en su potencia arrasadoramente ordenadora, atrapando sentidos que pueden estar disponibles, pero precisan de esa atención de insecto enamorado de las flores para que se vuelva presencia real, con ímpetu de baile intenso. 


Es así, como lo dibujan los brazos en alto, en el cuarto repleto de gotas de música, invocando un leve caos, calentito y amigable, que enaltece con suavidad esos pasos de danza espontánea, signo de entusiasmo compartido.

  
Es así, te das cuenta, cuando sus dedos te hacen más hermoso y tu vientre la desnuda de miedos, con esa inmediatez de lo que actúa con la gracia de la naturaleza y la verdad de lo que brota sin espacios de duda, con la voz del instinto y las caricias de lo que se elige con el alma.   


22.10.13

Despertares

En nuestros brazos



Una música selvática inspira recuerdos que parecen venir de un lugar con espesura mágica y sensaciones de realidad expandida.


Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)



       Me despierto en tus brazos, sin recordar cómo es que estuve en medio de ramas, peces y pájaros, antes de amar las caricias de mujer selvática que me regalás para que mire el mundo que se levanta a mi alrededor, festejar que sigo aquí, que puedo levantarme y que elijo estar abrazado a tu cuerpo.

       Cuándo fue que mis ojos se cerraron para bailar con gacelas brillantes no lo recuerdo ahora, que sólo llegan palabras de bronce, para imantar con flores esa mirada tuya, que me dicta sonidos que aprendí a reconocer como propios, justo cuando corrí sin pensamiento. Y escuché un rugido que me habla, desde mucho antes de que pudiera atender sus pedidos de fe, calma e instinto. 

       Todo esto lo hablo ahora, con el blanco de tus ojos, perdidos en el goce de un orgasmo que nos sostiene y nos pone nombres nuevos, para que saltemos por sobre muros que nada tiene para contarnos, ahora que los músculos fuertes nos llevan por camas voladoras. Y las alas del tiempo derriten miedos para que andemos libres, sueltos, poderosos, amantes. Esto que digo, que me es dicho, que siento tatuando memorias futuras en la carne, se vuelve imagen, que destrona reyes antiguos, dueños de un oro que encandilaba las ganas de salir a buscar dioses nuevos, en las palmas de los pies. 

         Somos caminata, lo percibo, en el ruido deseado, de agua que llama al viento, que se levanta por cielos secos, moja las sensaciones de quietud y hace crecer piernas andantes, que no preguntan dónde quedan los puentes. Porque el calor de un huracán cuidadoso trajo brazos que construyen sentidos sólidos y vientres que saben el código de los tambores, cuando piden verdades que crucen con certeza la espesura de esta floresta. La que dibujamos cuando nos amamos con ímpetu vegetal, gestando universos cercanos, con belleza de luz que se transforma en alimento y sabiduría de quietud elegida. 

       Podemos parecer estáticos en esta mirada enlazada, en este abrazo renovado por un despertar repentino, de suavidad inquieta, luego de atravesar espacios dentro de espacios, hablando con pumas violáceos, de ideas que aparecían de sólo moverme. Y me lo contaron todo, lo que los dos queríamos conocer, sobre el día en que las fieras dejaron de comer otros animales, para deslizarse por túneles de silencio que saciaban todo hambre. 

        Ahora que todo te lo cuento en este abrazo humano, puedo cuidarte para que busques secretos del agua, en cascadas eternas que encontrarás, al otro lado de tus ojos, mientras te canto himnos de protección. Y veo cómo llega tu sueño, despacio, hipnótico, entre mis brazos.


8.10.13

Llamados


Canto del gallo 


Está cantando desde hace siglos. Y es  hora de escucharlo.








Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)


Sí que te entiendo, claro, si cada vez que te miraste en el espejo estaba ahí, haciendo muecas de serio para que te dieras cuenta que el payaso tiene una nariz de plástico, que estaba desde siempre en tu bolsillo.

Por supuesto que sé todo lo que estás sintiendo, mientras la música de las palabras que guardaste en cada herida del tiempo se pasea, como modelo raquítica que deja de comer para moverse con la gracia de un fantasma que se fascina con dejar de estar cada instante un poco más.

Claro que puedo mirarte desde la terraza de las inquietudes metidas en bolsas de arpillera, porque tus historias están en las uniones de cada uno de los hilos que anudan mis pensamientos, a esta hora en que pareciera que nada puede decirse, o que todo está por desarmarse para siempre.

Tal vez sea la hora, para dejar de lado cada centímetro de tela con la que te estuviste cubriendo hasta ahora los kilómetros de ansiedades que imitaste para quedar bien con alguien que no estaba en el momento en que querías ser la carne de la carne, de ese cuerpo de donde saliste.

Quizás las mareas dejen de mover las rocas del fondo de las miserias pasadas de generación en generación, para abrir un canal, calmo, cálido, donde nadan hacia sí mismos los que ya tragaron mucha agua salada por las lágrimas que nunca les pertenecieron, pero adoptaron con incómoda gracia como propias, por creer que así tendrían un amor constante de ese cuerpo que fue origen, pero que debe ser despedida, por suerte de todas las suertes, que son, más bien, naturaleza sana.

Hay, con certeza sonriente, un paraíso donde las cosas no salen todas corriendo para abrazarnos, como caídas de los árboles con frutos irreflexivos, sino que cada célula de placer aparece como respuesta a una actitud cotidiana de querer, de pedir, de escuchar, de realizar, de concretar, de buscar, de saber, de encontrar, de poner calor humano en el juego de las realizaciones intercambiables.

Mejores vuelos se ofrecen, ahora que los pájaros regalan un canto que resuena en las tripas como un mantra vociferante, que se lleva como en un remolino impetuoso, todas las historias de nubes violentas y aquellas canciones de acunar traumas con que dormiste tantas noches de luna lejos.

Mirate ahora, que creciste a saltos de hormiga, caminata de halcón curioso por sabores de la tierra y vuelo agitado de humano que canta con voz de ala rugiente. 

Sentí como las puertas se abrieron para convertirse en ramas verdes de un templo vegetal, que tiene todo lo que necesitás para vivir un orden preciso, antes de la partida al medio de la selva, donde ser quien sos hará que la clorofila sepa de qué conversar cuando te presentes, humilde, para servirle con devoción, desde un cumplimiento feliz de un destino que se construye y se elige. 

Estás vivo. Y todo está por hacerse.



3.9.13

Sensaciones

Dulce espesor de lo real



Palabras de trueno, para desentumecer las percepciones dormidas. Y vivir en estado de caricia eléctrica. 


Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)


Están ya del otro lado, cruzaron el puente. Lo habían buscado, lo habían planeado, alguna vez, hace tanto, tal vez. Y están ahí, ahora, subidos a la torre de las sensaciones tibias, esas que atraviesan los sentidos, todos, como una hermosa brochette que los mantiene suspendidos en un plano celestial terrenal, dados vuelta, dejando que la vida les acaricie la panza, como perros contentos, entregados con confianza. 

Están abrazados al calor de un cuerpo que ya no se distancia ni se espeja, sólo se complementa, se integra, se desintegra, se rearma, se estremece, se convierte en carne de otra carne, en belleza que se mira con las manos en estado de firmeza y levedad, amando la electricidad que los dibuja con llamaradas susurrantes y recorre sus columnas vertebrales, vociferante.

Están escuchando la música de una ciudad que los cobija con la luz de un amanecer que es madera crujiente, fuego excitante en una salamandra noble, ojos que se recuestan dentro de la frente, para besar cada neurona, con potencia de juego y amor de planta selvática.

Están pedaleando en una oscuridad llena de estrellas, que los guía con sugerencias de recorrido, con leves palabras de aliento y un regalo de certeza que calienta las tripas y da fuerza a las piernas para andar la vida, con emoción de seguridad constante y entusiasmo de sorpresa continua.

Están sintiéndose, acompañándose, desentumeciéndose, amasándose con pericia de quien construye un mundo cálido, apenas con las ganas de que todo sea nutritivo, integral y verdadero. Y el alma dispuesta a que todo lo que se haya pensado como posibilidad, sea un hecho concreto, palpable, real.

Están vivos y el agua del tiempo los bendice con códigos nuevos, que se despliegan en sus voces, cuando despiden sonidos adorables, que bailan en el cielo, unidos al alimento vital que los niños saben ver, cuando refriegan sus ojos en intuición mágica y se entregan al hipnotismo de ver danzar el universo en su pantalla de párpados cerrados frente al sol.

Están ya del otro lado, cruzaron el puente. Y caminan, corren, juegan, con la seriedad de un monje erótico, que ríe a carcajadas y se llena de silencio, que salta los muros y aleja tempestades, para llevarlas donde deban ser fruto de algo diferente, que aquí ya aconteció, como goce de un instante, solar, donde los pechos se llenan de proteínica inconsciencia, para hacer la vida. Y amarse.


   

16.3.11

Paisajes sagrados


Almas, jardines y espermatozoides



Un hospital puede ser el sitio donde sintonizar, inesperadamente un encuentro de almas.





Diego Oscar Ramos


(texto e imagen)



Estaba parado, en estado de pura atención esférica, con el alma en surround, algo inesperado para mi conciencia, encendida entonces por cuestiones que tenía que tener en cuenta para un examen médico: habría de mostrar datos cuantitativos de mi naturaleza hormonal. Tenía en claro todo eso, cuando escuché voces que me llamaban sin necesidad de hablar alto ni gesticular llamativamente.

Las tres mujeres, sentadas, hablaban como construyendo el mundo en su intercambio. Una de ellas estaba embarazada y todas esperaban su turno de ser atendidas por médicos que cuidan la reproducción de la especie humana. Y las palabras hablaban de cuidados de la criatura por venir, de adivinaciones sobre su sexualidad y de alimentos naturales. Hasta ahí todo esperable, contextual, coherente con el ambiente. 

Aún parado, con la atención entusiasmada, algo me dijo que algo más estaba aconteciendo, cuando las frases empezaron a gestar afirmaciones positivas que todos deberíamos enunciar y un diálogo de aromas de la nueva era le empezaba a dar al hospital público un clima más exótico, amplificado, como  un género musical que se viese transformado por sonidos de otras regiones del arte. 

Con todas estas melodías del pensamiento dando vueltas por un cerebro con ganas de tomarse vacaciones, fui dejando que las conversaciones de las mujeres llegaran a hablarme, aunque permaneciese parado, quieto, inmerso en eso que uno dice a veces que son las cosas de uno, lo que sólo nos pertenece a nosotros. Eso mismo que puede aislarnos de lo que nos amplifica la vida, que puede estar pasando bien cerca del cuerpo.

Calmando la tensión del adentro cuidadoso, dejé que las historias llegaran. Ahí supe de mujeres que oían y veían cosas, que muchas veces habían tenido miedo de lo que sabían antes de que pasara, que dormían con la luz prendida, que sabían de aconteceres del pasado y del futuro, que les llegaban cartas de sitios remotos en el tiempo y las abrían ya sin miedo ni dudas. Y era un placer sintonizar la naturalidad con la que ese universo de múltiples dimensiones, de premoniciones y santos, se presentaba en una mañana de hospital y espera, de hormonas e índices saludables. 

Guiado por esa sensación de naturalidad, que traía al cuerpo un confort de tierra conocida, me senté en el único lugar que quedaba libre. Sin actitud evidente de entrar en la conversación, pero con el ánimo dispuesto a ser parte de un ambiente cálido. La charla de alimentos sanificantes y mensajes cercanos siguió, hasta que el anuncio de que el embarazo traería una criatura sana llegó de una de las mujeres, como bendición, poco antes de que la madre de rostro sereno fuese llamada por los médicos. 


Una de las que quedaron, comenzó a hablar ya incluyéndome con su mirada en el círculo obvio del encuentro. Y aseguró que en ese mismo hospital, al que no había regresado desde hacía 23 años antes, los médicos la habían creído ya desprovista de vida, luego de que llegara con una hemorragia severa. Y estaba en camino a la sala donde los cuerpos fríos duermen una espera de reposo o son presa del estudio analítico, cuando una de sus manos se movió, para sorpresa y susto de los médicos que la habían atendido. 

Fui todo creencia cuando sus ojos me hablaron de un enorme jardín, de luminosidad, de presencias claras, de sensaciones beatíficas y un entusiasmo de puro ser cuando estuvo del otro lado. Y si bien todas podían ser imágenes conocidas, escuchadas tantas veces y hasta repetidas, lo que me estaba pasando tenía que ver con la música de su voz y la potencia sosegante de su mirada. La mujer me llevó en un segundo hermosamente interminable al Edén donde supo ser testigo de lo que vendrá, lo que ya vino, lo que siempre está viniendo a nosotros. Y fue en el transcurso de esa ensoñación despierta cuando la mujer que se animaba a regresar al sitio donde había encontrado un portal inesperado, fue llamada por médicos de una calidad humana que habían ayudado a vencer cualquier tipo de temores de vuelta.   

Ya siendo dos los que quedábamos en la sala de espera, fue la salud, el estado del hospital o la calidad de los profesionales, los temas que trajeron un aire cotidiano. Aunque cierto misticismo continuase vivo en las palabras que salían, con suavidad, de los cuerpos que habían visitado un paraíso verde, enorme. Ese lugar donde parece que todos podemos volver, si hacemos que cada segundo sea un portal para que nadie nos pueda considerar lejanos, fríos, desatentos, desorientados, alejados de lo más cálido del mundo que conocemos.


Todo esto se apareció con palabras precisas, melodiosas, nuevas, en algún momento que llegó antes, durante o después de que los médicos me llamaran, analizaran algunos números y hablaran de espermatozoides que veían con muchas ganas de vivir, ajenos a cualquier contaminación de bacterias portadoras de desanimo.  


Con entusiasmo de quien sabe que está siendo atento con su naturaleza animal, salí entonces de la consulta y miré al pasillo, queriendo retomar algunas palabras con las mujeres, para vestirme de turista agraciado del gran jardín de la calma. Ninguna de ellas estaba allí. Pero supe que siempre podría visitar ese espacio. Tal vez el mismo hospital fuese una de sus puertas. Y mis ganas de vivir una de las llaves.

8.3.09

Músicas y astrales

La legión del círculo

Foto: Luciano Varela
Crónica de un concierto especial de La Bomba de Tiempo en el microestadio de Argentinos Juniors. O de cómo la potencia percusiva y la creatividad del grupo se potencian con algunos invitados que aportan carisma y melodía. Además de la vieja y querida canción popular.

Diego Oscar Ramos - 2009
...
Fotos: Luciano Varela & Damián Losada

I

Se habla de la energía de los lugares, de las personas, de las situaciones, de las músicas. Es una frase ya bastante común, que a nadie da vergüenza usar, a no ser que sienta encima el eco del uso excesivo de la palabra energía, cada día más presente en nuestro lenguaje, quizás como eco de la nueva era o apenas por su posible utilidad para concentrar significados dispersos. Si encontramos un concepto rápido y efectivo, las cosas cambian, como cuando aparece una sonrisa verdadera que ilumina un rostro y da señales claras del ánimo de una persona. O como una postura corporal, que nos dice de inmediato cómo la está pasando alguien en un lugar. En Brasil, especialmente en Salvador, es muy usado el término astral, como un comodín del lenguaje adecuado para describir un carácter general en el nivel más sutil y a la vez más explícito, si se está atento a todas las señales. Aquellas que emiten las cosas y los cuerpos, como seres emisores y receptores de signos vibracionales, si se me permite el uso de otro concepto tan usado hoy que hasta cariñosamente se habla de la vibra de las cosas. Estamos en comunicación con todo lo que circula alrededor, personas y objetos, más cuando las lentes hacia lo más chico de lo chico nos muestra que todo tiene movimiento, hasta la materia más íntima de la piedra que creemos más aparentemente quieta. Eso hasta que su movimiento interno, nos llame, la tomemos y arrojemos al agua - ¿alguna vez quieta? - de un lago. Hasta hipnotizarnos con las ondas zigzagueantes y expansivas que nacen de esa zambullida veloz y convencernos con belleza de que todo se mueve. La música también conversa con nuestra agua interna. Y no tiene necesidad de arrojarnos ninguna piedra para que nos movamos, alcanza con acariciarnos con gracia.

II
Foto: Damián Losada
Algo pasó de distinto, pero muy distinto, a nivel del astral total del concierto del grupo de percusión La Bomba de Tiempo el sábado 7 de marzo de 2009 en el Microestadio de Argentinos Juniors cuando se combinaron con sus capacidades musicales con las formas de tocar y de ser de Rubén Rada y Mintcho Garrammone, haciendo que una especie de soga suave hubiera ido pasando de repente entre las miles de personas para asegurarlas en un disfrute global. Y algo concretísimo pasó cuando las melodías
que salían de la voz cantante de Rada eran captadas por Mintcho en su guitarra baiana, completando un plano melódico que llenaba otras piezas del rompecabezas musical. Sin la necesidad de un téster de energía grupal, con todo lo abstracto que puede haber en esta idea de la que todos hablamos, sí hubo una recarga del astral. Seguramente apuntando a ese lugar al que pueden llevar las canciones que tienen historia en la memoria popular, el uruguayo optó en un momento por la efectividad de su canción más emblemática. Y cantó tanto la letra – “Tocá che negro Rada, tocá canta la hinchada, tocá y cantá tranquilo, que acá no pasa nada”… – como los pasajes instrumentales, con un swing que en él tiene olor a ADN. Mientras el combo percusivo, comandado en ese momento por Santiago Vásquez, iba acomodando su juego de intensidades a la estructura canción que se iba formando, el baile multitudinario comenzó a armarse con ese goce que da ponerle más queso rallado a un buen plato de pastas. Los condimentos se terminaron de agregar cuando apareció más tarde Gustavo Cordera, cantante de la Bersuit, junto a otros músicos del grupo, para cantar una canción energética reflexiva político metafísica, seguramente un reflejo de ese lugar donde el pelado ha elegido estar en este momento. Escucharlo juntar en el tema inédito la explosión del capitalismo con el final de un amor donde no se estaba atento a la necesidad del otro antes de dar, tendía un puente de sentidos nuevos al placer de largar endorfinas agitando la osamenta.


III

Foto: Luciano Varela

Si cada invitado de estos tres años de La Bomba de Tiempo ha aportado su astral a este ritual de movimiento y encuentro humano que no existía en Buenos Aires con esa regularidad y organización, esta noche la combinación de fuerzas musicales llevó a momentos de palpable emoción colectiva. Y todos crecen cuando aparecen otros niveles de señales. Porque pocas veces suena mejor el seleccionado de percusionistas que cuando permite zonas de continuidad a sus construcciones hechas por la composición en vivo de quien lleve la batuta en ese momento. Claro que esa dirección está influenciada por una energía - ¿será que puede usarse otra palabra? – del mismo grupo y del público. Y el crecimiento de la cantidad de público que fue volviendo un lugar pequeño al playón del Konex debe de gustar seguramente de los cambios abruptos de rítmicas y de los recursos técnicos que hacen que La bomba suene como si hubiese una mezcla hecha por consola y hasta contando con efectos electrónicos propios de una rave. Todo muy conocido para el que se haya dejado llevar por todo lo contagiante que tiene en sí la estructura de disminuciones y elevaciones del pulso rítmico de la música electrónica. Por eso ir a bailar con ellos no es lo mismo que ver cuerdas de tambores en San Telmo, a pesar de que haya en la historia musical de cada integrante de la creación de Santiago Vásquez mucho saber de rítmicas populares universales. Quizás el plus de modernidad que posee La Bomba de Tiempo tenga que ver precisamente con no estar ligada a ninguna tradición musical en particular, con la mezcla de elementos diversos y su sistema novedoso de señas que permite la creación de composiciones en vivo. El resultado, como el de cualquier actividad repentista - más que nunca vinculada al estado general del emisor de las señales directrices – tiene las virtudes de lo que se está cociendo en el momento, la frescura del desarrollo en un presente absoluto y la capacidad técnica de ordenar con precisión quirúrgica los desarrollos de una idea musical. Pero también puede hacer extrañar lo que acontece cuando una creación espontánea es colectiva, como puede pasar en algunas improvisaciones de música popular, donde escuchar las necesidades y señales del otro, como bien cantó Cordera, pueden dar momentos de diálogo y encuentro.

IV

Foto: Luciano Varela

El círculo da sensación de completud, como si al recorrer todos los puntos de un recorrido fuésemos conociendo un poco más de nuestras propias formas de ser al mirar el paisaje cambiante. Y si en algo aportó el astral de los invitados de La Bomba de Tiempo en ese cierre de sus primeros tres años de existencia, fue una emisión de melodías y sentidos claros, de caminatas rítmicas menos rupturistas que el habitual andar bombero y una señal evidente de amor por el formato canción. Combinado con la potencia percusiva, hubo momentos de gran alegría, como sentirse acariciado en totalidad. En algunos puntos, los juegos de cambios rapidísimos en los percusionistas aún adentro de zonas sin fuga de las melodías invitadas, podía compararse con la convivencia que se da en cómo percibimos en relación a cómo describe el mundo la física clásica y la descripción de los micro mundos propia de los quánticos, que aseguran que lo más pequeño, lo que está como por debajo de lo que logramos percibir, tiene andanzas que responden a otros relojes y parámetros. Eso podía sentirse con los movimientos rápidos de los percusionistas cuando aún la frase de las canciones propuestas seguía inmune el ciclo preciso para llegar de la parte A hacia la B. Si lo que logramos percibir es lo que más puede alimentarnos la afectividad, las sonrisas globales ante algunas palabras del cantante de Bersuit o ante las humoradas de Rada aportaron un plus de goce evidente, una elevación notable en el astral del concierto. Sobre todo cuando, como también dirían en Bahía, los miembros de La bomba pudieron asegurar la onda de lo que estaba aconteciendo. Ya sea al improvisar ritmos poderosos sobre las canciones reconocidas por la gente o al sostener una cierta cantidad de tiempo algunas estructuras rítmicas populares – como la mismísima cumbia, aún polémica para algunos músicos – que iban siendo propuestas por los invitados. Cuando hubo diálogo total, cuando los tiempos de continuidad de las señales musicales ayudaban al procesamiento corporal, en ese ciclo de reconocimiento y respuesta al estímulo mediante el baile, La Bomba de Tiempo dibujó regiones placenteras donde andar descalzo y con ropa cómoda. Para disfrutar de la vida, sin necesidad de estar siempre en transe.

La Bomba con Mintcho en el Konex - Enero 2008

30.11.07

Arte y Expresión


 Algo sagrado

Montados en la primera frase de una de las canciones más bellas de George Harrison, estos párrafos cabalgan con placer por sobre temas como el misticismo, la psicodelia, los riesgos de la percepción irónica y hasta la magia temporal que supo unir al músico inglés con uno de los más hermosos goles de la historia de los mundiales.

asas
Diego Oscar Ramos
asas

SOMETHING. Alguna vez escuché a George Harrison diciendo que cuando se había conocido la experiencia de la intensidad religiosa, cuando se tuvo el conocimiento vivencial de lo sagrado del mundo, lo más natural era poder transmitirlo en su propio arte. En realidad lo leí, pero es como si la voz del querible George apareciese bien clara en esas ideas, con la precisión con la que cantó su misticismo color Krishna en "Living in the material world", su segundo disco solista en 1973. “Estoy lleno de agradecimiento a todo el que es feliz o libre para darme esperanza mientras estoy buscando la luz que ha iluminado el mundo”, decía en "The light that had lighted the world", en un tono confesional que comenzaba diciendo que había escuchado que alguna gente lo acusó de haber cambiado, de que ya no era lo que había sido. Y lo cantaba como en respuesta a los reproches de muchos fans o hasta amigos que no veían con placer su virada orientalista extrema, aunque quizás fuesen los mismos que, siendo un beatle, le habían festejado la innovación que había en usar músicas e ideas religiosas hindúes en hitos como "Within you without you" de "Sgt. Pepper". Parecía que este Harrison, el que ya había llevado los nombres de Krishna a los primeros puestos de los rankings pop en el hit "My sweet lord", no entendía a quienes a su alrededor o en los medios le ponían mala cara a sus ganas de cantarle a lo que le había dado uno de sus mayores placeres. Y vayan aquí algunas preguntas sobre nuestra propia cultura: ¿Sería que aún en aquellos años de vientos psicodélicos se veía a los artistas occidentales realmente convertidos a religiones orientales como hoy puede llegar a mirarse a quienes practiquen con ortodoxia cultos como el islámico?, ¿y cuáles límites se estaban tocando en Occidente para que aquel que le cantaba a Dios – con cualquiera de sus nombres – fuese observado con recelo, hasta por quienes podrían haber compartido con él el consumo de LSD para encontrar lo sagrado?


IN. Es probable, poniendo cerca de la luz los aspectos tan calmantes como anestésicos de las prácticas místicas, que los mantras del Movimiento para la conciencia de Krishna hayan calmado en Harrison algunas características conocidas de su personalidad: su melancolía y la propensión a mirar la vida con ironía. Porque hay que recordar que ya desde el inicio de su carrera había acidez, desde temas como "Don´t bother me" del festivo disco "With the Beatles" hasta los picos de angustia psicodélica de "Blue Jay Way" y el humor social áspero de "Piggies", ya a finales de los `60. Y si bien hablamos de la misma persona que cantó "Here comes the sun" y "Something" en una meseta de sentimientos positivos en relación a la vida y las relaciones amorosas, las críticas abundantes en los medios de principios de los setenta a su difusión full time de las temáticas religiosas también pueden estar mostrando algo de los mismos críticos o fans del rock psicodélico que coqueteaba con lo sagrado: el hecho de haber gozado más de las búsquedas no dogmáticas que de sus encuentros de sentido de la vida en una religión organizada. Es muy curioso leer las revistas musicales de la época, cuando destacaban que en los recitales de las giras norteamericanas era el tecladista Billy Preston – el que participó de las sesiones filmadas de "Let it be" para poner en la agónica música beatle toques de musicalidad y un humor que ya ni Ringo tenía – quien daba una vitalidad que el místico Harrison parecía no tener de dónde sacar para que los shows no naufragaran en un clima tan místico como monocorde.

THE. Agreguemos algunas preguntas más panorámicas: ¿Será que el negocio del arte y la misma estructura de los conciertos de rock están aún hoy más basados en aquello que aún se está explorando que en el anuncio feliz de un encuentro? O más aún, ¿será que en realidad la misma aspereza promedio que aún hoy se le pide a una música para que sea rockera tiene más espectacularidad que cualquier acto celebratorio? Y otra más: ¿no será ya evidente que la industria musical puede trabajar más fácilmente con la expresión de la euforia o la depresión que con las muestras de éxtasis o calma? Sigamos entonces: En los `70 de crecimiento sostenido de la intensidad adrenalínica de grupos hard rock como Led Zeppelin, Deep Purple o Black Sabath, de la intrincada sofisticación de los sinfónicos Yes, el primer Génesis o King Crimson, George Harrison dejó de tocar en vivo, se convirtió en un apasionado jardinero en su mansión y sacó discos plagados de baladas bonitas donde cada tanto surgían hits con un optimismo pop bien Mc Cartney. Pero también asistía religiosamente a carreras de Fórmula Uno y financiaba las artes humorísticas del grupo inglés Monty Python, quienes tuvieron su éxito fílmico en los primeros ´80 con "The life of Brian", una sátira de refinada ironía montada en una figura con clarísimos ecos de la vida de Cristo, con quien se había comparado su compañero Lennon en 1966, cuando los fundamentalistas protestantes norteamericanos iniciaron una campaña anti beatle tan sostenida que acabó siendo uno de los motivos de la retirada de los escenarios del mayor grupo pop del mundo. “Puedes decir que soy irónico, pero no soy el único”, podría haberle cantado John.

WAY. En 1986 el bellísimo disco "Cloud Nine" de Harrison trajo a la actualidad de los rankings al hombre que pasaba gran parte de su tiempo en su casona inglesa, mucho más luego de la partida violenta de Lennon, convertido desde entonces por los medios en una casi paródica estampa de santo pacifista. Ya pasados unos años, a mediados de la década, a pesar de las meditaciones, los mantras constantes y la alianza con las musas de la belleza armónica, el viejo George tampoco podía ser congelado en la imagen de gurú de la calma. A decir verdad, siempre compartió con John unas cuantas vivencias internas de insatisfacción que seguramente vendrían de vivencias de su infancia, como le pasa a la mayoría de los hombres. Y también a un futbolista argentino, quien se consagraría ese año como el principal astro pop de esa década, en México, el país donde había nacido Olivia Arias, la segunda esposa de Harrison. Así, el año en que George hacía bailar al mundo con "Got my mind send on you", Diego Armando Maradona lograba, en el partido mundial con Inglaterra, la mística sensación de estar siendo tocado por Dios, a la misma edad en la que las musas le habían regalado al inglés las canciones más inspiradas de "Abbey Road". Y ya que los mencionamos antes, unamos a Harrison, Lennon y Maradona en aspectos contrastantes: los tres pasaron por etapas de autodestrucción y generaron momentos de arte únicos que son legados para la humanidad, los tres han sabido expresar una religiosidad que poco tiene que ver con mostrarse como santos y han tenido críticas por crisis de abstinencia de una prensa que sabe juzgar. Pero no muestra posibilidades de salida de las angustias primordiales que conducen a ciertos abusos con algunas drogas.

SHE. En estos tiempos suele decirse que uno atrae lo que está buscando, aunque sea de forma inconsciente, como un imán con una fuerza poderosa que siempre se las arregla para que la realidad tome la forma que queremos vivir, aunque sea en el fondo más hondo de nuestros interiores. “El espacio es información”, explicitan algunas corrientes del Budismo para darle palabras a algunos fenómenos de la comunicación y ayudarnos quizás a pensar en un Lennon que de algún paradojal y trágico modo llamó a Chapman para darle un final a su vida de búsquedas existenciales más atormentadas que calmas y donde hasta dijo que daría todo por un poco de paz mental en "I´m so tired". George, por su lado, parece no haber logrado nunca disolver esa sensación de voz silenciada detrás de otros que para él podían hacer mejores canciones o decir cosas más verdaderas, ya sea Lennon y Mc Cartney o Krishna. Seguramente haya sido un conflicto personal, un lugar en el que con esa comodidad con el que se pierden muchas oportunidades, se haya quedado tranquilo todo el tiempo que quiso, conformándose con una o dos canciones por cada disco beatle en el tiempo en que duró el grupo. Por algo su contención compositiva estalló, luego de la separación del grupo, en un disco triple que - otro juego de paradojas - resultó la primera gran creación exitosa de un ex fab four, tan jugadísima por su extensión como por decir lo que quería decir, de la forma en que deseaba hacerlo. Y de lo que más parecía querer  hablar en "All things must pass", justamente, era de Krishna, muchas veces, tantas como mantras habría estado cantado en esos tiempos con los discípulos del movimiento, en la mansión inglesa que les donó para crear allí un templo. Allí hoy se siguen transmitiendo enseñanzas hindúes y se difunde el mensaje en muchos libros que tienen un prólogo del beatle religioso. En muchas revistas de la comunidad se cuentan historias que lo muestran adorando cantar por horas los nombres hindúes de Dios, incluso manejando en trance por horas uno de sus veloces autos, cantando el mantra Hare Krishna. Y también, por otro lado, se ha evitado ponerlo como total ejemplo devocional, básicamente porque nunca pudo abandonar hábitos destructivos como el tabaco, una de las fuentes de su gravísima enfermedad de garganta, donde estalló el cáncer final, justamente en el centro mismo de la expresión.

MOVES.
Cada vez parece estar más claro para la ciencia que las enfermedades tienen un inicio fundamental en el nivel emocional. Y ese lugar frustrante en el que por tanto tiempo se lo ha colocado a George en relación a sus históricos compañeros musicales lo acompañó hasta el final. Ahí su misma garganta y luego su cerebro dijeron basta, entristeciendo a muchas personas del mundo. Paul quedó entonces sin palabras, totalmente atónito cuando lo enfocaron las cámaras de televisión para pedirle un testimonio al llegar a su hogar. Y en ese silencio debe de haber estado ese lugar donde el respeto construye momentos de verdad que no pueden generar grandes titulares en los diarios. Tiempo después, en un concierto homenaje, tocaría con el mágico ukelele que adoraba Harrison esa canción sagrada que no precisa mencionar ningún nombre santo. “Algo en la forma en que se mueve me atrae como ninguna otra amante”, dice George en su mantra y repite Paul en su relectura emocionada. Quizás le cantan ambos a alguna de sus mujeres. O quién sabe, quizás lo dedican con sutileza al movimiento continuo de la propia vida, esa magia presente que todos conocemos al nacer, cuando somos como dioses. Y no necesitamos de las palabras para sentirlo.