sensaciones y pensamientos


Escrituras



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26.7.12

Despertares


¡Por fin te encuentro!

Tiempos de palabras que entusiasman, con el cuerpo en el aire. Y el alma en la tierra.


Diego Oscar Ramos


Carta para el que soy. En un futuro que se abre en este instante de floración.


Hay un sonido que se expande desde el punto más central de la médula. Y una pureza que me espera en la puerta.


Carta para el que se ríe de noche, cuando ve faroles que se acarician con la neblina y dejan espacios de bonita confusión, en luces y sombras que se pliegan, sin temor al desvanecimiento.


Hay una paloma que se apoya en el borde del abismo, con alas limpias y el pico en alto. Mis ojos la miran, cerca del calor sedoso de saberme presente.


Carta para el que está siendo. En un ahora que tiene millones de células latiendo y una percepción del camino que nace para pies con zapatos despiertos. Y el alma lista.

8.11.09

Ser y andar

Sentidos

La historia se hace andando. Y el mundo los símbolos, sabiendo escuchar sus pasos. 



Diego Oscar Ramos




   Caminar es parte de la historia. Pararse puede haber sido un principio. Decidirse a andar puede dar alguna clave, para anotar un dato que sea motriz, que se apropie de la idea del movimiento para echar a andar una teoría. Caminar es parte de la historia de una teoría, de cualquier teoría, la de las plantas en su evolución, la de los átomos en su agrupación, la de los animales en sus migraciones, la de los hombres al construir sus ciudades, o sus familias, o sus conceptos primeros sobre su estatismo o su movimiento. Moverse es parte de la historia, puede ser el padre o la madre, o el niño mimado de lo que precisamos como unidad para iniciar algo, para tener una pieza que podamos juntar con otra para armar algo nuevo, para juntar lo que podría decirse como separado, pero que al juntarse, si es que la suerte o la intuición nos acompaña, casi diríamos que forman una naturaleza nueva  que sus seres ignoraban en su estado inicial de separación. Aquí ya agregamos elementos nuevos, por en cuanto, hablamos de una terceridad, que surge de un apareamiento entre dos unidades. Esto mismo está siendo también una suerte de unidad biológica tanto como conceptual. De dos seres individuales con capacidad innata de reproducirse nace un tercer ser, producto del intercambio de información genética a través de la sexualidad. Las teorías, las ideas, las nociones, también tienen su zona de sexualidad, de seducción, de apertura de la cola multicolor, como la del pavo real cuando el genio de la especie dicta la proximidad, la posibilidad o la necesidad de la reproducción para que un formato de ser siga andando por la existencia. 
    Y, nuevamente, hablamos de la caminata, del movimiento, de los desplazamientos por un territorio, geográfico o existencial, como una unidad que se nos presente tomemos el tema que tomemos para dar un puntapié inicial a un texto como lo es este mismo que se está desarrollando en este momento, cuando las palabras, una por una, se van alineando en este sistema de escritura que también tuvo un inicio y que sigue desarrollándose, creciendo, mutando y seduciendo personas que puedan reproducir sus genes a lo largo del tiempo. Escribo entonces, con este sistema en particular, testeado por siglos y usado para crear todo tipo de configuraciones, para alinearme con un placer que me dictan ahora las propias palabras o las que surgen de un dictado premeditado sólo por una célula de sentido que pueda estar anidando en mi inconsciente. La intuyo y pongo ese nombre en este instante, cuando sé que escribir es desenrollar signos que descansan, o que se mueven sin que los veamos en toda su trayectoria, mientras creemos que nos sentamos a escribir porque dieron ganas de hacerlo, porque un llamado interno nos convidó al desovillar, al desplegar en un plano, en una secuencia, una bola giratoria que juega con los símbolos en el interior de nuestras cabezas, sabiendo en este mismo momento, milagro de los milagros, que todo esto es poco más que una metáfora, que una aproximación al fondo de las cosas, lo que no hace que pierda gracia el juego, por el contrario, develar la naturaleza metafórica de todas nuestras descripciones hace que la vida sonría ante la gracia del misterio como permanencia de todo, desde la totalidad de fichas del universo a cada una de sus unidades. 
     Si es que toda esta misma idea de la unidad básica forma parte de la realidad o acaba siendo la herramienta para movernos entre las cosas, para dotarnos de cierta separación momentánea con el mundo, para contemplarlo desde afuera y creer que manejamos algún tipo de movimiento de las cosas, proceso en el que los sucesos podrían marcar una ética exitosa de dominio, desde la creación del alfabeto a la notebook con que escribo ahora o la invención de las vacunas o los transplantes de órganos, pero que, en definitiva, cuando el maremoto de la vida nos toca con fuerza, barremos con kilómetros enteros de nociones de separación y de distancia con la naturaleza. Suena extraño decirlo, pero el universo parece pensar más en el todo que en las partes, separación que hago más como deferencia a las ideas que van apareciendo que a toda afiliación  que pueda estar haciendo a una descripción fragmentaria de la realidad. Y así mismo, antes que sentir que nuestro valor como seres individuales decrece frente a una lógica del universo que prima la vida en sí misma antes que cada ser, percibirnos como parte de ese mar en movimiento constante me regala la sensación de que valemos más que nunca, de que sentirse unificado a ese todo que no habla de partes, que no siente a la piel como separaciones, sino apenas como superficies de contacto por donde la comunicación hace nacer más vida, nos deja en una vivencia de privilegio y responsabilidad. 
     Ser el todo es vivir el todo, ser el movimiento es moverse hasta cuando pareciera que podría flaquear el movimiento, porque si estamos moviéndonos como parte de ese todo, sucede como cuando un órgano cree que puede descansar, justo en el instante en que estamos corriendo con el cuerpo entero, entonces, por más que se aferre a una idea de quietud, el movimiento es la condición natural. Así, mientras se movilizan estas metáforas, estas imágenes del lenguaje para hablar del andar, de la unidad, el nacer, el dar saltos, el descansar, el arropar nociones para abrigarse frente a lo que se mueve siempre muy a pesar de nuestras ideas, es que hago una donación de quietud al cosmos, para que sepa lo que hacer con estas ideas que a veces se aparecen cuando estamos cansados, cuando la sordera existencial hace creer que otros se mueven más o mejor o cuando surge de por sí cualquier idea de comparación entre personas, amigos, conocidos, parientes, amantes, esposos, vecinos, colegas, habitantes, ciudadanos o cualquier otra denominación con que acostumbramos ordenar a los seres que comparten con nosotros el andar en los patines del tiempo. Con felicidad, aspiro el aire que dará su recorrido por mi cuerpo, imagino su desplazamiento con más estética que voluntad científica o meditativa, suelto de a una estas palabras, saludo con agradecimiento a quienes hayan llegado hasta este punto del tiempo conmigo y me entrego a la vida, guardando para después las palabras y la escritura, que también pueden querer andar sueltas por ahí, descansando de mi inconsciente y pegando saltos vertiginosos, en la fuente universal de donde seguiremos alimentándonos, haciendo esos downloads de símbolos y arquetipos con los que hablamos de la vida. Ella siempre está siendo, hasta cuando nos quedamos sin palabras. 

17.1.09

Mapas nuevos y antiguos



Caos y orden


Nacido para una performance teatral sobre rituales cotidianos,  este texto fue danzando libre por sobre sentidos en movimiento constante.


Diego Oscar Ramos – 2000 – Revisión 09


Posición de cuerpos. El caos no es sólo dolor, el caos puede ser un confort elegido, donde habita lo inteligible, lo no percibido, la totalidad rugosa de formas no descubiertas. El orden puede ser una posición de los cuerpos, un desplazamiento gozoso que trace los mapas personales de las rutinas. El placer puede soñar órdenes nuevos, que danzan ese caos nombrado por una mirada que ataca la virginidad de formas, definidas por no saber cómo gozarlas. El ojo mareado habla de caos para olvidar su confusión y miedo a vivir en un mundo impredecible.

Emoción de sentidos. El caos es lo imprevisible, lo que nos sorprende de brazos abiertos y boca en exclamación muda. El orden es lo que llega con apariencia de continuidad, con la certeza de lo que se sabe cómo es y cómo se comporta. Cualquier día lloverá de abajo hacia arriba y deberemos guardar los lentes salpicados por el caos, sonriente de felicidad en las miradas impactadas por el brillo de lo nuevo.

Placer de músculos. No hay un solo orden. Tampoco un solo caos. Los ascetas de la tribu traen definiciones para que todos sepan caminar. Los pasos están dirigidos desde la salida del vientre materno. Pero el caminar puede regalar un desorden sano o un caos purificante, un orden personal que se vista con las ropas que los escribas diseñaron como propia del caos. Nacer es enfrentar mapas antiguos y ajenos. Los nuevos los dibuja el cuerpo: cada músculo sabe lo que siente como vital y lo que vive como dolor para su naturaleza. El placer escribe con tinta noble sobre la piel. Los hábitos que dan goce se fijan como órdenes absolutos para ese cuerpo, sin importar que otros pongan esas rutinas en su museo de lo caótico.



Percepción de almas. El caos es una virginidad de formas danzantes. Los ojos de la mente y el alma arman grupos de entes enfrentados en un baile quieto de dos que no quieren mirarse: orden-caos, bien-mal, felicidad-tristeza. "No hay hechos morales sino interpretaciones morales de hechos", dijo Nietszche. Y tampoco hay conductas caóticas, mejor sentir que hay interpretaciones caóticas de conductas, caos y órdenes que desconocemos, con leyes que superan nuestra percepción de miembros de una tribu que no suele danzar sus misterios.

Necesidad de palpitaciones. El placer crea órdenes nuevos, enfrenta con alegría el caos. Dos cuerpos que se entregan al encuentro pueden hallar órdenes vitales que les pertenezcan. Cada ser puede aislarse en su orden o hasta compartir su caos. Dos seres pueden construir sus hábitos cuando saben palpitar órdenes que nazcan de la necesidad de repetir lo que les hace bien.

Rituales de aliento. El orden puede ser una posición de dos cuerpos, el caos también. Los rituales placenteros alientan en su reiteración la repetición de conductas que escribieron otros que sabían de las formas de goce que pueden brotar de cuerpos únicos, irrepetibles, que saben atravesarse y compartir su desmesura. Los mapas pueden ser guías amistosas de lo que ha dado alegría o paz.



Unidad de contacto. Dos seres unidos no son dos, son algo superior que surge del contacto. El placer es nacimiento, solidifica, gusta de la masa unificada de sensaciones de vida. La unidad es goce de contacto real.

Gozo de cuerpos. El placer necesita de la presencia del caos. Juega con él, le regala elogios para que exista sorpresa cotidiana. Las gotas de caos embellecen órdenes creados por cuerpos que gozan. Los hábitos de placer desatan sentidos nuevos, alimentan órdenes en movimiento que mudan el rostro de las rutinas.

Juego de risas. El caos puede ser una posición de los cuerpos, una cadena mutante de hábitos repetidos nunca igual. El orden también. Los dos se desplazan en un juego risueño donde sus formas se entregan a un hábito de lo blando, lo que puede expandirse sin fracturarse ni perderse en una rutina de lo seco, frío y estático. Mejor lubricar las costumbres, para entregarse al encuentro de lo nuevo, moviéndose imparable, en la vastedad húmeda y caliente, donde todo nace.

7.1.09

Creencias y números


Dios en el Super
 

Con la misma intermitencia binaria del código digital, la creencia en lo sagrado parece vivir una inspiración y exhalación constantes. Claro que menudencias cotidianas y coincidencias numéricas pueden poner en cortocircuito el proceso. Y dejarnos de mandíbula caída, sorprendidos con la delicadeza con la que el gran guionista nos entrega sus señales.


Texto y fotos: Diego Oscar Ramos

1- Dios se muestra en el supermercado. A decir verdad, se muestra todo el tiempo, con todos sus nombres, formas, colores, danzas y sonidos. Y también puede hacerlo en el supermercado. El tema es que a veces lo olvidamos. O le damos una entidad menos sustanciosa a su presencia, poniéndolo en un lugar de vibración paralela al cuerpo, como si pudiésemos ponerlo en el placard mientras estamos ocupados - con la mayor de las suertes - o preocupados en lo que tenemos que hacer o decir o pensar o actuar.

2- Dios se puede mostrar, hacerse obvio, dejándonos en cada momento mensajes, a través de símbolos que nos sean más sensibles. Como un mensajero que trae una llave hecha de palabras escogidas con precisión en la feria de particularidades de lo existente. A cada cual hablándole con el idioma que vaya a entender en el momento preciso. Aún cuando en un rato vayamos a olvidar todo para que el brillo de la sorpresa nos haga sentir esa verdad que nunca fue sólo una idea. Y cuando menos lo esperemos, hasta cuando naufraguemos en el descrédito, ahí justo cuando nos estemos tapando el amanecer con las manos, se nos puede aparecer el mensajero.


3 – Dios se muestra, a veces, con mensajes de una insistencia propia de lo que se repite cíclicamente, para que los telegramas generen un goce por despertar en el cuerpo una lectura de esa recurrencia. Y vemos símbolos imprevistos, sentimos lo sagrado y creemos que el sentido total de lo que puramente es puede andar con alegría en algunas coincidencias numéricas.

4 - Dios se muestra en el supermercado. O en dos. Cuando en un segundo nos damos cuenta de que a diferencia de minutos, hemos usado el mismo número, exacto, de dinero para hacer dos compras distintas en dos sitios distintos. Y ese no haber calculado nada, el haberse dejado llevar una tarde por las ganas de disfrutar de algunos alimentos para sentirse bien, para darse gustos, como suele decirse, con una liviandad de lo que pasa sin darse cuenta, pero que está en la casa luminosa de lo sagrado, más que muchas lecturas bíblicas hechas sin ganas.


5 – Dios se mostró en el supermercado. O en dos. Y poco antes en un local de Internet, cuando hizo que olvidáramos y recuperáramos una billetera, enterita, con todos los papeles de colores y números, poco antes de festejar el reencuentro con esa segunda compra que trajo la coincidencia. Y dentro de la morada de billetes estaba también la estampita de San Jorge, con su lanza atenta a quebrar la intermitencia de las creencias, teniendo en la mira al dragón del malestar, ese que casi enciende la bronca cuando nos dimos cuenta del olvido y rezamos una fórmula mágica, heredada de abuelos mágicos, para encontrar objetos perdidos. Y si con la recuperación de la billetera en el paraíso de las comunicaciones digitales estaba averiada la actitud binaria de creer y descreer, qué estocada a la fría razón le dio unos minutos después el guionista, poco después de comprar en otro supermercado un riquísimo yogurt de vainillas. Uno sólido, en frasco de vidrio, como el que comíamos en la infancia donde nos legaron el mantra recuperador de objetos.

6 – Dios se muestra en el supermercado. En el segundo de la tarde. Cuando al pagar el manjar único, comprado con el máximo placer de estar dándose justo lo que nos pide el alma en ese momento, ver que cuando sale el ticket de la máquina registradora, algo entraba en sintonía. Los rayos de luz iluminaban a la cajera, las góndolas y se sentía todo cálido adentro, porque ese número era una llave, no era cualquier cifra, la música de su lectura era familiar. Demasiado, había sonado hacía muy poco, en el anterior supermercado. Era el mismo número, con todas sus comas, con todos sus detalles, del ticket de la compra anterior.


7 – Dios se muestra en el supermercado. En la vida misma, donde un papel, una coincidencia inmediata, pueden ser sólo eso, pasar al olvido nuevamente para sincronizarse con las melodías del par de amantes formado por el deslumbramiento y el descrédito. Pero hay días más luminosos que otros, cuando los oídos se destapan del hollín y la sonrisa nos inunda, dejándonos habitar el mundo de lo claro, lo transparente, lo enlazado con sentidos sanos, bordado con mensajes concretos, diseñados con las palabras e imágenes propias para cada uno en cada momento. El brillo es la llegada del correo, la lectura desprejuiciada, el código develado, ahora.