Celebración de lo íntimo, lo eterno, el soplo de huracán microscópico, la purga necesaria del tiempo ido.
Celebración del espacio sonoro, del diálogo intenso con lo que está presente y con lo que quiere manifestarse.
Celebración pequeña, solitaria, vociferante de planetas observando el abrazo necesario, y la palabra compartida.
Celebración silenciosa, arenosa, metafórica y concreta, amante de lo que se reúne por empatía y lo que se aleja por aventura.
Celebración de lo que es, lo que abre palacios humildes y expande la belleza de los detalles, en la expresión de lo indivisible.
Celebración de la certeza, que hace nacer mitologías, en la punta de los dedos y en el centro del átomo querido.
Celebración animal, amorosa, urgente, en los ojos de mis manos y las canciones de mis caricias.
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