Fue un encuentro casual. Así se describiría en tiempos donde no se pensaba, tal vez, en sincronías o destinos. ¿Será que hubo un momento donde la duda no aparecía junto a la sorpresa grata de la presencia repentina?
Ahora no hay preguntas sobre eso, desperté hace algunas horas, justo momentos después del encuentro, pero no me levanté para registrar con minucia el evento, con la voluntad potente de guardar para siempre las sensaciones y los sentidos. Seguí acostado, con el eco integral de la vivencia presente en la nueva inmersión en el espacio de los sueños. Con el deseo y la procura de seguir percibiendo con disfrute no sólo su presencia, sino un calor suave en el pecho, consecuencia feliz del propio encuentro, pero más en un plano físico, corporal, que mental, o es probable que convivieran ambos planos.
Creo que quen apareció primero fue mi papá. pero las palabras regresan ahora de la boca de mi mamá, aunque ambos me sonrieron con una belleza de alegría contagiosa. Y sutil, eran sonrisas precisas, el gesto en su punto justísimo de emisión de un mensaje total, de dicha noble.
Parecía ser una caminata por las calles de una ciudad pequeña, en un día de luz solar generosa y amable. Esa fue la situación donde aconteció todo. Una aparición repentina de mi mamá y mi papá, sonriéndome, con el aspecto físico de sus últimos tiempos. Al verles, hubo un lapso breve de extrañamiento, como si una parte de mi percepción estuviese como en cortocircuito, tratando de comprender cómo podía ser posible la escena misma, pero sobrevino rápido un acomodamiento del sistema, que dejó de emitir preguntas analíticas sobre la naturaleza del suceso. Y todo fue apertura inmediata al regalo mismo de esa experiencia.
Mi mamá, con estado de sonrisa en todo el cuerpo, mencionaba algo en relación a San Pedro, la localidad de la provincia de Buenos Aires. Y había también, algo de sorpresa en su expresión, seguramente para empatizar con mi estado de zozobra repentina al verles. Eso puede ser interpretación de esta rememoración, cuando pongo como certeza que ella, en el plano en el que habita su ser, debería vivir en certeza de todo lo que aconteció, acontece y acontecerá. Pero, ¿por qué no podría sentirse sorprendida de haber accedido a un contacto conmigo a través del espacio del sueño?
Compartíamos entonces, más la alegría del encuentro sorpresivo, que cualquier forma de duda de cómo estaba aconteciendo eso. Aunque sí aparecía una expresión de no saber que yo estaba viviendo en ese lugar. Y se mencionaba al padre Farinello, un sacerdote católico de cierta fama en una época, cuyo recuerdo en este instante tiene como centro a su sonrisa suave y afectiva.
No les pregunté qué estaban haciendo allí. Ni hablé de por qué estaba yo en ese lugar. La lógica posible no era una necesidad en ese momento, que se fue desvaneciendo, como se va un aroma que nos sorprendió con goce. Y nos dejó un recuerdo que es impregnación repentina. Y misterio dulce.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario