sensaciones y pensamientos


Escrituras



21.6.24

Grandes encuentros

foto: Jazmín Arach

       

      La sensación fue muy fuerte, de esas que impactan en varios lugares del cuerpo, generando un vacío momentáneo de sentidos conocidos, hasta que la mente reacomoda la percepción. Fue una tarde de 1998, en Buenos Aires, en el Centro Cultural Recoleta. Estaba bajando las escaleras, espiraladas, desde el primer piso, donde estaba haciendo un taller de teatro. Mi mente estaba calma, en estado de vuelo en velocidad crucero, cuando de repente siento un clima de revuelo, de pies firmes en caminata apresurada y cierta leve tensión en el aire. En centésimas de segundo la vi, caminando rápido, con muchas personas detrás y delante. Tal vez no eran tantas, pero el recuerdo me dicta una multitud de seres acompañando esta presencia. 

        Para quien había vivido con potencia de transformación interna toda la historia de los Beatles, tener de repente, sin preámbulos, a Yoko Ono delante, a poquísima distancia, fue un shock. La mente sentía que estaba frente a un ser que habitaba leyendas tremendas del mundo del arte sonoro y conceptual. Pero no había nada de racionalidad en la percepción, más bien era como haberse encontrado con una especie de maga de libros de cuentos que fueron impactantes en la infancia. En mi casi, ni siquiera haber visto a Mc cartney en vivo en 1993 había causado esa sensación. Ese recital había sido puro goce. Esto era otra cosa, era percibir una potencia andante, una presencia intensa, que sólo cuando el cerebro dio señales de traducir la percepción se tradujo en ideas. Y, claro, ahí se aparecieron decenas de libros, revistas, películas, canciones donde la figura de Yoko había tenido enorme significancia. 

       En general demonizada como una energía desmembradora de la unidad beatle, algo que debe releerse mucho para no caer en simplificaciones absurdas, en mi historia hubo instantes de juego con su arte. En un viejo programa ultra experimental de radio, llamado "El pato encadenado", que hacíamos con mi viejo amigo Javier Albornoz, solíamos pasar como cortinas o directamente como temas musicales dos canciones de Yoko, que habían sido lado B de simples de Lennon. Eran "Open your box" y "Why". Y nos encantaba por entonces revalorizar el poder protopunky con groove acidúlico que había en esas grabaciones. Ya como periodista, estuve en la conferencia de prensa que dio Yoko y en la inauguración de una muestra que hizo de su arte simbólico. El impacto inicial ya había sido transformado. Y mi cuerpo estaba agradecido por el viaje de sensaciones y sentimientos.


Diego O. Ramos

2015

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