Puertas abiertas
A sólo un paso.
Diego Oscar Ramos
Estamos en la puerta, sin candados, los dejaron en otro lado, los sacaron en algún momento en que estábamos distraídos, pensando en pensamientos atados, enganchados en ataduras de otros instantes.
Podemos seguir, mandarnos adentro aún dándonos cuenta que algo marcial aparece cuando lo mencionamos, cuando sabemos que lo que hay que cambiar del mundo está en ese lugar de los mandatos, cuando el carcelero tiene la misma cara del que se afeita todos los días, sin mirarse el filo de los ojos.
Estamos pasando, dimos un paso, un pie está adentro, el otro parece que piensa, como si el cerebro poseyera el cuerpo todo, con un poder de convencimiento no tan poderoso, porque un pie ya dudó de su reinado.
Queremos, todos los órganos que dejamos que la lengua expanda nuestras ideas, salir del tiempo del atraso, del aburrimiento de permanecer donde ya no pasa nada que nos esté destinado. Por eso llamamos al otro pie, lo miramos, nos acercamos, con una de las manos lo acariciamos, la boca le dice cosas suaves, calmantes, certeras y él nos mira como haciendo fuerza.
Estamos pasando, la pierna que demoraba la visita se acerca, firme, cariñosa, al lugar donde su compañera de cuerpo prueba la comodidad de pisar suelo amigo, mientras la nariz huele la calma de quien ha sido esperado por mucho tiempo, sin prisa, con la tranquilidad de lo que se sabe predestinado.
Queremos lo que nos pasa, a todos nosotros que somos uno que camina, que ya está del otro lado, que organiza con el andar sincronizado una caminata firme por los barrios nuevos donde duermen abrazados a nuestro nombre.
Podemos reírnos, cada célula de este todo que es uno, que es único sabiendo que es como todos los que supieron que era el momento de cruzar hacia el centro del espiral donde las sirenas cantan para coronarnos.
Estamos de este lado. Somos el mismo que nació aquí, antes de las preguntas, cuando las neuronas eran ronroneo musical y las cosas eran cercanía y la verdad una palabra que existía antes de poder decirla.
Estamos pudiendo querernos, de este lado del umbral, donde se oxidan los candados. Y las puertas están abiertas. Para el que se decide.
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