Un sonido de belleza cariñosa
Adentro, bien adentro, una canción poderosa nos arrulla, eterna, el alma. Y renueva de sentidos todo lo que nos pasa, hasta lo que llega como un terremoto, barriendo lo que hasta ese momento creemos que es la vida.
Diego Oscar Ramos
(texto e imagen)
Hay un sonido que nos envuelve el corazón, con una gracia de caricia y un ímpetu de sanación. Está aquí, apareció en algún momento en el que la distracción de la mente permitió una llegada plena, sin ninguna de esas trabas que a veces podemos presentarle a lo que nos celebra como seres únicos, perfectos, indispensables. Y si estas tres palabras parecieran brotar del ego, es ese sonido de belleza cariñosa el que nos habla, de repente, sorpresivo, para decirnos que todos aparecemos en este mundo para traer una flor de aroma nuevo, que aporta su potencia a una vida que nos necesita. Aún cuando ha estado antes de que existiéramos y seguirá estando cuando nuestra carne sea parte del viento, bendita paradoja, que tiene sus recorridos laberínticos hasta que podamos sentirla.
Siempre habrá un instante en que nos demos
cuenta, con los sentidos unificados, que todos tenemos un lugar que nos
pertenece, una especie de radio de vibraciones andantes con que vamos modificando
lo que pasa alrededor nuestro. Y desde el cual nos dejamos modificar con las
irradiaciones de tantos seres que integran la danza perpetua de nuestra vida. Hasta
con los pensamientos dejamos una huella personal, con los que decimos en voz
alta o los que guardamos sin darnos cuenta que se reflejaran en el rostro o las
posiciones del cuerpo en el espacio que andamos, en silencio o a los gritos. Mejor
cantar que gritar, hasta cuando la tristeza pediría grandes vociferaciones para
sacarnos de encima lo que duele, como buscando vaciarnos de lo que no sirve o
lo que lastima por dentro, con esa misma facilidad con que damos vuelta una
bolsa con migas de pan cuando el alimento ya ha sido servido en la mesa. Tiramos
al pasto esas cascaritas que supieron ser trigo, para que los pájaros bajen del
cielo y compartan una fiesta de sanación, un banquete que cada día tenemos sólo
con que al alimento del cuerpo se sumen miradas cálidas que nutran el corazón
con brillo en los ojos y sabiduría en la boca silenciosa.
Hay tiempo para todo, para hablar y para
esperar, para llorar o para pararse en otros pies, que son los mismos, pero
casi se sienten como otros, para lograr andar por lugares que nos quieren
sólidos, pero nunca duros, íntegros y sensibles, para hacer todo lo necesario
para que los que queremos permanezcan sanos y felices. Muchas palabras bonitas,
podrán sentir algunos oídos, a los que les reconozco la verdad de su duda, pero
les digo que son momentos de creer, más que nunca, en la mejor de nuestras
configuraciones. Para que desde ese ser que somos, el que tiene una canción
propia desde que vio la primera luz, sea el que manifieste su sonido en el
mundo. Ese cúmulo de vibraciones que pueden acariciarnos y acariciar, en un
diálogo musical que nos de fuerza, para fortalecer a los otros que nos
precisan. Para que andar sea como bailar, hablar como cantar y estar en
silencio una forma de conectarse con el sentido que nos dio vida.
1 comentario:
que son momentos de creer, más que nunca, en la mejor de nuestras configuraciones... Me encanto!!! felicitaciones....
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