Wave - Caetano Veloso & Roberto Carlos.
El reciente lanzamiento de un disco de Roberto Carlos y Caetano Veloso, como estímulo para escribir sobre uniones de opuestos aperentes, como Paul Mc Cartney o Michael Jackson o la emoción y el pensamiento.
Diego Oscar Ramos
Es imposible ser feliz solito, la frase central de esta canción de Tom Jobim y un clásico del repertorio básico de la bossa nova, traducida al español nos suele dejar con sensaciones bien diferentes. Enfrentados a usos bien distintos del diminutivo en cada lengua, solito no suena igual que sozinho, como tampoco suena igual escucharlo sólo a Roberto Carlos que junto a Caetano Veloso, rezando esa idea de la felicidad unida a vincularse, a salir de los cascarones de lo individual, mucho más que sólo ligado a cuestiones de amores de pareja. Y ya que estamos en estas ondas de pensamientos, sensaciones y sentimientos despertados por la música, qué regalo a los desprejuicios provoca esta parcería entre dos íconos de la música popular brasilera. Ambos con historias llenas de visiones en común y hasta de otras asociaciones anteriores, pero los dos apreciados de maneras totalmente diferentes. Alguna vez escribí que habia que vivir un buen tiempo en Brasil o estar en contacto cercano con su cultura de síntesis y sincretismo para entender mejor por qué no debe haber contradicción en disfrutar de la voz de un artista como Roberto Carlos, mayormente relacionado a la música melódica romántica, como de la de un músico como Caetano Veloso, una especie de esponja que siempre logra que todos sus gustos e intereses se vuelvan apreciados por todos. Y tanto el gran público, ese que gusta desde hace décadas de Roberto sin muchas preguntas, como los sectores más intelectuales, esos que se acercan a algunos fenómenos de la cultura de masas cuando alguno de sus referentes respetables les puso una lupa a valores antes ocultos o difíciles de percibir.
Caetano & Roberto. Entrevista televisiva 2008.
Recuerdo que de chico, entre las cintas que aparecieron en mi vida a los ocho años junto con un grabador, había una que escuchaba generalmente de noche y me llenaba de sentimientos misteriosos en torno al amor, a la vez que totalmente palpables aún sin haber tenido la experiencia de vida para conocerlos corporalmente. Era 20 grandes éxitos en castellano de Roberto Carlos, donde había canciones como Quiero tener un millón de amigos, Las flores del jardín de nuestra casa, La montaña, Jesus Cristo y la popularísima y por qué no la muy bella Detalles. Por suerte, entonces no tenía encima ningún prejuicio cultural, por lo que convivían en mi caja de cassettes las canciones de amor y religiosidad de Roberto Carlos con las más experimentales de un David Bowie en su etapa de discos como Heroes. También con melodías románticas del por entonces famoso músico norteamericano Barry Manilow, junto a unos Bee Gees en su auge disco y a las canciones melódicas pop de Abba. Años después ya pedía a mis padres que me compraran los discos que estaban de moda en momentos en que ya me interesaba socialmente la música, cuando era tema de encuentro con compañeros de escuela o amigos del barrio. Así llegaron variedades de moda como Culture Club, Lionel Ritchie, Breack Machine y pronto Michael Jackson, con un disco como Thriller, que además del pulso funk soul refinado trajo el interés en Paul Mc Cartney, con quien hacía un dúo que repetiría en otros dos temas del long play Pipas de la paz del propio disco de Mc Cartney.
Say say say. Michael Jackson & Paul Mc Cartney.
En esos tres temas compartidos, parcería también curiosa que me trae el recuerdo de mi papá diciendo que si alguien como Mc Cartney hacía música con alguien, seguramente debía de tener valores musicales. Y eso que mi padre es todo menos un adorador de los Beatles. Esa pasión me capturó a mí poco después de estas uniones artísticas. Ya los había escuchado alguna vez en la radio, antes de conocer a Paul, pero tuvo que pasar el huracán danzante de Jackson y el contraste ultra melódico del beatle para que pronto se inaugurase un interés explorador tan intelectual como corporal en toda la obra de los Beatles. Ahí empecé a ahorrar semanalmente, caminando hasta el colegio en lugar de tomar un colectivo, para ir completando con mi propio dinero la colección. Entonces ni me acordaba de Roberto Carlos y muchos preadolescentes que habíamos bailado con Billie Jean hasta borramos la cinta de Thriller para grabar músicas de la radio que nos gustaran más o que hasta no nos dieran verguenza, como llegó a pasarle a quien osaba admitir que le seguía gustando escuchar a Michael Jackson. Ni que decir de Roberto Carlos, que tenía el mote de grasa, como sigue pasando de alguna manera con la mayoría de cantantes etiquetados como melódicos. El tiempo pasó, crecieron en mí las búsquedas de música pop universal, apareció la curiosidad por sinfonías, jazz o música contemporánea. Los Beatles estaban siempre presentes, aunque por mucho tiempo era como más intelectual y casi obvio decir que el único que merecía respeto total era el experimentador John en lugar del más melódico Paul, ese que habíamos escuchado disputar graciosamente por un amor de mujer junto a Michael Jackson en The girl is mine
The girl is mine - Mc Cartney & Jackson
Un paso de comedia similar al de Paul y Michael trazan en Tereza da praia, una de las canciones de este disco del 2008 - año del 50 aniversario de la Bossa Nova - Roberto Carlos y Caetano Veloso. Siendo cómplices de una unión sintética que hace danzar juntos al más puro romanticismo delicado con una calidad cuidadísima de arreglos orquestales, valores estético sensoriales que seguramente aprendimos a sentir como algo natural y necesario todos los que nos enamoramos de la música popular brasilera. En mi caso, fueron las grabaciones de Vinicius y Toquinho en La Fusa, el primer vinilo de Joao Gilberto que encontré en una feria del barrio de Chacarita donde años después viviría, el dúo que hizo Gilberto con el guitarrista con Stan Getz y alguna cinta de Antonio Carlos Jobim, el gran compositor brasilero. Fue más tarde que aparecieron Caetano, Marisa Monte, Jorge Benjor y cientos más. Pero el que trajo de nuevo a Roberto Carlos fue Veloso, cuando cantaba Debaixo dos caracoes do seus cabelos, un tema hecho para él por el hombre del millón de amigos, cuando el bahiano estaba exiliado en Londres en los primeros 70. Lo supe después. Todo va apareciéndose y revelándose de a poco en los mapas del arte que vamos construyendo punto a punto, como esos dibujos que completábamos en algunas revistas cuando éramos niños, trazando con lápiz o birome las líneas de unión entre los puntos esparcidos. Así fue que los años devolvieron sentido a lo que no tenía por qué producir verguenza alguna cuando nos gustaba lo que pasaba con algunos fraseos largos de la voz de Roberto Carlos y hasta la gracia melancólica que nos daba desde el inicio del tema la flauta leimotiv de Detalles. Escucharlos juntos a Caetano y a Roberto, enlazando su forma particular de ver la música y el mundo a través de las melodías claves de la historia de la Bossa Nova, llega a producir mucho placer, que es por la música, pero que es mucho más que eso. Es la misma vida, donde como decía bien Jobim, es imposible ser feliz solito. Así, como suena, sin que haya nunca más que tener verguenza por la ternura que pueda haber en algunas palabras y en tantas canciones.
1 comentario:
A poco de editar este texto leí esta noticia en el diario Critica de la Argentina del lunes 5 de enero de 2009:
Reconciliación. Michael Jackson quiere a McCartney. Casi 25 años después de haber comprado la totalidad de los derechos de las canciones de Los Beatles, Michael Jackson quiere hacer las pases con Paul McCartney. Según el diario
inglés Mirror, el ex rey del
pop cree que le queda poco
tiempo de vida y quiere cederle
a McCartney esos derechos, que compró en 1985 por 350 millones de libras. Desde entonces, el ex Beatle rompió su amistad con Jackson y no volvió a dirigirle la palabra. Ahora, Michael busca reconciliarse.
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