sensaciones y pensamientos


Escrituras



28.4.10

Juego y felicidad

Encender el cielo

Una noche de chat, inesperadamente, el tiempo puede convertirse en un embudo al revés, para hacernos bailar con recuerdos de fuego.


Diego Oscar Ramos



Me trajo todos esos chispazos, encima del cuerpo, sin quemar, acariciando el alma de fogonazos. Miraba a la pared, al techo, al suelo, mientras las manos escribían, respondían al estímulo, lanzaban palabras al hombre que alguna vez fue el niño que ahora también se aparecía, con la virulana en la mano, encendida, pegada a la punta de un alambre, girándolo con ganas, en la noche del barrio lejano, iluminado.

Qué podía escribirle, cómo no hacerlo, cuando mis palabras eran tan otras que no sabían de chats, de redes sociales, de memorias escritas, de soledades o familias, de nubes borrosas o fotografías compartidas para recordar cómo es que fuimos alguna vez que eramos juego. En la noche de la pirotecnia casera, de diversión de niños desarmando la paz de la cocina para que nos regalaran mucha virulana, algunos alambres para atarla en la punta y agitarla sin quemarnos, llenando de emociones quemantes a los brazos, fuertes para hacer un espectáculo único, inolvidable.

Hasta ese momento, en que las palabras del chat llegaron, imprevistamente, como cualquier charla real, sin instantes de vacío donde llenemos de ruido propio la escucha, aparecieron las imágenes. Hacía mucho que no les hablaba, que no me acunaba de pasiones lúdicas que siempre definieron ese centro feliz del que muchas veces nos alejamos. Y estaban ahí, solitas, en espera de cabecearlas con placer para que se entregaran al baile de club, con música de giros abrazados sin final, con sonidos de caricia sobre el cuello en calma.

Hace años que no nos vemos, pero al hacerme acordar de aquellos juegos, cuando prendíamos las virulanas en las noches de verano, según me vino de inmediato como información inscripta en la imagen, podría jurar que estaba chateando hace más de 25 años, con uno de mis compañeros de andanzas, encendiendo la mecha del tiempo desvanecido. Y jugando de nuevo,  con el más humilde de los dispositivos, a pintar el cielo con fuego.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Diego, entré por otro lado que el habitual a tu página, me puse a escarbar entre los escritos. siempre escribis de una manera que genera placer mas allá del contenido. tu musica escrita es bella.
pero además, en este post en particular, también me llevasta a mi a rememorar tu niñez, y casi estuve allí contigo. y un poco conmigo.
un abrazo grande y gracias

Diego Oscar Ramos dijo...

Qué bueno que haya música en estas escrituras. Este texto nació precisamente de un momento de revivir una época de mi infancia, al contactarme, via chat, con un amigo de la infancia, merced a las virtudes de las tecnologías de redes. Y en un momento rememoré toda una serie de juegos de infancia. En uno de ellos, el fuego era un alimento de placer, dando vueltas una virulana con un alambre atado. Pirotecnia bonaerense.