Ceremonias sonoras.
Diego Oscar Ramos
Siempre que aparecen algunos sonidos, mi cuerpo dice sí, se siente afectuoso, sediento de felicidad en las células, abierto al viento tibio de la verdad, atento a los aromas de lo que habla en tiempo presente.
Ahora que las melodías seducen a la temporalidad que conversa con el principio y con el final, lo que les dice es que lo único real es la permanencia, que no hay canción que termine, que lo que parece silencioso está resonando en otro lugar, para que otras almas transiten los misterios del tiempo.
Siempre que reencuentro algunos sonidos, mi piel lanza señales hacia adentro, charla con los órganos para sentirse parte de un todo que las voces seductoras saben dar una visibilidad sonora, cuando despiertan nuestras vísceras.
Ahora soy esas voces, las escucho cantando sus vértices, dibujando con mis pasos los picos de sus movimientos en el espacio, saltando entre los dobleces de sus formas cambiantes.
Siempre que te escucho, sea donde sea que aparezcas, presto sentidos a lo que digas, a lo que expreses en el instante en que las sensaciones se transforman en mensaje calmo, en sentimientos de presencia.
Ahora estoy, soy mis oídos, soy la frescura del idioma universal, le hablo a mis espectadores más fieles, a cada átomo que se alinea en mi cuerpo, para moverse con alegría cuando llegan sonidos apreciados por el cuerpo todo.
Siempre que busco esos sonidos que alinean mis sentimientos, algo estalla en el aire, con un brillo de aeropuerto en un desierto blanco. Con la magia de un atardecer que copule con el mediodía, para dar un salto absoluto, sin principio ni final, hacia el centro de un paraíso sin bordes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario