Aventura máxima
Andarse por los caminos del encuentro.
Diego Oscar Ramos
Paso a paso, cordón por cordón, vereda por vereda, siguió adelante.
Centímetro a centímetro, huella por huella, limpió la calle, barrió las ventanas, caminó los techos.
Dedo por dedo, uña por uña, línea por línea, acarició una mano.
Cuerpo a cuerpo, brazo a brazo, rugido a rugido, se arrojó a los leones.
Cuerpo a cuerpo, brazo a brazo, rugido a rugido, se arrojó a los leones.
Paso a paso, salvador a salvador, profeta a profeta, humilde a humilde, hombre a hombre, dio la cara.
Ojo a ojo, lengua por lengua, nariz sobre nariz, sintió su carne.
Ojo a ojo, lengua por lengua, nariz sobre nariz, sintió su carne.
Hora por hora, día a día, segundo por segundo, minuto a minuto, olió el tiempo.
Palmo a palmo, señal por señal, sordera a sordera, luz por luz, hizo lo que quiso.
Imagen por imagen, nombre a nombre, templo a templo, estampa por estampa, brillo a brillo, rezó a su Dios.
Pared por pared, puente a puente, encrucijada por encrucijada, anduvo los caminos.
Día por día, bocanada a bocanada, piel a piel, supo quién era.
Y decidió ser, para siempre, el color de su nombre.
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