sensaciones y pensamientos


Escrituras



23.10.09

Palabra y realidad

Nota de color


Oda a un periodismo que elija ser reflejo de la armonía presente en la vida. 


Diego Oscar Ramos 

    Celebro las palabras que llevan glorias en sus alforjas, que regocijan de sonrisas y emociones. Agradezco saber ser portador de mensajes de sentido, de uniones, de caminos que llevan hacia lugares de belleza y armonía. Reconozco la sapiencia y la pertinencia de la denuncia de los enlaces quebradizos con la vida, más sé de lo poderoso que hay en regalar anuncios de paz y ofrecer presentes de comunión. 
    Celebro todas las formas en que la palabra sepa llegar a los corazones, a los cuerpos, a las mentes y la totalidad de sentidos unidos. Gozo de las formas y las estéticas del lenguaje, de sus amores casuales y de sus aventuras eternas, de sus conquistas eróticas y sus caricias permanentes, de los orgasmos sutiles y explosivos a los que nos lleva, cuando lo poético no es escape sino puente hacia la vida de la carne.
    Celebro un periodismo que sepa y ame contar historias, que tenga el coraje enorme de animarse al color eléctrico, energizante, renovador, de llegar al alma de lo que nos aparece para que lo contemos, lo que descubrimos cuando estamos disponibles o la manifestación de esa terceridad brillante que se manifiesta cuando se produce un encuentro.
    Celebro la vida y la posibilidad de hablar de ella, de contagiar el entusiasmo y esparcir las huellas de momentos donde muchos se han encontrado dichosos, aún saliendo de encrucijadas o quizás justamente por haber dado saltos transformadores, cuando algunas lecturas de lo que acontece podrían haber declamado etiquetas apesadumbradas. Muchas más suelen ser las voces que festejan las soluciones y viven descubriendo bifurcaciones luminosas en los senderos donde construyen andares y atesoran placeres.
   Y celebro, en esta mañana de un verde cantando escalas solares infinitas, el poder celebrar y el querer transmitir una armonía que permanece vibrante, aún en las noches en que el cielo lagrimea tempestades de cambio o lanza vientos de transmutación, que desordenen majestuosamente nuestras palabras. Y las hagan sentir más atentas que nunca, al movimiento de la vida.  

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