sensaciones y pensamientos


Escrituras



26.6.09

Partidas y recuerdos

Regreso a Neverland
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Homenaje a Michael Jackson, la mente abierta de la infancia y la sabiduría de mover el cuerpo con alegría.
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Diego Oscar Ramos
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Es como si se hubiera ido alguien cercano. Sé que puede ser un lugar común decirlo, algo que escuchamos cada vez que se va de la vida alguien famoso. Y sé que para hablar de esto doy vueltas, como un disco, evito el último tema, retraso la cinta del casette, pongo el repeat en el Winamp para que sigan sonando los temas que quería escuchar a los 12 años, en el final de mi infancia. En ese punto de pasaje donde los puentes no son del todo claros, donde parece que las cosas siguen siendo iguales, pero van abriéndose puertas que uno no sabe bien cómo pasó, dónde estaban las llaves, quién las había dado o cómo es que no teníamos todas las claves para entender lo que vendría. Quizás Michael Jackson tampoco haya entendido lo que era dejar de ser niño y en su moonwalking, el paso que parecía dar hacia atrás sin que nos dejara percibir los movimientos de sus pies, estuviera haciendo con el cuerpo un signo de pregunta de lo que para él era ser grande y también una expresión de deseo de no salir del sueño de Neverland, el País de Nunca Jamás de Peter Pan.
Y Michael gritaba ese deseo con swing absoluto, con todo el brillo en su guante único y ese poder sintético con el que el pop puede movilizar cientos de sentidos en pocos gestos y sin demasiada complejidad musical. Lo mismo siento, aunque parezca lejano el vínculo, con Beethoven y Mozart, quizás más complejos en su discurso, que también tenían magia pop, esa posibilidad de transmisión directa de sentimientos. Y a mis doce años recién cumplidos, cuando mi mundo conocido parecía dar una vuelta hacia otras tierras, recibía de Michael Jackson el regalo de un mensaje sin palabras, sin preguntas, sin dudas. No digo que él no las tuviera. Pero su discurso corporal de los años de Thriller – que pronto trajeron a ese presente los ecos de Off the wall y sus años como niño prodigio con The Jackson Five – generaba un placer de descubrimiento del ritmo y de atracción frente al poder expresarlo con el cuerpo. Qué goce había también en sentir por primera vez lo que era un ídolo global, una posibilidad humana que antes, los de mi generación, es probable que no supiéramos bien lo que era. Y vivimos también un deslumbramiento irracional al ver que él se movía como nadie que hubiésemos visto antes.

Y me parece haber escuchado que también los grandes decían que no habían visto nunca nadie bailar así, fue seguro en la televisión, en aquel viejo programa “Michael Jackson y sus amigos”, que empezaba a reemplazar los domingos a la noche al reinado anterior de “Disneylandia” como último programa del fin de semana, dejándonos con algo nuevo para comentar al otro día. Y acá había otro suceso, empezábamos a hablar de música y comenzábamos a saber lo que eran los videoclips, un género que tenía su auge inicial en esos días. Por entonces tuve además mi primer noche de pub, viendo videos junto a un compañero de escuela, en una salida ultra adulta para mis 12, para ver un documental sobre el clip de Thriller. Era un espectáculo en ese momento, si fue un tema esperar a que terminaran de pasar canciones de un grupo nuevo entonces, como Durán Durán, con canciones épicas como Hungry like a wolf, que sonaba bien, pero no era Michael. Era él quien nos movía todo el cuerpo con ese disco que uno quería escuchar todo el día, un álbum que trajo mucha más música a muchas vidas. A la mía, ahora que siento a la música brasilera como una de las fuentes más poderosas de alegría corporal, le dio en Wanna be startin something la primera escucha de una cuica, el instrumento más carácterístico del samba, ese que parece un animal gimiendo. Y también en ese tema, al final, un coro tribal bien africano. Y en todo el disco había una buena síntesis entre el soul, el rythm & blues, el funk, la disco music, algo de break, solos de guitarra típicos del heavy pop norteamericano y una voz que también sabía bailar. Todo eso lo puedo analizar ahora, entonces era sólo tener ganas de dejar correr el cassette desde el principio hasta que terminara, con esas ganas que daba de moverse.
Lo escucho ahora y puedo reconstruir olores, sabores, lugares de esa época, dándome cuenta que en esas músicas se guarda una llave. Las canciones que uno vivió con intensidad, en etapas donde ni siquiera podía filtrarlas con ideas de estéticas o jerarquías de calidades musicales, tienen un link sin password hacia instantes de purísima verdad. Nos sacan del laberinto que pudimos haber construido por encima de lo que era más verdadero en nosotros y nos ayudan a dar un salto hacia arriba, como hacía el Barón de Muntchausen agarrándose de la cabeza para autoimpulsarse y escapar de los riesgos donde lo metía su deseo de aventura. Y algo parecido pasaba en “El mago de Oz” – historia que en clave Motown había filmado un Michael Jackson adolescente junto a su amada Diana Ross – cuando Dorothy, luego que de un huracán la depositara en una tierra misteriosa, creía que la clave para poder regresar se la iba a dar un ser mágico que encontraría al final de un sendero amarillo. Pero todo lo que tuvo que hacer era dar ciertos movimientos con sus pies, calzados en unos zapatos que deberían tener tanta magia como sus movimientos y su propia voluntad de regreso. Quizás Michael, que nos hechizaba muy fácilmente con sus pies, nunca supo cómo salir con gracia de sus laberintos, ni pudo dar un salto bien por arriba de lo que le causaba dolor.
¿Qué será lo que se mueve adentro cuando no podemos hablar del todo de la muerte cuando le toca a un artista que alguna vez sentimos como muy cercano? Dije alguna vez, porque debo confesar que al empezar la adolescencia supe borrar la cinta de Thriller, menos el tema The girl is mine, ese dúo deliciosamente kitsch que hacía con Paul Mc Cartney.


 Justo ahí comenzaría para mí un acercamiento a la música de Mc Cartney, primero con el disco Pipes of peace - donde cantaba dos canciones con Jackson – y después directo con toda la obra de los mismísimos Beatles, que poco a poco me hicieron alejar de los caminos dorados de Michael Jackson, aunque nunca del todo. Y con el tiempo, la vida me fue mostrando algunas puertas con secretos resguardados por esfinges. Uno de los saberes fue que un gran placer se genera cuando el pensamiento no es molestia para el cuerpo sino su colaborador, sobre todo con el cuerpo que desea ser movimiento. Como homenaje a esa certeza, dejo de escribir para escuchar Billie Jean en mi computadora y me lleno de sonrisa por poder haber cruzado el portal que hace que sienta tanto placer con esta versión bailable como con la delicada bossa que sobre ella esculpió un músico explorador como Caetano Veloso en 1986. Unos pocos años después, en la entrada de los 90, el baiano versionaría también el tema Black or white, releyendo sutilezas melódicas en la obra de Jackson, quien ya estaba andando un camino de transformaciones cada vez más perturbadoras para los chicos que nos habíamos sentido magnetizados por sus movimientos felices. En muchas etapas, incluso ya muchos años después de aquel impacto preadolescente, pude redescubrir la belleza y sabiduría de bailar el mundo. Desde entonces glorifiqué muchas de esas canciones que había borrado del cassette de Thriller y unas cuántas más de Off the wall, los discos suyos que más he disfrutado. Y en este instante, cuando todas mis palabras quieren hablar de la vida antes que de cualquier partida, puedo sentirme tranquilo, feliz de haber descubierto a tiempo lo más poderoso y sano que para habitaba en ese genio que bailaba alegre. Y en ese niño, hipnotizado de movimiento.




5 comentarios:

Alejandro Cogo dijo...

Excelentes apuntes. Thriller, fue mi primer cassette y definitivamente marco un antes y un despues.

Zeta dijo...

Nada como escribir desde lo más profundo de uno mismo. He viajado, he sentido y he olído con tus palabras.

Walter - Madrid

Diego Oscar Ramos dijo...

creo que a todos los que fuimos niños en los primeros ´80 nos marco fuertemente su musica, para mi thriller tambien fue uno de mis primeros cassettes que fuese a comprar a una disqueria y no estuviesen entre los heredados, cuando tenia 8 años, ya he contado alguna vez que las primeras cintas que tuve eran de barry manilow, david bowie, bee gees, abba y roberto carlos!!!!!

Diego Oscar Ramos dijo...

TRIBUTOS

http://www.youtube.com/watch?v=lVJVRywgmYM&NR=1&feature=fvwp
http://www.youtube.com/watch?v=je1KOcBYGjM
http://www.youtube.com/watch?v=PZSiFV5NdqA&NR=1
http://www.youtube.com/watch?v=r4NlDijsIT0
http://www.youtube.com/watch?v=xYVi_6KZyTs
http://www.youtube.com/watch?v=q0JV4REOCf8
http://www.youtube.com/watch?v=Za12_eKHdjg
http://www.youtube.com/watch?v=2cTflRrg058&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=hMnk7lh9M3o&NR=1&feature=fvwp

Diego Oscar Ramos dijo...

http://mpbsapiens.com/michael-jackson-e-a-br-3/

encontre un articulo que vincula a michael jackson con los orixas del candomble brasilero, muy interesante, para seguir elaborando el tema de la corporalidad, los gestos arquetípicos y lo sagrado