Ceremonia de soltar amarras, percibirse y renacer.
Diego Oscar Ramos
Palabras de aliento, de suspensión de las incertidumbres, de flotación en un mar espeso, lleno de minerales que dejan la piel en amantazgo universal, en pausa de creencia de separación con todo lo que está por fuera y por dentro.
Palabras de sorpresa, de creencia en todo lo que es todo, que es infinitamente igual a lo que es igual, lo que vendría a ser ese todo que fue nombrado y seguirá siéndolo, por los siglos de los siglos, mientras haya bocas que quieran pronunciar lo que nace de esta certidumbre de estar junto a lo que es, lo que se manifiesta, lo que está, desde siempre, hasta cuando aún no se había inventado el principio.
Palabras de respiración, de aire soplando, cálido, por las tuberías donde el alma danza juguetonas trayectorias, haciendo que el fuelle de la vida cante, en su desplazamiento binario, abriendo y cerrando los canales por donde las cosas se mueven, viajan, cambian y se transforman en otras, tan diferentes, tan iguales, tan células, átomos, electrones de lo que sabe esconderse, para que podamos encontrarnos mientras lo buscamos.
Palabras de fe, de rodillas cómodas en plegaria necesaria para que todo pedido nazca del corazón y la mente limpia, del cuerpo atento a las señales de lo que nos observa mientras nos ponemos en posición de rezo, para acariciarnos con su presencia y concedernos paz, por el sólo hecho de sentirnos en conexión con fuerzas mucho más potentes que las vibraciones eléctricas que construyen los pensamientos de orgullo.
Palabras de caricia, de fuente de calma acuática, de sosiego solar, de caricia salada en un cuerpo relajado, suelto de dudas y lleno de signos de confianza, en lo que escucha de sus músculos, en lo que decide con inmediatez y en los desplazamientos donde va llevándose a sí mismo, seguro y paciente, señor de cada movimiento y espectador activo, de los rumbos para él señalados.
Palabras de presencia, de solidez, de fortaleza llena de tesoros para compartir, para esparcir e intercambiar, construyendo mundos de ferias eternas, ambulantes, de encuentros fluidos y sentidos agradecidos, por la variedad y la belleza, que nacen de la voluntad de regocijo y movimiento.
Palabras de fundación, de apertura de puertas y ventanas, de elevación de promesas, de anuncio de victorias y celebración de humildades, de mirada firme en los ojos hallados, al caminar, paso por paso, segundo por segundo, hacia el umbral, brillante y eterno, donde nos será dado, el honor del nacimiento. Una vez más.
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